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29 de noviembre de 2012

Debates sobre la huelga general

Hoy 1447 / Crónicas proletarias

A comienzos del siglo 20, internacionalmente y en nuestro país, las distintas corrientes del movimiento obrero polemizaron sobre la huelga general. Para los anarquistas y sindicalistas la huelga general económica era “el” arma de la clase obrera para conquistar la revolución social. Los reformistas la rechazaban. Los marxistas planteaban que debía ser política y combinarse con la insurrección armada, para lo que era imprescindible la construcción de un partido de vanguardia.

A comienzos del siglo 20, internacionalmente y en nuestro país, las distintas corrientes del movimiento obrero polemizaron sobre la huelga general. Para los anarquistas y sindicalistas la huelga general económica era “el” arma de la clase obrera para conquistar la revolución social. Los reformistas la rechazaban. Los marxistas planteaban que debía ser política y combinarse con la insurrección armada, para lo que era imprescindible la construcción de un partido de vanguardia. Lenin planteó en 1906: “La socialdemocracia negaba la huelga general en la década del 70 como panacea social, como medio para derribar de golpe a la burguesía por la vía no política, pero admite plenamente la huelga política de masa (sobre todo, después de la experiencia rusa de 1905) como uno de los procedimientos de lucha, indispensable en ciertas condiciones”. Esta posición no se expresó en nuestro país hasta muchos años después.
Los socialistas, ya dirigidos por una línea reformista, planteaban en 1902, en una resolución del congreso de la Unión General de Trabajadores en septiembre de 1902, que dirigían: “que rechaza en absoluto la huelga general toda vez que sea intentada con fines de violencia y revuelta, por considerar que lejos de favorecer al proletariado, determina en todos los casos reacciones violentas en la clase capitalista, que contribuyen a debilitar la organización obrera”. A este punto llegaban en su parlamentarismo.
Los anarquistas, por su parte, en el tercer congreso de la Federación Obrera Argentina, en agosto de 1904, afirmaban: “El congreso reconoce que las huelgas son escuelas de rebeldía y recomienda que las parciales se hagan lo más revolucionarias que sea posible para que sirvan de educación revolucionaria y ésta de preámbulo para una huelga general que pueda ser motivada por un hecho que conmueva a la clase trabajadora y que la federación debe aprobar”.
Por el lado de la corriente sindicalista, uno de sus principales dirigentes, Aquiles S. Lorenzo, en 1905, cuando todavía era secretario general del Partido Socialista, escribió, en polémica con los seguidores de Juan B. Justo: “Lo que nosotros proponemos es la realización de un movimiento huelguista tendiente a contrarrestar los propósitos de nuestros gobernantes y a resistirnos, a defendernos no consintiendo, tan dócilmente, que se nos arrebaten las armas que utilizamos en las condiciones normales de la lucha (derecho de huelga, de reunión, prensa, etc.). No incitamos a una actitud ofensiva, sino eminentemente defensiva, de resistencia”.