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02 de October de 2010

Con los datos preliminares, abordamos las primeras ideas para un balance de las elecciones. El triunfo K y sus limitaciones. La derrota de sus rivales (dentro del sistema). El crecimiento del voto bronca y la perspectiva que abre para las fuerzas populares, patrióticas y democráticas.

Más de 4 millones pegaron fuerte

Con el voto en blanco, nulo o la abstención

1. El triunfo de CK
Cristina Kirchner ganó las elecciones en la primera vuelta con el 44,5% de los votos a partidos (el 30,9% del total del padrón). Dobló los votos de su escolta, Elisa Carrió. Su fórmula con Cobos se impuso en 21 de los 24 distritos electorales.
El Frente para la Victoria impuso sus candidatos a gobernador en Buenos Aires (Scioli), Formosa (Insfrán), Jujuy (Barrionuevo), Salta (donde Urtubey derrotó al candidato del PJ de Romero) y Santa Cruz (Peralta). El PJ K se impuso en La Pampa (Jorge), y en Mendoza (Jaque) derrotó al radicalismo K del vicepresidente Cobos. En Misiones, un aliado del gobierno, Closs, se impuso al también oficialista del Frente para la Victoria.
La fórmula kirchnerista se impuso en la mayoría de los 24 partidos del Gran Buenos Aires, adonde también triunfaron intendentes amigos del gobierno, tanto los del PJ como los del radicalismo K. El veterano caudillo de Lanús, Quindimil, fue derrotado luego de 30 años de gobierno por Díaz Pérez, un hombre de estrecha relación con el hoy kirchnerista Pampuro (que viene de haber sido médico personal de Duhalde).
El kirchnerismo logró mayoría y quórum propio en la Cámara de Diputados y controla a pleno el Congreso.

Balance, alianzas y fraude
El kirchnerismo pudo instalar su balance de que la Argentina está mejor en relación al infierno que había cuando llegó al gobierno y que los candidatos del sistema que lo enfrentaban ponían en riesgo ese balance. Ante los de abajo que mejoraron su situación, mostró a una oposición (dentro del sistema) que lo atacaba por derecha. Ante los de arriba, puso en evidencia que era el único garante de “la gobernabilidad” hacia un futuro con tormentas.
El kirchnerismo venía golpeado por la lucha popular, y por las derrotas electorales desde la de constituyentes en Misiones, pasando por Santa Fé, el fraude en Córdoba, y la derrota en Tierra del Fuego. Además, las contradicciones dentro del sector hegemónico del bloque dominante, que se fueron expresando en candidaturas, amenazaban con forzar una doble vuelta en octubre, peligrosa para la gobernabilidad del sistema.
En esa situación, el kirchnerismo replicó construyendo un amplio arco de alianzas que fue decisivo para el triunfo. En primer lugar, con Scioli y los “barones” del PJ del Conurbano Bonaerense. Por algo Duhalde, que aconsejó a sus “amigos” jugar adentro del kirchnerismo hasta las elecciones, declaró 4 días antes de los comicios que CK ganaba en primera vuelta. También se alió Kirchner con la mayoría de los caudillos del norte, la Patagonia y parte de Cuyo, peronistas y radicales. Para articular esas alianzas debió imponer el sistema de listas colectoras, con varios candidatos acoplados a la boleta oficial que traccionaron votos para CK.
Esas alianzas fueron el resultado de arduas negociaciones, dentro y fuera del país. Adentro, con Clarín, cuya organización para encuestas, el CEOP, fue contratada por el gobierno y un minuto antes de la finalización de los comicios instaló el “boca de urna” con el triunfo de CK por el 46%. Con Techint, que “le bajó el perfil” a su empleado Lavagna. Con el monopolio anglo-ruso Pan American, el sojero Urquía, etc. Y afuera del país, con el mexicano Slim, en Alemania con Siemens y Volkswagen, en España con las privatizadas, y con los monopolios yanquis radicados en la Argentina. Negociaciones que repercutieron reduciendo los fondos de campaña de sus rivales. Esas alianzas llevaron al kirchnerismo a achicar al máximo sus blancos. La “renovación” en Buenos Aires se redujo a Quindimil, y en el país a Romero de Salta.
En definitiva, después del terremoto del 2001 que destrozó a la UCR y el PJ, el kirchnerismo trabajó para un gran reagrupamiento de fuerzas para constituir una gran fuerza política del Estado, o si se quiere, mantenida por el Estado. Y aprovechó la fragmentación de la oposición, su identificación con el poder, sus posiciones de centroderecha y sus proyectos económicos con figuras que fueron parte de gobiernos repudiados por las masas (Prat Gay, González Fraga, Alieto Guadagni, etc.): ninguna de estas fuerzas era un “voto útil”.
En ese contexto el kirchnerismo pudo manejar “a gusto” los comicios: demoró la convocatoria a autoridades de mesa para reemplazarlas por su aparato adonde pudo, se tomó tres horas para dar datos, utilizó a sus punteros para arrasar una y otra vez con las boletas opositoras, e hizo lo que quiso en las mesas sin fiscales: en La Matanza hay mesas con más votos que empadronados. ¿Quién puede saber los puntos que ganó con ese fraude? Los que tienen poder como para denunciarlo, como Clarín, estaban en la tranza.

