1. El Quinto Congreso se realizó a fines de mayo de 1987. En él se realizó un exhaustivo análisis de la situación internacional y nacional. En el plano internacional el Quinto Congreso reafirmó la Teoría de los Tres Mundos y los análisis realizados en el Cuarto y Quinto Congresos sobre el proceso de restauración capitalista operado en la República Popular China, y mantuvo en alto las banderas y la defensa del marxismo-leninismo-maoísmo.
En el plano nacional realizó un profundo análisis marxista-leninista de la política del gobierno de Alfonsín, de las luchas obreras y populares desarrolladas, fundamentando teórica y políticamente nuestra línea de frente único en la situación concreta que atravesaba nuestro país. El Quinto Congreso reafirmó y actualizó igualmente algunos puntos concretos del Programa y el Estatuto, y discutió el Balance del trabajo del Partido luego de tres años de gobierno alfonsinista.1
El Congreso –realizado inmediatamente después de los acontecimientos militares de Pascuas de 1987, que analizó en particular-, trazó la línea general del Partido, en especial frente a las próximas elecciones de septiembre de 1987. Esa línea tenía como eje principal impulsar la confluencia de las luchas obreras, campesinas y populares en general, contra la política de hambre y entrega del alfonsinismo, con el objetivo de “torcerle el brazo” a Alfonsín, organizar y movilizar a las masas en la lucha por la defensa y extensión de las libertades democráticas, bloquear todo intento de golpe o autogolpe de Estado y unir en un frente patriótico y democrático a todas las fuerzas opositoras a esa política alfonsinista, para empujar esa confluencia y esa lucha y, de ser posible, darle vuelta el guante a Alfonsín en las elecciones nacionales, provinciales y comunales de 1987. Todo esto con el objetivo de acumular fuerzas para barrer el Estado oligárquico-imperialista (Documentos, Quinto Congreso, pág. 48). Esta posición reafirmó la adoptada en junio de 1986 por el Comité Central.
2. Las elecciones del 6 de septiembre de 1987 produjeron un cambio brusco e imprevisto por su magnitud en la situación política nacional. El alfonsinismo fue derrotado abrumadoramente en las urnas en todo el país. La política cambió a impulso de las masas, desde abajo. La política nacional entró en un nuevo momento y el alfonsinismo quedó desde entonces seriamente herido y deteriorado.
Los resultados electorales lo llevaron a una situación donde no controlaba la Cámara de Senadores ni tenía quórum propio en la Cámara de Diputados. El peronismo gobernaba dieciséis provincias, y Partidos provinciales otras tres, aunque el radicalismo en varias provincias conservaba la mayoría legislativa.
El proyecto que soñó con organizar un “tercer movimiento histórico” (superador de los dos grandes movimientos nacional reformistas de la Argentina, el irigoyenista y el peronista) e imaginó hegemonizar la política nacional hasta 1995, fue descalabrado.
Para esto fue un hecho de significación la derrota del proyecto de ley sindical alfonsinista. Las clases dominantes en general y las fuerzas proimperialistas y proterratenientes prosoviéticas en particular, que idearon y sostuvieron ese proyecto, sufrieron un duro revés.
– La unidad electoral de la clase obrera en el repudio al gobierno fue el producto de innumerables luchas (más de 700 paros en 1986), que le demostraron la necesidad de golpear al mismo para poder defender sus reivindicaciones. El pueblo caló la mentira alfonsinista. Fue un gran mérito de nuestro Partido haber denunciado a fondo la política gubernamental, haber sido el único partido auténticamente opositor, haber levantado la consigna de “¡Basta de mentira alfonsinista!” y planteado la necesidad de usar el voto para castigar esa política el 6 de septiembre.
Con el trasfondo de la crisis económica y con la crisis militar que se abrió en Semana Santa, los resultados del 6 de septiembre abrieron un período de inestabilidad política.
