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06 de febrero de 2019

A 111 años de su nacimiento

Un andador de caminos

Héctor Roberto Chavero, “Atahualpa Yupanqui”, nació en la provincia de Buenos Aires el 31 de enero de 1908, de padre santiagueño y madre vasca. La vida rural en torno a Junín marcó su niñez, y la de Tucumán, su adolescencia.

Siendo su padre ferroviario trasladado a Tucumán en 1918, allí fue a vivir con su familia, de los 10 a los 15 años. En 1923 murió su padre, por lo que regresó a Junín con los suyos. En 1926 escribió Camino del indio, emprendiendo después un viaje al Norte por los Valles Calchaquíes, entre Tucumán y Salta, por la Quebrada y la Puna, en Jujuy, hasta el Altiplano en Bolivia.

Perseguido por la dictadura militar instaurada el 6 de septiembre de 1930, en 1931 buscó refugio en Entre Ríos, afincándose un tiempo en Rosario del Tala. Participó en la fracasada sublevación de los hermanos Kennedy, por lo que debió exiliarse en Uruguay. Pasó por Montevideo, para luego dirigirse al interior oriental y el sur del Brasil.

En 1934 reingresó a la Argentina por Entre Ríos y se radicó un tiempo en Rosario (Santa Fe), para luego establecerse, en 1935, en Raco (Tucumán). Hizo un breve viaje a Buenos Aires para actuar en radio, donde distintos intérpretes habían comenzado a popularizar sus canciones. Después anduvo los caminos de Santiago del Estero, para volver por unos meses a Raco en 1936. Recorrió Catamarca, volvió a Salta y Jujuy, y otra vez al Altiplano, buscando testimonios de las culturas aborígenes. Retornó a los Valles Calchaquíes, recorriendo a lomo de mula los senderos, y residió por un tiempo en Cochangasta (La Rioja).

A principios de la década de 1940, en Tucumán se casó con María Martínez, pero el matrimonio fracasó. Poco después conoció en Córdoba a Paule Pepin Fitzpatrick, “Nenette”, quien sería su definitiva compañera y colaboradora musical con el seudónimo “Pablo Del Cerro”. Algo más tarde se editó Piedra sola, su primer libro.

En 1944, en un nuevo recorrido por las provincias del noroeste creó El arriero. Perseguido por la nueva dictadura militar, instaurada el 4 de junio de 1943, debió abandonar Raco, hecho que dio origen a sus sentidas zambas Adiós Tucumán y La añera (1946). Proscripto y perseguido también en los primeros años del peronismo, en 1950 pasó a Uruguay y desde allí a Europa. En París, Edith Piaf le dio la oportunidad de compartir el escenario, debutando en junio de ese año. A partir de allí, realizó varias giras por distintos países de Europa.

Regresó a Buenos Aires en 1952, acogiéndose a la amnistía del gobierno de Perón, por lo que fue expulsado del Partido Comunista. Eso facilitó su reingreso a las radios, por lo que fue objeto de crítica de los sectores antiperonistas e incluso de los sectores reaccionarios del peronismo. Consecuentemente fue perseguido por la dictadura militar instaurada en 1955, a lo que respondió en sus Coplas del payador perseguido: “y aunque me quiten la vida/ o engrillen mi libertad/ y aunque chamusquen quizá/ mi guitarra en los fogones/ han de vivir mis canciones/ en l’alma de los demás”. Esas coplas recién se editaron en disco en 1965, bajo el gobierno de Illia.

Tras el “retiro” de la dictadura militar en 1958, pasó varios años alternando su vida entre Cerros Colorados (Córdoba) y Buenos Aires, hasta que en 1963/64 emprendió una serie de viajes a Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel e Italia. Durante 1967 recorrió en giras toda España, para luego instalarse casi definitivamente en París con periódicos regresos interrumpidos por la dictadura militar instaurada el 24 de marzo de 1976. Recién en 1979 volvió a presentarse en la Argentina. Sus actuaciones en Europa comenzaron a espaciarse a causa de algunos trastornos de salud. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad de Tucumán. Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín. En noviembre de ese año murió “Nenette”. No por eso dejó de cumplir sus compromisos laborales en Francia.

Retaceado de los medios argentinos por “la cultura menemista” y relegado al “arcón de los recuerdos” por el aparato cultural ligado a la dirección revisionista del Partido Comunista, en su última prolongada estada en el país atendió la composición de su libro La Capataza por Ediciones Cinco y se presentó en la Feria Internacional del Libro 1992, con el auspicio de esa editorial y de la Librería Raíces. Pocos días después, al retornar a Francia para cumplir su compromiso artístico en Nimes, se indispuso y allí murió el 23 de mayo. Sus restos descansan en Cerros Colorados, como él lo pidiera.

Trabajo, quiero trabajo
Cruzando los salitrales
uno se muere de sed.
Aquello es puro desierto
Y allí no hay nada que hacer.
Trabajo, quiero trabajo
Porque esto no puede ser
Un día veré al desierto
Convertido en un vergel.

El río es puro paisaje,
Lejos sus aguas se van,
Pero mis campos se queman
Sin acequias ni canal.
Trabajo, quiero trabajo,
Porque esto no puede ser,
Un día veré a mi campo
Convertido en un vergel.

Las entrañas de la tierra
Va el minero a revolver.
Saca tesoros ajenos
Y muere de hambre después.
Trabajo, quiero trabajo
Porque esto no puede ser.
No quiero que nadie pase
Las penas que yo pasé.

Despacito, paisanito,
Despacito y tenga fe,
Que en la noche del minero
Ya comienza a amanecer.
Trabajo, quiero trabajo,
Porque esto no puede ser.

Eleuterio Galván
Era una vida sencilla
La de Eleuterio Galván
Hombre ni joven, ni viejo
Tan pobre como el que más
Con dos hijos en las casas
Y otro perdido por ahí.

Tenía un rancho chiquitito
Cerca del cañaveral
Bebía un vino dudoso
Que lo ayudaba a prosear
Lo demás era silencio
Y era cuando hablaba más.

Las cosas no se emparejan
Cuando es duro el trajinar
Era una estrella pequeña
La esperanza de Galván
Soñaba con un caballo
Nunca lo pudo comprar.

Varios fueron al velorio
Cuando se murió Galván
Peón de surco con un rancho
Cerca del cañaveral
Hombre ni joven, ni viejo
Tan pobre como el que más
Con dos hijos en las casas
Y otro perdido por ahí.

Corresponsal

Hoy N° 1753 06/02/2019