Como parte de la infame campaña anticomunista se acusa al régimen socialista soviético de genocidio contra el pueblo ucraniano. Es un lugar común de la mitología burguesa y de los revisionistas del marxismo tildar de forzosa la colectivización agrícola. La culpan de haber provocado en 1933 una terrible hambruna y millones de víctimas.
Hay que decir, ante todo, que la invasión de Hitler a la URSS logró ocupar Ucrania un par de años pero no pudo montar una importante fuerza colaboracionista ni pudo impedir el desarrollo de una grande y heroica resistencia guerrillera. Esta golpeó crecientemente en los territorios ocupados a los genocidas nazis con el apoyo activo de las masas campesinas ucranianas y ayudó mucho al Ejército Rojo y a Stalin, el jefe de la guerra antifascista.
La colectivización fue una epopeya. Su historia está aún por escribirse. Grandes obras literarias, como la de Sholojov, y numerosos relatos y testimonios proporcionan material para el estudio. Los documentos del PC soviético de la época proporcionan la base. También están las críticas publicadas en su tiempo por los principales opositores. Pero desde hace décadas se viene inundando al mundo con leyendas y maldiciones contra la colectivización, producto del odio furioso de clase de la burguesía.
En conversaciones con Churchill, Stalin confesó que fue la experiencia más difícil que le tocó vivir, equiparable o inclusive más dura que los momentos más terribles de la guerra antifascista.
La colectivización, la gran explotación rural socialista, fue un gigantesco emprendimiento revolucionario, inédito en la historia, que liberó a cerca de cien millones de jornaleros, campesinos pobres y campesinos medios de la capa inferior, de la miseria, el atraso y el analfabetismo.
En los tres años iniciales se organizaron más de 200 mil granjas colectivas (koljoses) y unos cinco mil sovjoses (haciendas estatales). Casi simultáneamente se logró aumentar la superficie cultivada en 21 millones de hectáreas. Esto fue el resultado de una gigantesca práctica social, política, económica, técnica y cultural, que abarcó y organizó a decenas de millones. Fue el resultado de una despiadada lucha de clases orientada por la línea política e ideológica del PC y dirigida por sus células y comités rurales.
Los kúlaks (campesinado rico) apelaron a los asesinatos de comunistas, motines, matanzas de ganado, quema de depósitos, envenenamiento del agua, destrozo de maquinarias, etc.
La furiosa resistencia de la burguesía rural, su sabotaje desde afuera y desde adentro de las haciendas colectivas y estatales, librando una verdadera guerra por hambre, por un lado, y, por el otro, errores izquierdistas cometidos, provocaron hambruna con numerosas víctimas en algunas regiones del Cáucaso septentrional, de Ucrania y de Kazajstán a fines de 1931, a fines de 1932 y comienzos de 1933. Apoyándose en estos hechos y exagerándolos al máximo, los derechistas arreciaron sus presiones en todos los escalones del PC y del Estado para frenar y revertir el proceso de colectivización. Incluso Stalin y otros dirigentes fueron amenazados de muerte como reveló Stalin en un discurso pronunciado a mediados de 1935.
03 de October de 2010