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05 de septiembre de 2018

A 42 años de la muerte del líder de la Revolución China

La vigencia de Mao Tsetung

El 9 de septiembre de 1976 moría el líder de la Revolución China, Mao Tsetung. La vigencia de sus aportes a los explotados y los oprimidos de todo el mundo se siente con más fuerza que nunca, en momentos en que el imperialismo, en su afán de saqueo y enriquecimiento, siembra miseria y nubes de guerra en todo el planeta.

Mao tenía 82 años al momento de su muerte. Nacido en 1893, quien siempre se definiera como “un simple maestro rural”, al frente del Partido Comunista de China condujo al pueblo chino a la Revolución triunfante en 1949, y peleó hasta el último de sus días por la construcción del socialismo en el país más poblado de la tierra.

La Revolución China, junto con la Revolución Rusa, fueron las revoluciones proletarias más grandes de la historia. En China, antes de 1949, millones de campesinos morían de hambre, apenas si tenían para vestirse, “el 70% de la población era analfabeta y la moral feudal esclavizaba a las mujeres”, recuerda Jacinto Roldán (Mao Tsetung: revolución, arte y cultura). “¿Qué es el pasado para los chinos? –se preguntaba Eduardo Galeano en China 1964. Crónica de un desafío–. Una memoria de platos vacíos y parques clausurados para chinos y perros, un sabor a barro y pasto seco, la marca en el hombro del bambú que todo lo lleva y en la piel, la marca de las pestes; el tiempo del caos y la violencia. El tiempo de la humillación”.

A partir de la fundación del Partido Comunista de China en 1921, con Mao Tsetung en su dirección, éste fue adquiriendo un papel protagónico en las luchas contra la explotación y la opresión que sufrían el proletariado, el pueblo y la nación china, particularmente las grandes masas campesinas, por los grandes terratenientes y la burguesía compradora (intermediaria) vinculados a distintos imperialismos. En un proceso de lucha prolongada de casi 30 años –con vueltas y revueltas que incluyeron la intervención directa de las distintas potencias imperialistas–, integrando la teoría del marxismo-leninismo a la realidad concreta de la revolución en ese gran país, Mao Tsetung y el PC de China hicieron grandes aportes políticos, económicos y filosóficos al marxismo-leninismo, particularmente en relación a la construcción del Partido, el frente único y la lucha armada. Eso que ya en 1939 Mao definió como las “tres armas mágicas”: “La experiencia de estos dieciocho años nos dice que el frente único y la lucha armada son las dos armas básicas para vencer al enemigo. El Frente único sirve para llevar adelante la lucha armada. Y el Partido es el heroico combatiente que utiliza estas dos armas para asaltar y destruir las posiciones del enemigo. Tal es la interconexión entre Partido, frente único y lucha armada. (“Con motivo de la aparición de El Comunista”, Obras escogidas, tomo II).

Tras el triunfo de la Revolución de Nueva Democracia –como la definieran los comunistas chinos en su integración del marxismo-leninismo a la realidad de la revolución en China–, fundada la República Popular el 1 de octubre de 1949 con Mao como presidente, dicha revolución fue llevada adelante en toda la extensión de ese gran país, en particular con una profunda reforma agraria que permitió a más de 300 millones de campesinos el acceso a la propiedad de la tierra. Esto, sumado a la pelea por la cooperativización del agro y el desarrollo de la industria, que llevó varios años, abrió el camino a la segunda etapa, la revolución socialista.

Roldán recuerda que Mao planteó en 1949: “Para la clase obrera la toma del poder no es más que el comienzo de la revolución, y no su coronamiento”. Los revolucionarios desarrollaron a partir de 1949 el camino emprendido en las zonas anteriormente liberadas, donde ya vivían más de 160 millones de campesinos que practicaban la reforma agraria, y la organización de la producción y la construcción económica. La clave para esa gigantesca tarea fue apoyarse en las grandes masas, para que ellas protagonizaran la revolución.

Mao Tsetung, aprendiendo de la experiencia de la Revolución en Rusia, y enriqueciendo el marxismo-leninismo, encabezó desde el inicio la lucha “contra los seguidores del camino capitalista”, entendiendo que durante todo el proceso de construcción del socialismo, existe la lucha de clases; las clases derrotadas pretenden restaurar el capitalismo, y esta lucha se expresa dentro del propio Partido Comunista.

