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20 de October de 2010

Publicamos la primera parte de una conversación con los camaradas Agustín Funes, secretario del PCR de Córdoba, y la Gringa, integrante del Comité Zonal, sobre el proceso de los trabajadores de la alimentación de Córdoba.

“Hay que estar en la vida de los trabajadores”

Hoy 1340 / La experiencia de Arcor Córdoba (nota 3 de 4)

Funes fue uno de los protagonistas del proceso de recuperación del Smata Córdoba en 1972, cuyo secretario fue René Salamanca. Aquello, afirma Funes, tampoco se puede entender sin la línea que impulsó el PCR en ese entonces, personificada en quien fuera secretario del PCR regional, César Gody Álvarez (Antonio), detenido desaparecido por la dictadura videlista al igual que Salamanca. Por eso en la conversación, aquella experiencia aparece de manera inevitable.
 

Funes fue uno de los protagonistas del proceso de recuperación del Smata Córdoba en 1972, cuyo secretario fue René Salamanca. Aquello, afirma Funes, tampoco se puede entender sin la línea que impulsó el PCR en ese entonces, personificada en quien fuera secretario del PCR regional, César Gody Álvarez (Antonio), detenido desaparecido por la dictadura videlista al igual que Salamanca. Por eso en la conversación, aquella experiencia aparece de manera inevitable.
 

El viraje
El compañero Agustín relata que comenzaron a abordar el trabajo en el gremio de la alimentación “en el inicio del viraje al movimiento obrero que planteó la dirección del Partido”. Dice: “Nosotros habíamos estado en las fábricas, pero no habíamos resuelto bien la contradicción entre la desocupación y el hambre, y la fábrica, donde quedó aislada la fábrica. Hicimos una división del trabajo para abordar distintos gremios, y la Gringa quedó a cargo de la alimentación”.
La Gringa dice: “Cuando arrancamos, me fui a Lía y me sentaba en la parada de los colectivos. Escuchaba a las chicas y los muchachos. Fuimos viendo que vivían cerca de la fábrica, porque cobraban sueldos muy bajos.
“Hicimos una división del trabajo. A pararse a la puerta de la fábrica fueron Agustín y otros compañeros. Mi tarea fue llegar casa por casa, desde mi trabajo de encuestadora. A la conversación entrás desde la vida, no desde la política. La primera compañera que me abrió la puerta, fue desde conversaciones sobre los hijos, y esas cosas. Le cuento que era de la CCC, y que me interesaba lo que pasaba en la fábrica. Una compañera con dos hijos, que era jefa de hogar; decía que no sabía nada de política, pero era la que más conocía de la explotación. Estaba a cargo de los dos chicos, y hacía malabarismos para vivir. El primer volante que sacamos, para un 8 de marzo, comenzó a partir de charlar con ella, un día que no me pudo ofrecer mate porque no tenía garrafa. Cuando vio la repercusión de ese volante en la línea, no sabés la alegría que tenía”.
Agustín agrega: “Los obreros están dentro de las fábricas, por lo tanto ahí hay que ir a buscarlos. Podés decir, no hay que hablar con nadie en la puerta, pero la experiencia nos fue mostrando otra cosa. Si vas siempre, y a la gente le interesa lo que decís, te van a hablar. El ‘buenos días’, el ‘hola que tal’, son un mensaje, porque vos ni estás adentro ni sos vecino. Llegaste ahí con algo que les hacía falta, que adentro no estaba. Es un trabajo paciente, que hicimos no sólo en Lía, sino en Caroya y Totoral. Llegó un punto que fuiste parte. Lo de adentro decide, pero lo de afuera ayuda. Eso es lo que sentimos nosotros en el Smata. Esta experiencia te revive aquello. Cuando sale ese primer volante, la compañera se asombra de que las otras mujeres digan ‘lo mismo me pasa a mí’, porque ella pensaba que era la única”.
 

