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14 de noviembre de 2018

Se triplicó la asistencia a comedores y merenderos

El hambre en los barrios

Durante la jornada del 7 de noviembre, conversamos con mujeres de la CCC quienes cuentan cómo se las arreglan, sin asistencia del gobierno, para resolver el hambre de chicos y adultos de barrios del conurbano bonaerense.

Rincón de Luz de La Matanza
Susana es la responsable del comedor Rincón de luz en La Matanza. Cuenta: “le damos de comer a 70 chicos, pero ahora vienen las madres y los abuelos. Así que ahora somos como 100.

El comedor arrancó hace dos años y la copa de leche hace cuatro. “Hace cuatro años atrás eran 20 chicos los que venían. Con la crisis, el número se triplicó. Mucha gente que despidieron de los trabajos. Algunos que hacían changas y hoy no tienen”.

Cuenta Susana que muchos chicos comen lo que se le da en el comedor y nada más. Que no tienen acceso a otro plato de comida.

Otro problema es la falta de gas y qué se le echa a la olla. Tal como cuenta, la compañera, “los alimentos los conseguimos todo a pulmón. Se cocina a leña. Se hace fuego afuera tanto en la copa de leche como en el comedor, cada compañero pone un poquito y con eso hacemos la comida”. Del gobierno, “nada, nada, nada”, responde Susana.

Respecto a qué otros dramas se ven junto con el hambre, a Susana le llama la atención la “mucha falta de amor, el desamparo, algunos vienen porque los padres trabajan todo el día y los chicos pasan solitos en las casas entonces se vienen al comedor. Mucha droga, tanto de padres como de chicos de 14, 15 años con el paco. Lamentablemente, el gobierno en eso es sordo y ciego, la pobreza de la General Paz para el otro lado, no le importa.

¿Cómo se resuelve esto?, le preguntamos a Susana: “Para mí el presidente tiene que cambiar su política, él no puede arrodillarse al Fondo Monetario. Eso no es bueno, es más tarifazo, más inflación, más despido. No nos sirve… para mi él debería generar fuentes de trabajo, nacionalizar empresas. Esta situación ya la vivimos en los 90, en el 2001. Pero lo de hoy es peor, hoy hay más desocupación, más hambre, la droga que se recontra multiplicó”.

Villa Nueva de Moreno
Rosalina es la responsable del comedor que funciona en el asentamiento Villa Nueva, en la localidad de Moreno. Cuenta: “Yo hace cinco años que vivo en ese asentamiento, la mayoría de la gente está desocupada, a lo sumo consigue alguna changuita. Nosotros hace dos años que damos de comer todos los días, de lunes a viernes. Al principio cocinábamos a leña, ahora conseguimos garrafa y una cocina”.

Rosalina cuenta que cuando arrancamos eran como cuarenta chicos, pero con la necesidad fue creciendo y que, al vivir en un asentamiento, “la situación es muy complicada porque no llega nada”, esto sumado a que los comedores de las escuelas de la zona, luego de la muerte de dos trabajadores de la escuela en Moreno, siguen cerrados.

“Nosotros levantamos el comedor entre compañeros. Colaboramos para aguantar, porque el hambre, la necesidad es enorme, y por más que no llega ninguna mercadería, ponemos entre todos: un compañero pone un paquete de fideos, otro dos tomates, otro dos cebollas, y así se va armando, y le damos de comer a alrededor de 200 personas porque no es que solo los chiquitos van a comer, sino que van los mayores”.

Cuenta Rosalina que lo más duro es cuando “te vienen a pedir, que no te alcanza la comida, y que se vuelvan con un táper vacío, eso te toca. Eso nos pasa seguido porque cada vez hay más gente y la olla no alcanza”.
Una constante que cuentan las compañeras es el avance de la droga, las salitas de salud que no tienen nada. “Vos vas a pedir la leche y no te entregan, el chico tiene que estar bajo de peso o desnutrido para que te den algo. En este momento, en la salita ni vacunas hay”.

“Las adicciones avanzan un montón, muchísimos chicos con desnutrición y se come mal, ahora todas las escuelas tienen todos los comedores cerrados… en la escuela se comía una vez, ahora hay chicos que no comen, solamente comen de noche, una vez por día… al no asistir a la escuela, no comen los chicos”.

Comedor Los Pitufines de Esteban Echeverría
Marcela y un grupo de madres vecinas, hace tres años mantienen el merendero y comedor Los Pitufines. Allí, las compañeras dan merienda y cena, “porque mientras los chicos están en el colegio, la mayoría almuerza ahí. Sin embargo, sabemos que la cena no la tienen en otro lado. Por eso ofrecemos la merienda y la cena para los chicos que van a la escuela de mañana”.

Agrega que “al comedor vienen adultos también. Hace un tiempo atrás teníamos los chicos, hoy día tenemos los padres, los abuelos, se nos acerca gente adulta”.

La estadística que maneja la compañera expresa que: “hace unos años eran 20-30, hoy tenemos 100 chicos o más. La cifra se triplicó en los últimos años. Hoy si viene la mamá con la criatura, lleva comida para el papá que quedó en la casa”.

Otra de las necesidades que tienen los chicos son las zapatillas y la vestimenta. “A nosotros nos preocupan mucho los días de lluvia, porque cuando se embarran no tienen otra cosa para ponerse para ir a la escuela”.

Marcela cuenta que para armar el comedor se organizó un grupo de mamás: “la mayoría vivimos en la misma cuadra, y otras que se enteraron”. Cuenta que hacen rifas, bingos, para comprar comida y utensilios. También se organizan para ir al Mercado Central para buscar los descartes que van a servir de alimento para los niños. “Intentamos por todos los medios para ver si nos podían asistir, nadie nos asiste. Por eso nosotras vamos al Mercado Central, separamos lo que descartan, antes de que lo tiren al contenedor. Nos dejan aparte lo que podemos llegar a usar, lavamos, freezamos y ahí tenemos para cocinar”.

Hoy el gas en un lujo, dice Marcela. “No podemos cocinar si no es a leña. Como se cocina de lunes a viernes, el fuego se enciende a las 2 de la tarde para la merienda, y seguimos con el fuego hasta las 8 de la noche”.

Otras de las angustias que cuenta la compañera son las infecciones y problemas de salud de los chicos. “La gente que viene a comer es gente que vive en la Laguna de Rocha, con sus casitas precarias envueltas en plástico. Muchos con granos, con piojos en la cabeza, que ya tienen lastimada. A nosotros nos visitó una vez Niñez con la promesa de que iban a mandar médicos para estos chicos, pero hasta el día de hoy no vino nadie. En esa zona se tira basura, se contamina todo. La sala de salud está cerca, pero muchas veces el papá o la mamá por ignorancia no se da cuenta, lo toman normal vivir ahí sobre la basura. Yo veo que viene la asistente social, que viene Infancia, y no hacemos nada con las promesas, de nada sirve que vengan a visitarnos y no nos ayuden con la situación que están viendo. Porque no es que se lo contamos en una carta, invitamos a que se acerquen para ver la situación que se vive. A la laguna, la gente de salud no baja a vacunar, a revisar los chicos, ahí no entra un patrullero, no entra una ambulancia.

“Y te das cuenta que no podés cerrar. Me la ingenio con arroz, con lo que sea… el que tiene que recorrer el barrio no está, entonces a los funcionarios no les llega el hambre de la gente, y los que más tienen miran para otro lado, no miran para el pibe que le falta algo”.

Hoy N° 1743 14/11/2018