La Revolución Cultural Proletaria
El desarrollo más importante de esto fue la Revolución Cultural Proletaria China. Ya a fines de la década de 1950 Mao denunció que en la Unión Soviética, tras la muerte de Stalin, en 1957 se había dado un golpe de Estado y una nueva burguesía se había hecho del poder, derrotando al proletariado, y restaurando el capitalismo en la patria de Lenin. Aprendiendo de esta experiencia, Mao dirigió el proceso de la Revolución Cultural, que duró 10 años (entre 1966 y 1976), y lanzando un gigantesco movimiento revolucionario de masas, impidió en ese momento la restauración del capitalismo en China.

Como escribió nuestro camarada Otto Vargas, secretario general del PCR: “La Revolución Cultural Proletaria expresó el momento más alto alcanzado por el proletariado mundial, desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Mao Tsetung elaboró entonces la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado, su mayor aporte al desarrollo del marxismo-leninismo. Esta teoría se basa en la comprensión de que el socialismo, como etapa de transición entre el capitalismo y el comunismo, abarca un periodo histórico prolongado en el que hay consonancia y contradicción simultánea entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y entre la superestructura y la base de la sociedad, y en determinado momento el aspecto principal es la contradicción. A lo largo de toda esta etapa existen clases, contradicciones de clase, lucha de clases, lucha entre el camino capitalista y el socialista, existe el peligro de restauración del capitalismo y la amenaza de subversión y de agresión por parte del imperialismo, por lo que es necesario persistir en la lucha entre el proletariado y la burguesía que, bajo la dictadura del proletariado, se expresa fundamentalmente en la lucha entre los marxistas leninistas y los revisionistas, entre los que defienden la dictadura del proletariado y los seguidores del camino capitalista”.

La restauración capitalista
A la muerte de Mao, en el mismo año en que habían fallecido Chou Enlai y Chu Teh, los otros dos grandes dirigentes de la Revolución China, recrudeció la lucha por el poder en el país asiático, los maoístas se dividieron, y la derecha del Comité Central del PC de China, encabezada por Deng Tsiaoping, logró hegemonizar la dirección del Partido y del Estado en 1978, abriendo paso a la restauración del capitalismo. Deng centró sus ataques en las Comunas Populares, magníficas experiencias desarrolladas por los revolucionarios chinos que mostraron lo que puede hacer el proletariado y las masas explotadas cuando tienen el poder, garantizando a centenares de millones alimentos, salud, trabajo, educación y vivienda en condiciones dignas.

La restauración capitalista en China y la restauración en la Unión Soviética fueron una verdadera tragedia histórica para el proletariado, para los revolucionarios y para los pueblos oprimidos del mundo; se cerró una etapa en el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado mundial. Una etapa en la que el proletariado conquistó y ejerció el poder en países que llegaron a abarcar la tercera parte de la humanidad.

La burguesía imperialista, y los renegados de todo tipo y color, desataron desde ese momento una inmunda y mentirosa campaña en todo el mundo, pretendiendo que “la revolución ya fue” y que el marxismo fracasó. Llegan a decir que el socialismo es similar al fascismo, y siembran escepticismo entre los explotados, para que no luchen por la liberación nacional y social, y que prime el individualismo porque “no hay otra” que vivir bajo las reglas del capitalismo.

Como dice el Programa de nuestro Partido: “La derrota del proletariado ha sido y es utilizada por la burguesía en todo el mundo para decir que el comunismo ha fracasado y desatar la oleada reaccionaria y revisionista más grande que sufrió el proletariado. Así el imperialismo, los terratenientes y la burguesía en todo el planeta intentan justificar la voracidad con que arrancan conquistas logradas en años de lucha revolucionaria por la clase obrera y los pueblos oprimidos y apelando a viejas teorías (estas sí ya fracasadas en el siglo 19) señalan que el capitalismo es el único camino y que la revolución social es imposible”.

A 42 años de la muerte de Mao, China se ha transformado en una potencia imperialista. Los usurpadores de la nueva burguesía que controla la dirección del Partido y el Estado explotan vilmente a su propio pueblo, y oprimen a otros pueblos de Asia, África y América Latina con su expansión imperialista.

Al mismo tiempo vemos desde hace años las crecientes luchas de los trabajadores y campesinos chinos. Estas luchas forman parte de los combates de los pueblos en todo el mundo, en momentos en los que ha crecido la desigualdad y mientras una pequeña minoría se hace cada vez más rica, centenares de millones se hunden en la pobreza.

En estos tiempos, las enseñanzas de Mao Tsetung tienen más vigencia que nunca, y son una guía para los revolucionarios en la larga lucha por terminar con la explotación del hombre por el hombre y con la sociedad dividida en clases, en nuestra patria y en todo el mundo.

Escribe Germán Vidal

Hoy N° 1733 05/09/2018