Esto demostró la justeza de las Tesis del Cuarto y Quinto Congresos sobre la no resolución de la inestabilidad política y su agravamiento por la política de Alfonsín; y reafirmó la justeza de nuestra posición frente a los posibles golpes y contragolpes de Estado. Tesis que enfrentó la ilusión gubernamental y la ofensiva revisionista sobre “100 años de paz y democracia” en un país dependiente como el nuestro, disputado ferozmente por las superpotencias y demás imperialismos y con un movimiento obrero y popular fuerte, experimentado y con grandes tradiciones de lucha.
La masa obrera se unió en su enorme mayoría en el repudio al alfonsinismo y atrajo a grandes masas de trabajadores, jubilados, jóvenes y mujeres. Se demostró así la importancia decisiva de la clase obrera, también en lo electoral; importancia no sólo cuantitativa sino como punto de referencia de las grandes masas explotadas y oprimidas. Lo fundamental del electorado femenino y de los sectores populares que le dio el triunfo a Alfonsín en el 83 y en el 85, volcó ahora su voto contra el gobierno. “Entre el miedo y el hambre predominó el hambre”, se dijo entonces. Y en grandes sectores de capas medias, especialmente entre los estudiantes y sectores intelectuales, predominó la opinión de que Alfonsín no era garantía para defender las libertades democráticas conquistadas. Cuestión ésta de importancia, dado que desde 1982 éste había desarrollado una gran parte de su propaganda presentándose como paladín y dueño de algo que había conquistado el pueblo con sus luchas.
Las causas que determinaron el derrumbe electoral del alfonsinismo afloraron en Semana Santa. Allí le fracasó su artero plan de polarizar una vez más la campaña electoral entre fascismo y democracia. Pero la principal causa del desastre electoral del alfonsinismo estuvo en el repudio obrero y popular a su política de hambre. La mayoría del electorado que votó al peronismo “no lo hizo esperanzado en las posibilidades de grandes cambios por el triunfo de ese Partido”. Esa apuesta sólo se explica “por el hambre, la miseria, la superexplotación, la situación desesperante para millones de argentinos que expresaron, así, su oposición a la política del alfonsinismo” (Resolución del Comité Central del 27-9-87, pág. 3).
Esta posición, que originó muchas polémicas dentro y fuera del Partido, fue posteriormente comprobada en los hechos y constituyó un elemento sustancial en la derrota de Cafiero en la interna peronista de julio de 1988.
– El Quinto Congreso resolvió: “estamos ante las elecciones de septiembre. Nuestro objetivo es trabajar por un frente opositor que derrote en las urnas al radicalismo, particularmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. De no ser posible ese frente buscaremos todos los acuerdos unitarios de tipo opositor con las fuerzas populares y antiimperialistas (…) De no llegar a acuerdos apoyaremos a los candidatos del PTP” (Documentos Quinto Congreso, pág. 17).
Fue claro que todo el trabajo del PCR desde diciembre de 1983, y en particular nuestro trabajo de desenmascaramiento del carácter proterrateniente y proimperialista de la política alfonsinista, sumó muchos más votos “castigo” el 6 de septiembre que los que tuvo el PTP. Hecho reconocido por las fuerzas políticas. Nuestra línea nos permitió disputar la dirección de la corriente clasista de las grandes empresas sin aislarnos de las grandes masas peronistas. En general el Partido hizo grandes esfuerzos por la concreción de ese frente opositor o de acuerdos unitarios con ese contenido. Pero no todas las organizaciones partidarias, ni todos los camaradas, se esforzaron por buscar los caminos que nos permitiesen llegar a acuerdos con el peronismo, derrotando las presiones en contrario de los elementos reaccionarios y prosoviéticos que anidan en ese partido.
Se realizaron con el peronismo acuerdos electorales en Formosa, San Luis y Entre Ríos. Se votó a los candidatos a gobernador del peronismo colaborando con la derrota electoral del alfonsinismo en las provincias de Buenos Aires, Santiago del Estero, La Pampa, Río Negro y Santa Cruz.
