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02 de octubre de 2010

Se ha suscitado en los últimos días una situación de tensión en relación con la dirección del hospital San Felipe, que tiene efectos en San Nicolás.

Disputa por el control del San Felipe

Hoy 1207 / San Nicolás: Crisis hospitalaria

El conflicto en torno al manejo de este hospital interzonal provincial comenzó a incubarse luego de que Passaglia (ex ministro de Salud provincial y ex director ejecutivo del HSF) perdiera con sus candidatos en las elecciones del 28 de octubre pasado, a manos de la corriente orientada por el diputado nacional Díaz Bancalari (antes aliado y ahora su archienemigo).
Ha tomado estado público (El Norte 25/02) que el actual ministro de Salud de la provincia dispondría relevar a los directores puestos por el propio Passaglia. Sin pérdida de tiempo, referentes del ex presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia -cargo del que también fuera desplazado luego de las últimas elecciones- salieron a la palestra argumentando que el director propuesto por el ministro Zin no está preparado para hacerse cargo del hospital. Ha trascendido que si se consuman cambios en la cúpula del HSF, los sectores vinculados a la dirección propondrían "medidas de fuerza" para impedirlos…
Passaglia ocupó el cargo de director del HSF en 1987 -con el gobierno de Cafiero-, y en 1989 fue designado en el gabinete de Ginés García (a cuyo amparo su propia influencia creció entre el stablishment sanitario), conservando el control del hospital de San Nicolás.
A partir de 1991, cuando se produjo la privatización de Somisa (hecho que provocó un efecto devastador cuyas consecuencias aún subsisten en la sociedad de San Nicolás), la demanda de atención de salud se acrecentó notablemente, y el San Felipe cobró una importancia política estratégica. En el plano local, los llamados factores de poder -económico, político y sindical- dieron pleno respaldo a la gestión Passaglia.
Entonces la expansión de la demanda hospitalaria generó conflictos con los trabajadores y profesionales de salud que procuraban condiciones de trabajo favorables, estabilidad laboral y mejoras en los depreciados sueldos. La dirección del HSF respondió con rigor dictatorial ante el menor atisbo de reclamo gremial. La Asociación de Profesionales fue barrida, y sus dirigentes cesanteados, trasladados o silenciados.
Eran tiempos en los cuales el Banco Mundial aconsejaba aplicar sus políticas en salud, y entre ellas la "autogestión hospitalaria", receta por la cual los hospitales públicos debían manejarse como una empresa privada y dar rentabilidad. A tono con ello, con el axioma de que no hay una medicina para ricos y otra para pobres (refutado dramáticamente con la crisis que sobrevino luego del 2001), se promovió la atención de sectores de mayor nivel económico y se perfeccionó el mecanismo de facturación a las obras sociales. Se instauró el arancelamiento de la atención de la salud, bajo la forma de "contribuciones voluntarias". Se designó un Consejo de administración (de existencia sólo formal), y se hicieron obras de remodelación hospitalaria.
Sin embargo no debe haber lugar a la confusión: ninguno de estos hechos constituyeron un modelo que forme parte del diseño y desarrollo de un sistema de salud único, de base estatal y de alta calidad, que asegure el acceso a la atención sanitaria al conjunto de la población; sino que fueron una línea de acumulación política a partir del control del sector público de la salud.
El San Felipe fue uno de los paradigmas de la aplicación de las políticas de tercerización de servicios. Varias áreas fueron dadas a empresas privadas (cocina, vigilancia, lavadero, diálisis) en situaciones que debieran- por lo menos- ser objeto de revisión y que además no mejoraron la calidad de los servicios brindados.
La precarización laboral fue moneda corriente en el HSF. En la mayoría de los servicios existen cargos cubiertos por becarios y es usual que haya profesionales que trabajen en negro y perciban magros ingresos imputados como horas extras de otros colegas. Durante años se dejaron de cubrir las vacantes generadas (se ufanaban de producir más con menos gasto de personal) y esto reviste una gravedad dado que ya se ha anunciado que para el 2008 no habrá cobertura de nuevos cargos en los hospitales de la provincia por razones presupuestarias.
La paz de los cementerios reinante en el HSF (donde casi no se registran reclamos gremiales como en el resto de los hospitales del país), no ha hecho posible mejorar la calidad de la atención de la salud ni la realización de actividades académicas: no ha trascendido la concreción de estudios científicos o  epidemiológicos que den cuenta de la vasta actividad asistencial de sus profesionales y técnicos; ni han sido organizados por sus autoridades cursos o jornadas científicas tendientes a la capacitación del personal de salud. La asfixia ideológica ha contribuido al desaliento y migración de no pocos trabajadores. Los médicos en formación han sido antes que nada mano de obra barata…

Acuciantes reclamos
Se ha abierto una situación de seria crisis en el hospital San Felipe. Buena parte de su personal tiene acuciantes reclamos que hacer: sueldos bajos (muchos no llegan a la mitad de la canasta familiar), condiciones trabajo deficientes (personal insuficiente en áreas de alta demanda, violencia y maltrato a los trabajadores de la salud), precarización laboral y trabajo en negro (eliminación tercerizaciones / cobertura cargos con estabilidad y vigencia real de carrera profesional hospitalaria), son apenas algunas de ellas.
Concomitante con ello, existe una grave situación en la provincia de Buenos Aires que se dispone a aplicar una política de ajuste en salud, mientras paradójicamente el Estado nacional tiene un portentoso superávit fiscal. Sin embargo, a juzgar por su discurso en la apertura de sesiones legislativas, el gobierno de Cristina -en materia de salud- sólo tiene parches para ofrecer…
No es justo que en estas circunstancias los trabajadores del San Felipe sean convidados de piedra. Deben sacarse de encima los escombros del andamiaje fascistoide que se derrumba, y superando la inacción de dirigencias inoperantes y colaboracionistas, movilizarse y luchar por sus postergadas reivindicaciones y derechos.