Costillas débiles
CK perdió en Capital Federal ante Carrió, que ganó en toda la ciudad salvo en barrios del sur (Mataderos, Lugano, Soldati), y en San Cristóbal. También perdió en Córdoba frente a Lavagna (favorecido por el corte de boleta del PJ de De la Sota), y en San Luis con Rodríguez Saá. En Santa Fe ganó CK, pero muy cerca de Carrió.
El kirchnerismo perdió en muchos centros urbanos: Capital Federal, Córdoba, Rosario, Santa Fe, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, etc. Lo castigó una parte importante de lo de más abajo y de gran parte de las capas medias.
Además, hay que analizar en detalle lo sucedido en muchas provincias. Por ejemplo, en Jujuy ganó Barrionuevo (hombre de Fellner aliado a “los colombianos” de la droga). Fellner es uno de los más antiguos aliados de Kirchner, y después de 9 años de gobierno su candidato sumó solo 93.000 votos (de un padrón de 410.801), perdió las intendencias de la Capital y San Pedro. Otro sector del peronismo, liderado por Snopeck, en dos meses organizó un partido que sacó 76.331 sufragios (ganó en Perico, La Quiaca y otros lugares). El radicalismo ganó la capital, San Salvador, derrotando a la lista oficialista de Milagros Salas y el aparato de la CTA. Otros casos son Santa Fe (virtual “empate” que el PJ provincial asume como derrota), y Córdoba.
La derrota del candidato de Cobos en Mendoza, Biffi, y el triunfo de Carrió en San Isidro, dejaron muy comprometida a la “concertación” de la que tanto habló CK: el vicepresidente Cobos quedó en el aire, y los radicales de San Isidro no fueron “fieles” a la concertación.
El kirchnerismo ha salido de las elecciones atado a compromisos con Scioli, con los "barones" del Conurbano bonaerense, y deberá hacer acuerdos con los gobernadores e intendentes ganadores.

2. Opositores "dentro del sistema"
La oposición a K dentro del sistema, paga por sus propuestas de centro derecha y derecha.
La derecha más reaccionaria, de “mano dura” sufrió un durísimo golpe. Pro, el partido de Macri, sumó 243.303 votos a senador (menos de la mitad de Carrió) habiendo sacado más de un millón en la segunda vuelta para jefe de gobierno; su alianza con De Narváez salió tercera en Buenos Aires. Sobisch, después de tres años de campaña sacó el 1,56%. Blumberg tuvo el 1,28% a gobernador bonaerense, y Patti el 2,48%. Y el “buldog” López Murphy desapareció de la escena con el 1,45%.
El aparato radical alfonsinista, que prometió llevar a Lavagna al gobierno, fracasó (igual que los radicales K de Cobos). Su candidato en Buenos Aires, Ricardo Alfonsín, sacó el 5%. En medio de esas derrotas, emerge la figura progresista de Stolbizer, segunda en Buenos Aires, y algunos caudillos provinciales y locales.
Una de las expresiones del nacionalismo militar, el PPR, repitió los resultados del 2003, con el 0,25% de los votos.
Se abre un nuevo mapa político. Con “los K” en el centro, con Scioli y los barones del PJ, más los ganadores en algunas provincias como Binner, Carrió como segunda fuerza, y figuras progresistas como Margarita Stolbizer y Fabiana Ríos.

