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13 de enero de 2016

Primer sindicato de periodistas (1)

Crónicas proletarias

 El repudio de los periodistas de La Nación a un reciente editorial de tono fascista de la dirección del diario, trae a la memoria los debates que surgieron en abril de 1919, cuando se constituyó en Buenos Aires el Sindicato de Periodistas y Afines. El contexto de esta agremiación lo daba el ascenso revolucionario, cuyas olas trascendían al movimiento obrero. Habían pasado apenas tres meses de la Semana de Enero, y se encontraban en huelga los bancarios, los actores, los autores, y los peluqueros. Decía la revista Caras y Caretas en ese año, sobre la situación: “huelga sin excepción de sexo o clase, huelgas del lujo y huelgas del hambre”.
El gremio, impulsado por algunos periodistas socialistas de La Vanguardia y de otros medios, y que contó con el apoyo de la FORA sindicalista, se planteó que sus fines eran “los perseguidos por todas las asociaciones obreras inmersas en la lucha de clases. Prescindiendo en absoluto de tendencias políticas e ideológicas, se buscaría la solidaridad y unión de los trabajadores; el mejoramiento económico, moral e intelectual; la constitución de un centro de información periodística para los asociados y el reclamo de reformas a las empresas”. Cintia M. Mannocchi, Periodistas en huelga (1919).
El surgimiento de este gremio, que al poco tiempo se unió con la Asociación de Periodistas en la Federación de periodistas y afines, desató el repudio de los dueños de los grandes diarios, en particular La Nación y La Prensa. En el primer caso, el director Mitre acusaba a los periodistas agremiados de ejercer coerción sobre el diario, en nombre de los “principios liberales” que debía defender el periodismo: “El carácter de violencia de esa iniciativa incompatible con los más legítimos derechos de autonomía intelectual que asisten sin lugar a duda a la dirección de los periódicos logró infiltrarse concretamente en la manera en que algunos de nuestros redactores, eludiendo el cumplimiento estricto de su deber, permitan inferir móviles de indisciplina y de subversión ulterior”. Con ese argumento despidieron a dos redactores que habían osado agremiarse. En el mismo sentido se expresó Ezequiel Paz, director de La Prensa, donde también fue despedido un redactor. 
Los periodistas acudieron a la Federación Gráfica Bonaerense, el gremio de los obreros gráficos, y se reunieron con los directivos. Paz rechazó la reincorporación, y con oligárquica arrogancia negó el reconocimiento del gremio de periodistas, a los que dijo poder reemplazarlos con ordenanzas. Paz afirmó “Nadie debe escribir como periodista lo que no puede sostener como caballero”. Esto desató una huelga que paralizó la salida de La Prensa por 11 días.