En diversas provincias el frente no se concretó por diversas maniobras y actitudes sectarias de la dirección del peronismo, en esos lugares.
Al mismo tiempo se evidenciaron errores sectarios nuestros que también dificultaron la unidad.
El Quinto Congreso planteó en forma correcta la relación entre unidad y lucha, entre unidad y hegemonía en torno a las tareas electorales. Por eso, al tiempo que impulsábamos las gestiones unitarias con el peronismo y otras fuerzas, pusimos el centro de la actividad del Partido luego del Congreso en conseguir la personería electoral en los distritos en los que aún no la teníamos. Esto para poder practicar una política justa de alianzas y de fuerza propia.
Tanto en la Capital Federal como en Santa Fe esto fue la base que nos permitió negociar con el peronismo sin perder nuestra independencia. Hubo provincias en donde no se mantuvo una relación correcta entre esas dos tareas. Así llegamos a mediados de julio sin conseguir la personaría electoral y en difíciles condiciones para poder negociar. Tal el caso de los regionales de Córdoba y Mendoza, donde finalmente votamos en blanco. Hubo también resistencia en algunos organismos a desplegar una amplia política de frente opositor, a persistir en una política de frente único, pensando que esa política mellaba nuestro filo de izquierda. Pero sólo planteando una política de frente opositor, dijimos entonces, en la perspectiva de avanzar en un camino revolucionario, podremos derrotar la línea derechista, disfrazada de “izquierda”, del “alternativismo contra el bipartidismo”, que empujaron el MAS, el P”C”, y otras fuerzas. Línea que como fue quedando claro, le hacía el juego al alfonsinismo y a las clases dominantes, y aislaba a las fuerzas de izquierda (el Pl perdió 600.000 votos, el FRAL por debajo de sus expectativas sacó un poco más de 200.000 votos, y el PO disminuyó su caudal en relación al 85).
En esta dirección fueron importantes las cartas que el PJ de Buenos Aires y el PJ de Tucumán enviaron al PTP; por cuanto en ellas reconocen nuestra línea de unidad con el peronismo, y años de lucha de nuestro Partido por superar el abismo creado entre comunistas y peronistas por la Unión Democrática y por el apoyo hipócrita al golpe del 55 del PC, sin haber abdicado nosotros de las banderas de clase, revolucionarias, internacionalistas, de nuestro Partido. Si bien el PJ de Buenos Aires mantuvo una política que impidió la participación del PTP en el frente electoral.
– Uno de los principales objetivos que nos propusimos al decidir abordar la campaña electoral fue el de llegar con nuestra línea a millones de personas. Este objetivo lo logramos. A pesar de las discriminaciones que nos impuso el alfonsinismo. El Partido realizó, con muy pocos meses y mucho sacrificio, una gran labor de propaganda. Dimos en este terreno un paso en relación a mejorar la calidad de su forma y en lograr que fuese orientada. Fue un hecho que millones volvieran a escuchar las estrofas de La Internacional. Utilizamos las formas legales sin declinar nuestros objetivos, como hicimos por ejemplo con el tema del armamento del pueblo para enfrentar al golpismo sobre la base del artículo 21 de la Constitución.
Obtuvimos aproximadamente 25.000 votos presentándonos separadamente como partido en 13 distritos. Los resultados fueron particularmente buenos en Santa Cruz, en especial en Puerto Deseado, y en Arteaga, Santa Fe.
– En varios regionales las células obreras del Partido estuvieron a la vanguardia del trabajo electoral. Nacionalmente tuvimos un aporte grande de votos femeninos y fuimos uno de los pocos partidos que desde lo general planteó los problemas específicos de la mujer. Fue importante el trabajo de la JCR y de la JTP, que supo resolver formas adecuadas, juveniles, para la realización de la Campaña Electoral, como fue el campeonato nacional de fútbol de la JTP por el frente opositor. Igualmente en algunas facultades y colegios.
