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02 de octubre de 2010

Conversamos con Aurelio Velárdez, integrante de la comunidad diaguita Tolombón, departamento de Trancas, Tucumán.

Los diaguitas hacen valer sus derechos

Ecos del Encuentro de pueblos y naciones originarias

Aurelio Velárdez, nos cuenta que es también “delegado de base de la Unión de los pueblos de la nación diaguita, que está ubicada en Tucumán, Catamarca y Salta.
“Venimos a este Encuentro para conectarnos con otros hermanos y hacer valer nuestros derechos, que están escritos pero no se ponen en vigencia. El Estado no los lleva a cabo y se están destruyendo todos los recursos donde vivimos, así tenemos que emigrar a las ciudades en busca de trabajo, eso hace que la tierra se vaya desertizando y así entran las multinacionales en todo espacio que encuentran, y también la desaparición de nosotros”.

–¿Cómo es su comunidad?
–Nuestra comunidad se divide en distintas tareas, una parte es la artesanal, que vive del cuero, la cría de animales, tejidos de telares, cerámicas. Otra parte son obreros golondrinas que van a las ciudades y a las cosechas, como el limón, la uva, en distintas partes del país. Y otra parte son agricultores. Nos cuesta mucho vender dado que nuestros productos casi no valen. La mayoría de nuestros productos son regionales, que se conservan como el zapallo, maíz, no son híbridos, son tratados con cosas naturales, no llevan ningún agregado químico. Son las cosas que nosotros usamos para nuestra subsistencia.

–Están dando una pelea larga por la tierra…
–Sí. Estamos en un proceso de preparación de documentos para hacer un juicio reivindicatorio por el territorio. Decimos territorio porque abarca todo, así podemos vivir comunitariamente. Queremos un título comunitario. Sino, corre riesgo de ser vendido algún día por algún hermano, y así se va destruyendo la comunidad.

–¿Cómo es la situación de su cultura, de su idioma?
–Nosotros hemos perdido gran parte del idioma. Tenemos tres partes: el cacán, el idioma madre, el quechua y parte del aimara. Y últimamente el castellano regionalizado. El que va allá puede comprobar que hay palabras que son propias del lugar. Podemos nombrar yuto, chasqui, Aconquija, chuya, que quiere decir líquido, cachiyaco, que quiere decir agua salada. También apellidos, se han borrado los nombres, y estamos peleando para recuperarlos.
Yo he dado una dura pelea hace 6 años con los jueces por el nombre de mi hija. Le hemos puesto Huarasoma, que quiere decir “amanecer bonito”, y el Estado no nos dejaba usarlo, nos querían obligar a cambiarlo. Nosotros hemos hecho resistencia y le pusimos ese nombre, estaba naciendo la organización. Nos cuestionaban qué diría la criatura cuando fuera grande. Nosotros les dijimos que era cuestión nuestra cómo educar a nuestros hijos. Y que ella lo va a saber entender. Ahora, con 6 años, ya integra la organización.

–¿Cuánta gente compone la nación diaguita?
–El cálculo aproximado que tenemos es de 40.000 familias, contando con la gente que está en las ciudades. Nosotros estamos censando en todo el país. Los que se consideran diaguitas nos mandan la documentación y nosotros lo mandamos al INAI. Porque estos hermanos nos van a ayudar, van a compartir con nosotros, y les tenemos que reservar un pedacito de tierra. Ahora estamos en juicio por la tierra.

–¿Desde cuándo están organizados?
–Empezamos en el año 1999. Porque venían los atropellos, por eso surgió la necesidad de formar esto. Costó mucho. Nos apoyamos en organizaciones de San Miguel de Tucumán, de derechos humanos, ecologistas, abogados, con los que trabajamos en común. Nos ayudan con dinero y alojamiento cuando hacemos nuestros encuentros.
Nosotros no decimos que la tierra es nuestra, decimos que somos parte de la tierra. Nuestra misión es protegerla para tener una vida digna.

–¿Qué le parece este Encuentro?
–Me parece un punto de partida. Las leyes están, pero quienes tienen que hacer la acción somos nosotros. Parte de nosotros el compromiso. Porque hay un derecho, y todo derecho trae obligaciones.
La obligación es dar a conocer, hacernos respetar, poner en vigencia las leyes, que las cosas mejoren para tener una vida con dignidad, que sea un país pluricultural y de respeto.
Le mando un saludo a la gente del diario por el aporte que hacen, ya que son pocos los que nos acompañan. Esto no trae dinero. Nosotros perdimos los caciques por 300 años.
Hemos empezado a organizarnos y empezó el cacicazgo de nuevo. Hubiese querido que nuestro cacique estuviese aquí, pero se nos ha ido hace poco con 105 años, muy dolido por traiciones que hubo en la comunidad, después de estar peleando durante 50 años. El siempre decía que nosotros apuntamos a la unión.