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19 de diciembre de 2018

La valiente denuncia de Thelma Fardín

El masivo grito del No es No

La semana pasada, la actriz Thelma Fardín, acompañada por un nutrido número de colegas, integrantes de la Colectiva de Actrices Argentinas, denunció al actor Juan Darthés por violación cuando ella tenía apenas 16, y él 45 años.

La noticia, el estado de conmoción de la actriz al contarlo –y los detalles de un contexto de indefensión para una joven de 16 años–, primero nos shockeó, pero también nos llenó de empatía con quien decidió denunciarlo, alzar su voz y hacerlo público; demostró que cuando desde el poder se impone una muralla para silenciar y naturalizar lo siniestro, se rompe un dique y anuncia que algo no va a ser igual que antes, porque desde el colectivo se empuja para dar vuelta las cosas. Este es un camino abonado por más de 30 años de Encuentros Nacionales de Mujeres, las masivas marchas por el #Niunamenos, y la ola verde por el aborto legal, seguro y gratuito.
Así, una explosión de denuncias, de confesiones de violaciones, manoseos, abusos en diferentes ámbitos –profesionales, familiares, de estudio–, silenciados por años, salieron a lo público.

Producida la catarata de denuncias, inmediatamente los medios masivos –funcionales para que las mujeres no nos podamos mover del lugar de opresión–, comenzaron a tomar la noticia desde el lugar de siempre, con cuestionamientos que las mujeres conocemos de memoria: que qué hacía una niña de su edad sin sus padres en Nicaragua, que la vestimenta, que tanto tiempo dejó pasar para denunciarlo… condenando a la joven mujer por el lugar de vulnerabilidad que ocupaba al momento de la violación.

Mientras otros medios, intentaban “conseguir la nota”, el descargo de “la otra parte”, de un violador serial que había elegido esconderse en su casa en un country en Nordelta –y más tarde internándose en una clínica psiquiátrica para aprovechar sus privilegios de clase en esta sociedad–, ponían sobre la pantalla lo que un psicópata manipulador hace: utilizar las palabras de la víctima para victimizarse.

Pero la marea desbordó cualquier operativo previsible: y así lo que pudo ser una imputación en solitario, se llenó de denuncias en las redes sociales, las llamadas al 144 y a los teléfonos de redes contra la violencia hacia las mujeres crecieron más del mil por ciento, por incontables abusos y violaciones, y un silbatazo nacional (ver aparte). Todos los gritos, todos los llantos contenidos por generaciones, rompieron la muralla de silencio machista. Miles de mujeres, anónimas, famosas, con más o menos pantalla relataron lo que les había pasado en la facultad, en la escuela, en la casa de los tíos… eso que a miles carcome el cuerpo, que por los medios nos educan que debemos “soltar” y “dejar ir”, pero que queda atrapado en el cuerpo; demostraron que la herida sana cuando la mente lo permite, y cuando existe el soporte de otras que se hermanan en el dolor.

Las mujeres en estos días fueron más allá: pusieron en cuestión otra vez su papel en los diferentes ámbitos de la sociedad, que hipócritamente presenta un modelo de mujer a seguir. Modelo de mujer fabricado y sostenido desde los medios masivos de comunicación, y resignificado en distintos ámbitos, para mantener un orden de las cosas.

Hipócritamente también, el gobierno quiso sacar provecho del momento: el mismo Mauricio Macri, desde su cuenta de Twitter escribió: “hay un cambio de época, lo que antes parecía normal, hoy no lo es” y anunció una serie de medidas, pero hasta el momento no incrementó las partidas presupuestarias para evitar la violencia de género, y mantiene un presupuesto de 11 pesos por mujer para evitar la violencia que mata una mujer cada 30 horas. Así como el movimiento femenino pelea por el aborto legal, seguro y gratuito, también impone el grito de que No es No. Impone la necesidad de luchar por una sociedad de iguales, sin opresores ni oprimidos.

Hoy N° 1748 19/12/2018