– La campaña electoral se concentró políticamente en la provincia de Buenos Aires y su desarrollo influyó en todo el país. Nuestro Partido desplegó en ella una intensa labor. Nos presentamos en 29 distritos, con alrededor de 450 candidatos; la organización de más de 1.000 fiscales el día de la elección graficó el trabajo desarrollado, si bien el corte de boletas fue una dificultad grande en una elección polarizada. En el Gran Buenos Aires se realizaron 22 actos en grandes empresas. Y si bien se obtuvieron votos en todos los distritos de la provincia de Buenos Aires, al mismo tiempo surgió con nitidez un problema: la necesidad de encarar en profundidad nuestro trabajo en el interior de la misma.
Igualmente, en todo este proceso, se realizaron nuevos afiliados al PTP y en menor medida al PCR en casi todos los regionales del país. Del proceso electoral que culminó el 6 de septiembre nuestro Partido salió fortalecido.
3. Luego de la derrota electoral alfonsinista de septiembre se abrió en las clases dominantes y en el gobierno un período de consultas afiebradas. Estuvo en cuestión si el gobierno cambiaría o no el eje principal de su política económico-social, que había sido repudiada por el pueblo. Coherente con los intereses de clase que representa, el alfonsinismo ratificó esa línea. Y profundizó su línea antinacional y antipopular, agravando la crisis y el conjunto de los problemas populares.
Acordado el rumbo principal que seguiría el gobierno hasta 1989, éste necesitaba evitar que las medidas económicas generasen un estallido social, resolver la crisis militar abierta en Semana Santa y concretar un acuerdo político que asegurase la continuidad de ese rumbo luego de 1989.
La disputa interimperialista se agudizó notablemente. Pero la disputa no cuestionaba aquel rumbo principal de superexplotación, hambre, entrega e impunidad para los genocidas de la dictadura, y de serias concesiones antinacionales ante el Fondo Monetario Internacional y en particular hacia la Unión Soviética.
– Todos los planes de las clases dominantes requerían, para que pudiesen cumplirse sin demasiados sobresaltos, que Alfonsín afrontara la tarea presidencial, que diese la cara en defensa del plan económico y de la línea militar que lo garantizaba. Alfonsín que luego de la derrota del 6 de septiembre expresó sus dudas acerca de si seguir o no en la Presidencia, por cuanto “así no se podía gobernar”, pasada su hora de gloria debía ser quien asegurase la gobernabilidad del sistema en la transición política hacia 1989. Esto se contraponía en parte con sus planes personales, pues había soñado con ser el hombre fuerte de la “democracia” argentina a través de su reelección como Presidente, o del cargo de Primer Ministro previa reforma de la Constitución Nacional.
Dado el rumbo principal con el que acordaron las clases dominantes, el candidato “natural” de la UCR para 1989 fue Angeloz. De lejos el mejor candidato para poder llevar adelante esa línea. Porque expresaba la correlación de fuerzas entre los diferentes sectores de terratenientes, imperialismos y sectores de la burguesía intermediaria, luego de la derrota del 6-9-87.
Al mismo tiempo Alfonsín y sus seguidores se apresuraron a asegurarse el control del Partido, cosa que lograron imponiendo a Storani al frente de la Convención y un Comité Nacional en el que contaban con amplia mayoría.
Consiguientemente las clases dominantes presionaron intensamente para condicionar a la dirección política del peronismo, luego de lograr que Cafiero acordara con el paquetazo económico posterior a septiembre y en el apoyo a la acción contra Pico. Ello para tratar de desgastar a esta fuerza, ponerla cuerpo a tierra y tratar de dividirla para asegurar el triunfo en 1989 de los candidatos del gobierno,
Luego de septiembre nuestro Partido planteó que se habían creado mejores condiciones para preparar la contraofensiva obrera y popular. Que para esto era necesario que las fuerzas clasistas y opositoras se uniesen y cambiasen a su favor la correlación de fuerzas en las organizaciones obreras y populares. Que tácticamente era muy importante que las luchas de masas no cambiaran el blanco y no dejaran recomponerse al alfonsinismo, y que la primera tarea era hacer un balance correcto de masas de los resultados electorales, al tiempo que impulsábamos la unidad y la coordinación de las luchas.
