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23 de enero de 2019

En el complejo fabril agroexportador de Santa Fe

La contaminación es de nosotros, las ganancias son ajenas

La semana pasada cayeron al río Paraná 1.000 toneladas de aceite de soja que la empresa Buyatti estaba bombeando supuestamente hacia la multinacional Bunge.

Una mancha anaranjada de 150 metros de largo alcanzó una alcantarilla y terminó, vía desagüe, en las aguas del río a metros del muelle de la empresa Bunge.
Si bien tanto desde las empresas como desde la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia, con la complicidad de los medios zonales, se esfuerzan en aclarar que se trata de “un aceite vegetal no contaminante” y que por tanto no pone en riesgo ninguna especie o actividad, desde las organizaciones ambientales de la región se pone en duda dicha aseveración y se están esperando análisis. Fue el mismo secretario de Medio Ambiente de Santa Fe, César Mackler quien el año pasado, ante un hecho similar señaló que si bien el aceite de soja no es un producto tóxico, eso no quiere decir que no sea contaminante. “Al tratarse de una baja cantidad y haber sido recogida casi en su totalidad, podemos inferir que no hubo contaminación. Pero el hecho de que un producto sea biodegradable y no tóxico no de por sí implica no contaminación”, apuntó Mackler en aquella ocasión.
Historia repetida
De hecho no es la primera vez que esto sucede, y seguramente no será la última. En enero del 2017 Mackler confirmaba que la empresa Bunge Limited sería sancionada tras el derrame de 800 litros de aceite en el río Paraná, a la altura del arroyo San Lorenzo, producto (de nuevo) de una falla en una válvula de contención. En 2015 el derrame no llegó al Paraná sino a las calles linderas a la empresa Bunge en Puerto San Martín, de este incidente no se conocen sanciones. En todas las ocasiones tanto la empresa como la Secretaría de Medio Ambiente provincial aseguraron que “se habían tomado las medidas correspondientes para que no vuelva a ocurrir”.
Lo que está claro es que no se está haciendo lo necesario, y ninguna de estas empresas puede decir que es por falta de capital para hacerlo.
Bunge es una de las empresas más grandes del sector agroexportador del país, que no sólo se benefició con la devaluación, sino que pasó de facturar 23.530 millones de pesos en el año 2014 a 46.033 en el año 2017, prácticamente el doble en tres años.
¿Efecto de la crisis?
El caso de Buyatti, empresa de capitales nacionales y de menores dimensiones, parece ser distinto y más preocupante. La empresa se encuentra en proceso preventivo de crisis desde hace casi un año, con negociación de retiros voluntarios para muchos de los trabajadores y el pago de solo parte de los sueldos.
Como en otros rubros de la economía de la era Macri, los beneficios no son para todo el sector sino la mayoría de las veces para los grupos multinacionales más grandes o los nacionales más concentrados como pueden ser Cargill, Cofco, Bunge, ADM o Vicentín, que además se van quedando con las empresas más pequeñas y de capital local.
Buyatti permanece paralizada desde el 31 de marzo pasado tras el cese de un contrato de alquiler que mantenía con Molino Cañuelas, mientras evalúa alternativas para la explotación del predio. La marcha de Buyatti viene complicada desde hace varios años, y la falta de muelle propio fue un factor que definitivamente lo corrió del negocio este año, amén del mencionado contrato con Cañuelas.
Se teme, que como sucedió con la refinería quebrada OIL de Cristóbal López, la falta de actividad genere además de las pérdidas de trabajo y el impacto económico devastador en la región, un terrible impacto ecológico por la falta de mantenimiento de los equipos.
El modelo
Más allá de las particularidades empresarias el modelo agroexportador sojero ha demostrado tener entre sus consecuencias más visibles el efecto degradante que produce en sus distintos eslabones productivos sobre el medio ambiente.
A la polémica por el uso de miles de litros de herbicidas y agro tóxicos, causantes de enfermedades en los pueblos del interior, hay que sumarle la contaminación producida durante el proceso de industrialización de la soja para convertirla en sus derivados (harina, aceite y biocombustibles)
Las ciudades del cordón industrial de Rosario condensan lo principal del complejo fabril agroexportador de la Argentina, en donde se procesaron el año pasado 37 millones de toneladas.
El crecimiento de estas empresas a raíz del boom sojero ha ido acorralando a las ciudades donde se instaló y empujando además un proceso de apropiación de la principal vía de transporte: la hidrovía Paraguay-Paraná.
Los vecinos denuncian el polvillo que hace irrespirable el aire, el paso incesante de camiones y también el volcado de residuos al río Paraná.
Los gobiernos provinciales y el nacional se han limitado a cobrar algunas multas una vez que el daño ya está hecho, imponiendo de hecho una especie de impuesto verde, que pasa a ser parte de los costos de producción de estas empresas que como pueden seguir produciendo prefieren pagar la multa a mejorar las condiciones de producción.
Mientras se llevan las ganancias, a nosotros nos siguen quedando las penas ambientales y de salud.

Hoy N° 1751 23/01/2019