Cuando lo de afuera pasa a ser de adentro
Sigue la Gringa: “El tema es cuando lo de afuera pasa a ser de adentro. Esto lo vimos cuando un día los matones del gremio nos quisieron sacar de la puerta de Caroya, y los delegados se ponen entre los del gremio y nosotros y dicen: ‘ellos se van a quedar’. Hubo un momento en que no hacía falta que estemos nosotros, porque la línea fue encarnando en ellos. Este fue un proceso de varios años. Llegamos a sacar un volante cada 15 días, con los detalles de lo que pasaba en la fábrica.
“Nosotros tomamos posición ante cada hecho, como por ejemplo cuando murieron cinco compañeros de Arroyito en un accidente de colectivo. Vos tenés que estar en la vida de los trabajadores, en lo que les pasa a ellos. Llegó un momento que ‘el’ tema pasó a ser quiénes eran los de la Corriente adentro, porque los volantes reflejaban lo que pasaba en las distintas líneas y sectores. Pero a la vez, en todos los volantes, en medio de las cuestiones concretas de la fábrica, siempre poníamos el momento político, y apuntábamos a los responsables. Y nunca dejamos de sacar volantes para llegar hasta el último, incluso cuando pasamos a tener gente adentro”.
Acota Agustín: “Existe la idea de que lo avanzado es por la historia. Esto es una parte, pero la historia se hace todos los días, y uno es avanzado siempre con relación a algo. Lo de ayer era avanzado ayer, y te sirve para orientar, pero no es que va a ser igual. Muchas veces está la idea que tiene que ser igual que en la época que ganamos el Smata, y no es así. Me tengo que dar tácticas para llegar al centro. Para el enemigo también es el centro y trata de protegerlo. En esto sirve el ejemplo de Perdriel, que no era el centro del Smata, pero fue una gran pieza para llegar al centro, que era Santa Isabel. De lo chico a lo grande, de lo grande a lo poderoso. Hay que ver el tamaño y el poder social que tiene la alimentación hoy”.
 

Un salto en la relación
Para la Gringa: “El primer salto fue desde nuestra llegada hasta la elección de Interna del 2007. Era un momento que Pagani estaba exportando mucho, y todavía andaba a los abrazos con Kirchner. Un momento de dólar alto, exportaciones a todo el mundo, y acuerdo con Danone para armar Bagley Latinoamérica, en disputa abierta con Kraft.
“Siempre dimos la pelea por el salario igual a la canasta familiar. Los volantes los titulábamos con el monto del salario que peleábamos, por ejemplo me acuerdo uno que decía ‘$1.800’. En ese momento ganaban $1.200, y muchos decían ‘estos están locos, mirá lo que piden’. Otros planteaban ‘no se va a poder conseguir, pero que haría falta, haría falta’. Con esto íbamos al debate. Estaba el problema de los contratados, que planteamos siempre. Y la necesidad de la asamblea.
“Metíamos ‘que los delegados convoquen a asamblea’, y la gente lo fue tomando y los fue arrinconando. Mientras el Sindicato hacía pie en Elaboración y desde ahí les decía a las de Envasado, ‘voten esto’, nosotros nos dimos una línea de unir Envasado y Elaboración, y las mujeres con los varones. La masa va obligando a los delegados que se muestren, y ahí aparecen los que son subordinados a la empresa o al gremio.
Agrega Funes que: “hay una corriente que va haciendo un recorrido. Van cambiando los delegados, son más representativos, la gente le va teniendo más confianza. Y van calando más a la dirección del gremio. A Morcillo [secretario del STIA Córdoba] lo putean en la primera toma de Lía. El gremio contraataca con el ‘son zurdos’. Se empieza a hacer más de masas el ‘como dice la Corriente’, y van viendo qué tipo de delegados quieren.
La Gringa recuerda: “En el 2007, en Lía se tomó la fábrica 10 días antes que gane Cristina. Tres meses después que gane la Interna la Lista Amarilla, que nosotros apoyamos. Se hace un recorrido con asambleas esos meses, conociendo la experiencia de Terrabusi de las efectivizaciones, en medio de una paritaria que se había firmado muy desfavorable a los obreros. El 18 de octubre se para por aumento salarial, la empresa despide  a 174 y se toma la fábrica. Se logró no sólo las 174 reincorporaciones sino además, la efectivización de 101 compañeros, y fue histórico. También eso es parte de nuestro trabajo”.

Partimos de la confianza en la masa
La Gringa reflexiona: “un tema que se nos planteó era si esperamos a tener la agrupación, la célula del Partido, etc., o si la masa protagoniza, y en ese camino encuentra los dirigentes que necesita. Con un Partido que ayuda a lo mejor que sale de la masa a hacer suya una línea revolucionaria. Nosotros no inventamos los cuadros, los que van a ser cuadros comunistas, están adentro de la fábrica. Fue la experiencia del Gordo Antonio, que encuentra a los activistas en Perdriel, a Salamanca, etc. Esa experiencia nos ayudó a nosotros a ver que se podía construir, aunque no tuvieras gente tuya adentro. Partimos de la confianza en la masa, y tratamos de que a ese núcleo vaya comprendiendo lo que es el Estado, y el marxismo. Y seguimos peleando lo de meter gente en las fábricas.
“Fue un proceso que protagonizó el Partido, en distinto grado y medida. Tuvo una cabeza, el secretario, el Comité de Zona, y compañeros del Partido y la Juventud que participaron, con distintas contradicciones. Mirá como será que nos conocían que cuando Agustín se tuvo que operar y estuvo un tiempo sin ir, los trabajadores le preguntaban a los compañeros ‘Che, ¿y el Pelado?’
“Nos fuimos ganando el corazón de la gente.”