– La clase obrera luego de septiembre realizó dos grandes paros activos, uno de 36 horas. Y numerosos gremios y empresas fueron a la lucha. En esos meses nuestro Partido desarrolló una intensa labor entre los trabajadores rurales. Apoyándonos en las masas pudimos enfrentar en algunos regionales la línea de expulsiones y sanciones. Fue justa la línea de participar en la reafiliación a los sindicatos de FATRE pese a las discriminaciones, guiándonos por el principio leninista de actuar dentro de los sindicatos propatronales y estatales en cualquier condición, para no perder vínculos con las masas. En algunos regionales se avanzó en la elección de delegados en chacras y fincas, y esto permitió a los sindicatos librar luchas exitosas como la realizada por aumentos de salarios en el Alto Valle de Río Negro. En el trabajo de rurales, señaló en ese momento el Comité Central, debemos tener siempre como guía que el objetivo principal del mismo es organizar y llevar a la lucha a los pobres del campo y ayudar a su concientización revolucionaria, y no acumular sellos para los Congresos de FATRE. Esto exige una línea justa hacia las clases y capas aliadas en el campo y obliga a no correr el blanco de los terratenientes. Así como ubicar los centros combinando la importancia estratégica de las regiones con la de trabajar en las estancias y en el corte y trilla y en los silos.
Se desarrollaron también movilizaciones campesinas. Volando pagó en ese período, por su línea conciliadora con el alfonsinismo, con la pérdida de posiciones en el Congreso de la Federación Agraria Argentina ante la oposición combativo. Surgieron núcleos organizados de campesinos pobres y medios en diferentes lugares del país.
En relación a este trabajo el Comité Central discutió que urgía que los Comités Regionales del Partido pusieran los pies en el campo y tomaran seriamente ese trabajo. Porque “muchos comités pasan años discutiendo a quién van a colocar en ese trabajo, en vez de discutir las exigencias del movimiento de masas agrario y tomar medidas efectivas en las provincias en las que sin tomar el tema agrario en su globalidad (no sólo el trabajo con los obreros rurales) la agitación política nunca logró ni logrará remover a fondo las aguas para la revolución”.
En este período se manifestó con fuerza el movimiento de ocupación de tierra para la vivienda en el Gran Buenos Aires. Este movimiento abarca a miles de familias provenientes de los desalojos de villas por la Dictadura y expulsados de sus viviendas en la ciudad y de sus tierras en el interior por la política alfonsinista. Familias que necesitaban de un techo ocuparon tierras fiscales y también restos de latifundios reservados para la especulación urbana, organizando extensas barriadas obreras: los asentamientos. Con la derrota del alfonsinismo en el 87 y las promesas de Cafiero en el plan “protierra”, este proceso se extendió abarcando a centenares de miles de personas en el Gran Buenos Aires.
Lentamente, con flujos y reflujos parciales, continuó el auge. La lucha de los telefónicos contra la privatización de ENTEL, incluido el repudio a Neustadt, marcó a fin de año el camino para defender las empresas estatales y la industria nacional.
– El Comité Central de febrero de 1988 analizó las características del proceso obrero y popular.
Este había cobrado un gran impulso con la derrota alfonsinista de septiembre.
Allí se señalaba “que el proceso político está condicionado por la debilidad de las fuerzas clasistas y revolucionarias en los cuerpos de delegados y comisiones internas de las grandes empresas y consiguientemente, por el control de las organizaciones sindicales por los jerarcas propatronales sirvientes del Estado oligárquico”. Se habían producido, sin embargo, cambios importantes en el movimiento obrero. Cambios que emergieron nítidamente en el Confederal de la CGT que decidió los últimos paros activos. Se expresaron con fuerza las regionales del interior. Por primera vez en muchos años las 62 Organizaciones y sus jefes más connotados y sus aliados de los “15” quedaron en minoría. Al Mismo tiempo se señaló que el control que esos jerarcas tenían y tienen sobre algunas de las comisiones internas de las grandes empresas es precario, como se vio en muchos lugares.
