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02 de octubre de 2010

Esta carta, escrita por Maria Marta D'Hiriart, bioquímica tucumana,

Carta para Angelita

s difícil despedir desde adentro a una amiga de la infancia. Nos conocimos cuando teníamos 13 años; yo los cumplí antes que ella; fue en primer año de la escuela Normal de Tucumán.
Ibamos a ser maestras. Desde entonces fuimos amigas. Formamos parte del centro de estudiantes de la escuela. Compartí alegrías y tristezas. Pasaba largas horas en su casa de calle Córdoba en donde su mamá, Chicha, nos preparaba riquísimos platos árabes.
Ricardo, su hermano era casi un bebé. Normita también era bastante menor y Rosita la hermana mayor. Su padre, Ricardo era un ser muy especial. En realidad todos eran especiales.
Compartimos veranos e inviernos. Pasamos momentos muy felices en la bodega de los Saleme en Tinogasta. Eran tiempos felices aunque no por ello descomprometidos.
Las cosas eran difíciles, muy difíciles en el Tucumán de los 60. La lucha de los libres y laicos aun sonaba en la calle Muñecas; los maestros, eso que también seríamos nosotros luchaban por un poco de equidad y nosotros, futuros maestros, acompañábamos esa lucha.
La universidad nos siguió juntando en la misma carrera y entonces ocurrió el golpe de Onganía y allí se forjó Angelita. Allí comenzó a templarse en las reuniones del Centro de Estudiantes; en las calles…
Eramos muy jóvenes pero con una juventud que explotaba de ideales y de deseos de lograr un mundo mejor. Tucumán era un gran campo de desocupados (11 ingenios cerrados) y nosotros éramos concientes de que estábamos en un lugar de privilegio y que por eso debíamos luchar. Debíamos conseguir la igualdad.
Los actos relámpagos, las barricadas, las tomas del comedor, de la quinta; el entierro de Clarisa. La llegada de Ernesto a su vida…
Me alegra saber que el Chino, Héctor y otros estuvieron cuando se estrenó "El Tucumanazo".
La Negrita, Coqui, el Pájaro, Diana, la Checha, la Negra, la Tere, Cristina, Miguel, Efraín, Lucho, Pancho con sus limitaciones, Jose, Tuqui, tantos y tantos otros que seguramente hubieran querido asistir a la premier.
Yo no pude porque al igual que ella estoy luchando contra este mal que sabrá Dios que más quiere.
La vida nos separó de hecho, pero en mi alma siempre estuvo el recuerdo de ese cuerpo bastante pequeño para albergar tanta potencia de voz y de lucha.
La vida nos separó porque así es la cosa. Pero no nos separaron los ideales aquellos con los que nacimos. No nos separó la "tozudez" (para algunos) de no "transar", no nos separó la claudicación por el confort, tampoco los miedos. Nos separó la vida y ahora se nos adelantó la muerte.
Estuve en su sepelio y ahí estaba la siembra y la cosecha. Y así como buena tucumana terminó su zafra en un tórrido verano tucumano, cuando los que creemos además en otras cosas celebramos la Natividad. Y es así, la humildad, la rectitud, la constancia y el desprendimiento pueden compartir fechas.
Así es amiga, Ud. tuvo que marcharse porque la cosa ya era demasiado difícil, pero no porque Ud. no le "pusiera el pecho" sino porque la lucha, en tantos frentes, desgasta y a veces nos gana el cansancio. Pero por suerte yo creo en la inmortalidad y se que los que dejó harán que mi sentimiento se cumpla aunque las interpretaciones sean diferentes.
Hasta pronto