1. No va a quedar impune
1. No va a quedar impune
Mariano Ferreyra, joven luchador clasista y miembro de Partido Obrero, cayó asesinado en la lucha, en la cobarde emboscada de la patota sindical organizada por la dirección de la Unión Ferroviaria, con el apoyo de la empresa Ferrobaires, y la complicidad de la “zona liberada” por la Policía Federal del gobierno K. Otros militantes del PO están heridos de bala. El PCR y la JCR participamos en la gran marcha y acto en Plaza de Mayo exigiendo el castigo a los responsables materiales y políticos de esos crímenes. Y acompañamos el dolor de familiares y compañeros de Mariano en su cortejo fúnebre.
Hay filmaciones y testigos. El gobierno es responsable de la inmediata identificación de los asesinos de Mariano y de los que la ordenaron y encubrieron. Está demostrada la participación de Pedraza y sus cómplices de la dirección de la Unión Ferroviaria, y de la cúpula de la empresa concesionaria en la organización de la patota contra la movilización de los ferroviarios tercerizados. Y es harto evidente que la Policía Federal les dejó la zona liberada para que operaran. Desde ahí parten los hilos de la cadena de mandos hacia los responsables políticos.
Un negocio infame
Pedraza y la dirección de la Unión Ferroviaria, las concesionarias ferroviarias, y la Secretaría de Transporte del gobierno K, han constituido una trama de negocios que mueve miles de millones de pesos. Los subsidios del gobierno alimentan a concesionarias, de patronales amigas del gobierno K (como Cirigliano, Roggio, etc.), una de ellas, el Belgrano Cargas (de la que son socios Moyano y Franco Macri), está gerenciada por Elsa Coria, esposa de Pedraza. Esas empresas tercerizan el trabajo del ferrocarril a una red de cooperativas que pagan salarios en negro que son la tercera parte del que cobran los ferroviarios. La que está en lucha por los despidos y el reconocimiento como ferroviarios, tiene entre sus dueños a Maximiliano Pedraza, hijo del jerarca de la UF, y participan de su dirección otros dirigentes de la UF como Armando Matarazzo y Raúl Castellano.
Los asesinos fueron mandados a defender el infame negocio de quienes han transformado direcciones sindicales en empresas que se llenan los bolsillos con la más brutal superexplotación obrera. Son jerarcas asociados con patronales y grupos políticos del gobierno.
2. El gobierno tiene que explicar
El gobierno de los K, de arranque, montó una operación política en la que pretendió presentarse como “víctima” de una supuesta “conjura” de Duhalde y “los que buscan un muerto”, como dijo Cristina K. La presidenta puede seguir aburriendo con sus discursos autorreferenciales (ese permanente “yo dije, yo hice, yo viví…”, con el que cree que da cátedra). Pero cuando hay sangre derramada, y no había ni un miserable “perejil” preso, pasó la raya al ensuciar a la víctima y colocarse ella en su lugar. Se prestaron para esa infame teoría K de los dos demonios, Hebe de Bonafini y otros seguidores K en los movimientos de democráticos, o se mantuvieron en silencio, como Carta Abierta.
Duhalde tiene responsabilidades impagas por el asesinato de Kosteki y Santillán, son las mismas que tiene el jefe de Gabinete K, Aníbal Fernández, que era que era el secretario general de la Presidencia del gobierno de Duhalde.
En sus primeros discursos, Cristina K dijo cosas gruesas. Defendió a la Policía Federal ante las denuncias de “zona liberada” (igual que Aníbal Fernández). También, dijo que no quería un país con “palos y armas de fuego”. ¿Cómo puede igualar a los asesinos de Mariano, que salieron a matar con sus armas de fuego, con las protestas que se autodefienden con algunos palos de las patotas sindicales-patronales y los grupos provocadores de los servicios?
La operación del gobierno fracasó, y ahora tiene mucho que explicar, como muestran las fotos del presunto responsable del asesinato de Mariano, Cristian Favale, abrazado con Sandra Russo, columnista del programa K 6,7,8, y designada por el gobierno “biógrafa” de la presidenta; y también con los ministros de Educación Sileoni, y de Economía, Boudou, organizador de la peña en la que se tomaron esas fotos, a la que solo se ingresaba con invitación. ¿Favale era guardaespaldas de algún ministro?