El plenario clasista y tercermundista mostró un lento pero importante avance de esa corriente. Sin embargo, sobre el problema de nuestra debilidad insistía el Comité Central: “Pero esa debilidad en los grandes centros de concentración proletaria es lo fundamental a superar para impulsar hacia adelante el proceso revolucionario y exige del Partido no sólo medidas administrativas (desde ya necesarias) de concentración, sino medidas políticas de carácter general (de política general) y particular. Debemos impulsar en todos lados un amplio movimiento de recuperación y democratización de los organismos de base y sindicales del movimiento obrero basados en la acción de masas. Un movimiento que aproveche las oportunidades legales (elecciones sindicales, asambleas, etc.) para avanzar, pero que tenga el centro de su acción no en el uso de los mecanismos legales sino en la acción directa de las masas, como nos enseño el ejemplo de Sitrac-Sitram del SMATA Córdoba y de los obreros de Ford.
“Un movimiento que sepa caminar con las dos piernas: la legal y la ‘salvaje’. Que use lo legal para organizar y llevar al combate de masas para ganar espacios legales, conscientes de que el centro de nuestra línea (a diferencia del reformismo de todo pelaje, incluido el trotskista) no pasa por ir ganando y manteniendo a costa de todo tipo de concesiones trincheras legales, sino la organización de las masas para el combate, con y sin edificios sindícales”. Teniendo en cuenta que, sin ganar los sindicatos, será imposible que el movimiento obrero pueda hegemonizar el movimiento popular y orientarlo en una dirección revolucionaria.
4. En estas circunstancias el gobierno con el apoyo de las clases sociales que lo sostenían resolvió encarar y resolver la crisis militar abierta como cuestión prioritaria. Fue evidente que el alfonsinismo encaró la elección de 1987, a diferencia de su campaña de 1985, con una gran limitación para realizar las maniobras provocativas y propagandísticas que desarrolló entonces. Y esto fue así entre otras razones por la situación creada en el Ejército. Preparó así y produjo, en enero de 1988, un nuevo remezón de la crisis de Pascuas de 1987. Y tuvo en ella un triunfo relativo. Por cuanto realizó una gran campaña para que se evaluara exageradamente la fuerza de sus oponentes, los infiltró y dividió a la hora del enfrentamiento. De esta manera aisló al Teniente Coronel Rico y sus seguidores más cercanos; y logró derrotarlo en la unidad de Monte Caseros adonde éste se atrincheró, luego de evadirse de su arresto en el Gran Buenos Aires.
El operativo configuró, como señalamos en ese entonces, un verdadero autogolpe de Estado que fortaleció a Caridi y a toda la cúpula lanussista prosoviética. Respecto de la actitud de los yanquis, La Nación escribió que a Washington le resultó intolerable que Argentina “dé marcha atrás”. El respaldo soviético a Alfonsín fue total. El telegrama de Fidel Castro fue algo sin precedentes. Y quedó claro también que lo que había señalado Gorbachov en su libro sobre la “perestroika” sobre que: “apreciamos mucho la enérgica política exterior de Argentina y México”, no era una mera frase. Nosotros fuimos caracterizando a la corriente nacionalista militar por su comportamiento político. En el Quinto Congreso señalamos su heterogeneidad, por cuanto en su seno existían grupos católicos, fascistas, prosoviéticos, proyanquis o prooccidentales, ligados a sectores europeos y tercermundistas. Y que estos últimos constituían un sector pequeño que en Pascuas habían cobrado prestigio y
liderado el movimiento. Señalamos también que estos sectores tercermundistas tienen posiciones nacionalistas unidas a posiciones antidemocráticas y antimarxistas. A lo que debe agregarse sus oscilaciones entre la búsqueda de alianzas con sectores partidarios de apoyarse en una superpotencia para enfrentar a la otra, y su búsqueda de consenso para un “17 de octubre” con una “vanguardia militar”.
