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30 de noviembre de 2011


De criollos e inmigrantes

Hoy 1397 / Crónicas proletarias

La integración de los contingentes obreros inmigrantes con los criollos fue una cuestión muy importante, desde el inicio del movimiento obrero y revolucionario argentino. Fueron muchos los desencuentros, siempre promovidos hábilmente por las clases dominantes.

La integración de los contingentes obreros inmigrantes con los criollos fue una cuestión muy importante, desde el inicio del movimiento obrero y revolucionario argentino. Fueron muchos los desencuentros, siempre promovidos hábilmente por las clases dominantes.
En tiempos de los primitivos contingentes de la Asociación Internacional de los Trabajadores en nuestras tierras, allá por 1873, uno de sus integrantes, entonces de 23 años de edad, viajó a Buenos Aires luego de un congreso de la Internacional en Holanda. Su nombre era Raimundo Wilmart, y en mayo de ese año escribía a Marx sobre el desarrollo de las secciones internacionalistas en Buenos Aires, que, creadas el año anterior, ya eran tres (francesa, española e italiana), y tenían un Consejo Federal que reunía las direcciones de cada sección.
Wilmart, que al poco tiempo abandonó las filas revolucionarias, y terminó siendo un conocido juez, por aquellos días le describía al fundador del socialismo científico su escepticismo sobre la situación de los trabajadores en Buenos Aires: “Hay demasiadas posibilidades de hacerse pequeño patrón y de explotar a los obreros recién desembarcados como para que se piense en actuar de alguna manera”.
Completaba su crítica visión afirmando que “Poco falta para que los europeos sean tratados como los bárbaros en Roma y es lo más natural darnos el sobrenombre de ‘gringos’. Mucho de prejuicios de campo y de odio contra la Península Madre. Una desigualdad espantosa, desprecio por los negros; no se va con un obrero, se les pega a los criados, y se es de una crueldad indignante. Se encuentra natural matar a los prisioneros. En el campo hay una desbandada desenfrenada. Sin la afluencia de extranjeros no habría ningún progreso posible y que no sabrían hacer otra cosa que montar a caballo”. Su desprecio al criollo era la otra cara de la moneda de los prejuicios -promovidos por la oligarquía nativa- contra los obreros extranjeros.
Sin embargo, la primera huelga organizada por un sindicato la llevaron adelante los tipógrafos nucleados en la Unión Tipográfica (desprendimiento de la Sociedad Tipográfica Bonaerense) en 1878. Entre los tipógrafos, los criollos eran amplia mayoría, y el 2 de septiembre comenzaron una larga huelga ante la negativa de los dueños de los diarios a aceptar una reducción de la jornada laboral, y aumento de salarios.
Esta huelga, que veremos en detalle en otra columna, se prolongó más de un mes, y culminó con un triunfo de los obreros, quienes obtuvieron sus reivindicaciones en los principales diarios.