3. La irrupción de la juventud obrera
Quienes tomaron la decisión de organizar la patota asesina, y le ordenaron tirar a matar a una manifestación de trabajadores, son los que vienen trabajando, desde diciembre del 2001, para desalojar de las calles a las protestas obreras y populares, liquidando así la más importante conquista democrática del Argentinazo.
Una y otra vez lo intentaron. Los más de 30 asesinados en diciembre del 2001, Kosteki y Santillán en Avellaneda, y Cuéllar e Ibáñez en Libertador. La represión a los trabajadores del Hospital Francés y los del subte. El asesinato a Carlos Fuentealba en Neuquén. El desalojo en el heroica huelga de Kraft y la represión a los ferroviarios en Constitución. Los asesinatos de Diego Bonefoi, Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas en Bariloche. Y tantos otros casos.
Cada vez que se produjeron esos brotes fascistas, de fuerzas de choque del Estado o paraestatales, la lucha de la clase obrera y el pueblo los desenmascaró y les impidió avanzar.
En esa pulseada, en los últimos años fue irrumpiendo esa inmensa masa de trabajadores jóvenes con los que las patronales “cambiaron la sangre” en sus empresas, para ir a fondo en la flexibilización laboral, la tercerización y el trabajo en negro, sometiéndolos a brutales jornadas de trabajo y ritmos de producción infernales. Superexplotación que fue posible por la participación de los jerarcas sindicales y el Estado, lo que provocó el odio de esa juventud obrera a los aparatos sindicales y políticos, podridos, del sistema. La respuesta no tardó en llegar: los estallidos de desbordan a los jerarcas sindicales, y dejan en el aire a los aparatos que, antes, funcionaban como herramientas de contención de la lucha de clases.
4. La “gobernabilidad” en la picota
La irrupción de esa masa de jóvenes obreros viene empalmando con los veteranos clasistas, produciendo los grandes combates que han colocado a la clase obrera en el centro de la escena política. En particular, a partir de la emblemática huelga de Kraft, que fue precedida por la lucha que conquistó la efectivización de cientos de jóvenes, que imponen el funcionamiento en asambleas y cuerpos de delegados, y buscan caminos combativos con cortes de rutas. Frente a las traiciones de sus direcciones sindicales, encuentran el apoyo en multisectoriales en las que pueden asociarse con otros sectores obreros y populares en lucha.
Esas masas de jóvenes obreros y obreras, irrumpen acá y en el mundo, como se ve en Francia y en casi toda Europa, o en China. Enfrentan los ajustes de los gobiernos y los despidos y la falta de trabajo que provoca la crisis que, como la del ‘30, castiga sin misericordia, y vuelve cuando anuncian que terminó.
Los Pedraza ven cómo se va minando su fuerza. Pero no sólo los Pedraza. Los monopolios y los terratenientes que controlan el poder, los que sostienen al gobierno y los que se ilusionaron con que, de la mano de Kirchner iban a reconstruir “la gobernabilidad” del sistema, se encuentran ahora con que “la bonanza económica nunca fue aprovechada –con intencionalidad o por impericia– para intentar rehacer un sistema político que fue pulverizado por la crisis del 2001”, como sinceró Van Der Koy (Clarín, 23/10).
5. Una herida abierta
La podredumbre va saliendo a la luz tras el infame asesinato de Mariano Ferreira, con Elsa Rodríguez peleando por su vida y otros heridos de bala en la emboscada de Barracas. Va a tener consecuencias muy profundas en la situación política.
La herida que se ha abierto en el movimiento obrero y popular es muy profunda.
Se desploma la mentira del doble discurso kirchnerista. El gobierno deberá hacer mucho más de lo que está haciendo, y deberán rodar muchas cabezas, si es que puede. ¿En la cancha de Moyano, con los Kirchner, no estuvo la patota de Pedraza? Las fotos de Yasky con los Kirchner, y de sus abrazos con Moyano, también alumbran hacia dónde empujaba a la CTA hasta que fue barrido por el triunfo de la Lista opositora de Micheli y Perillo. Las derechas opositoras que claman por “reconciliación” con los fascistas, y piden ajustes, saben bien que “el horno no está para bollos”.
Los más de treinta asesinados del Argentinazo, como el compañero de la CCC, Daniel Rodríguez; como Kosteki y Santillán, Cuéllar e Ibáñez, Fuentealba, Diego Bonefoi, Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas, Mariano Ferreyra, y tantos otros, son banderas de la lucha obrera y popular. No olvidamos, no perdonamos. Los hemos despedido cantando: ¡Hasta la victoria, siempre! Y vamos a cumplir con ese mandato.