3. El costillar débil de K
Al cierre de esta edición, con el 96,51% de las mesas escrutadas, habían votado el 74,14%: la cifra más baja desde 1928 para una elección presidencial. No votó el 25,86%, lo que significan 7.005.535 personas. Hubo 934.088 votos en blanco (4,81%) y 217.573 nulos (1,12%). En total son 8.157.196 personas que no votaron o lo hicieron en blanco o nulo. En el año 2003 esa misma suma fue de 6.092.545 personas (en el 2001 fue el pico histórico de 10.592.667 personas).
Descontando a los no votantes el 15% del padrón que no vota por viajes, enfermedad, mayores de 70 años que deciden no votar (que es la cifra que no votó en 1983), en las presidenciales del 2007 hubo 4.093.661 abstenciones, votos en blanco y nulos (el 15,1% del padrón), casi el doble del 2003, cuando sumaron 2.270.479 personas. Esa cifra de más de 4 millones de personas es casi la misma que obtuvo Carrió.
No toda esa cifra corresponde a votos bronca, pero sí gran parte de ella. Es una enorme corriente que se opone al kirchnerismo y a sus rivales dentro del sistema y enfrentó la trampa electoral. Ya resuenan las “quejas” de los publicistas del sistema.
Esa corriente fue la segunda fuerza, por encima de Carrió, en el Gran Buenos Aires (25% en Matanza), y la primera fuerza en lugares como Mar del Plata con centro en la gran lucha de los trabajadores del pescado. Lo que muestra que fue la principal forma de castigo al kirchnerismo de la clase obrera y las masas populares.
El voto en blanco, en el Conurbano Bonaerense llegó al 17% en Presidente Perón, el 13, 2% en Escobar, el 12% en Tigre. En la Provincia de Buenos Aires hubo casi 600.000 votos en blanco a  presidente, y suben al 9,54% a gobernador, y el 11,61 a diputados nacionales. A presidente en La Pampa el 13,64%, La Rioja el 10,43%, Misiones el 9,03%, Neuquén el 7,98%, Santa Cruz el 4,88%. No votó el 41% en Santiago del Estero, el 34% en Catamarca y en Formosa, el 33% en Jujuy y Salta, el 32% en Corrientes, el 30% en Córdoba, Tierra del Fuego y Chaco.

Una gran campaña
Hubo, ninguneada por los medios de comunicación del sistema, una gran campaña votobronquista en casi todo el país. Fue protagonizada por muchas organizaciones sociales y políticas, y por movimientos populares. El PCR y la JCR fueron, en muchos casos, el motor de esa campaña. También, de frentes unitarios como los que se expresaron en la solicitada aparecida en Diario Popular el 25/10, y el acto unitario, con alrededor de 7.000 personas, en la Plaza Lorea.
Las candidaturas testimoniales (ver pág. 3), de hecho, dividieron a las fuerzas que luchan y dificultan el reagrupamiento de fuerzas necesario para abordar las tormentas que se avecinan.
Hay mucha leña en el fuego y muchas brasas del Argentinazo. Como viene ocurriendo, las luchas populares llegaron hasta el filo de los comicios y continuaron al día siguiente. La crisis de hegemonía (o de “gobernabilidad” como le llaman los de arriba) no ha podido ser cerrada con la trampa electoral, ni con el cambalache político kirchnerista, en el que antes, durante y después de las elecciones, hubo enfrentamientos con tiros y heridos. Tampoco pudo ser absorbida por los cambalaches anti K del sistema, que ya se están pasando facturas entre ellos. Hubo pactos “de gobernabilidad” que van a durar lo que los comicios, después viene la pelea por el reparto de la torta entre buitres hambrientos.
Por delante hay muchas nubes de tormenta. Tambores de guerra y temblores financieros en el mundo. Y adentro, inflación, hambre, salarios de pobreza, trabajo en negro, sed de tierra de los originarios y trabajadores del campo. La deuda interna: hambre, desocupación, educación, salud, vivienda, contaminación, cultura. La lucha por la aparición con vida de López y los más de 5.000 dirigentes populares procesados. La deuda externa, la crisis energética y la lucha patriótica por la nacionalización de los recursos estratégicos y contra la entrega de 2.100.000 kilómetros del Atlántico Sur al colonialismo inglés.
Se abre ahora un momento para hacer el balance de las elecciones y debatirlo en las grandes masas, confrontando con el balance del kirchnerismo y los publicistas del sistema. La unidad alcanzada, y el balance en las masas, tiene que servir para que ese núcleo social y político votobronquista sea el motor de un amplio reagrupamiento de fuerzas populares, patrióticas y democráticas, que sea un instrumento para impulsar y coordinar las luchas, y para jugar con independencia en las tormentas que se avecinan.
La batalla política fue grande. El esfuerzo fue duro. Los resultados muestran que el camino para avanzar está abierto. Profundizarlo es el desafío: con las enseñanzas del Argentinazo, de cara a la crisis política que madura.