Es la existencia de esta corriente, y del liderazgo en ella de los sectores más nacionalistas, lo que ha provocado la fractura que, como señala la resolución del Comité Central del 27-2-88, “no pudo ser soldada por el triunfo de Caridi en enero (…) La existencia de esa fractura y el fortalecimiento de la corriente nacionalista y de sus grupos más avanzados es un hecho positivo para la clase obrera y el pueblo, porque dificulta el accionar entreguista de las clases dominantes; obstaculiza la represión de las luchas populares; crea consiguientemente mejores condiciones para que avance la lucha obrera y popular, y porque facilita que la clase obrera y el pueblo incidan sobre las Fuerzas Armadas y puedan ganar posiciones en su base popular y en los sectores patrióticos y democráticos”. Aunque sea ésta una fractura producida por las contradicciones en las propias clases dominantes y por las que existen entre éstas y fuerzas nacional-reformistas de orientación burguesa, y no una fractura revolucionaria originada por el choque entre el pueblo insurreccionado y las Fuerzas Armadas del Estado oligárquico-imperialista.
El Partido tuvo ante la crisis una posición justa. Planteó como línea para la movilización popular la de terciar en caso de enfrentamiento. Pusimos el blanco en la maniobra del Alfonsín-Caridi, al tiempo que dimos respuesta a qué hacer en caso de que la situación se agravase.
En las organizaciones del Partido donde predominó un antimilitarismo estrecho y terciar se entendió como equidistancia entre los sectores enfrentados, golpeando por igual a los dos y corriendo el blanco, el resultado fue la parálisis y quedamos prisioneros del chantaje alfonsinista.
Allí donde surgieron ilusiones y expectativas en que los sectores nacionalistas militares pueden abrir y dirigir un proceso revolucionario, el resultado también fue la parálisis. Con esa línea es imposible unir a la masa contra el enemigo principal, porque entre otras cosas desconoce las heridas profundas de las masas frente a la represión dictatorial. En un caso se quedó prisionero de Alfonsín-Caridi, en otro del nacionalismo militar. Y en los dos se renuncia a la lucha revolucionaria, a la perspectiva del alzamiento insurreccional con hegemonía proletaria. Sin comprender que golpear a un blanco común a través de distintas formas presupone una política de independencia de clase, que exige en lo militar no reconocer nunca liderazgos ajenos.
– El triunfo relativo de Alfonsín-Caridi contuvo momentáneamente el ascenso operado en las luchas de masas luego de septiembre.
Pero un hecho iba a conmover al gobierno y al país: la lucha docente. Las clases no comenzaron, los paros fueron masivos en el orden nacional y la lucha se desarrolló hasta desembocar en una Marcha Nacional desde todos los rincones del país hacia Buenos Aires, para culminar en una concentración en el Obelisco. La lucha docente, en la que nuestro Partido y sus dirigentes docentes jugaron un gran papel, estimuló enormemente la acción del movimiento obrero, de la intelectualidad, y también del conjunto de los sectores populares. Esta histórica lucha puso al alfonsinismo en un duro aprieto y lo afectó seriamente en un sector social que había sido uno de los bastiones de su triunfo electoral en 1983 y 1085. Un rasgo distintivo de esa histórica lucha fue la participación de las mujeres y de la juventud, rodeada de una solidaridad popular que conmovió al país e hizo girar en torno a ella la política nacional durante semanas. La lucha docente preocupó enormemente a las clases dominantes, por cuanto debilitó su influencia en un sector clave para reproducir el consenso para su sociedad de opresión y explotación. Y, por otra parte, por cuanto al introducirse hasta el último hogar del país profundizó enormemente el debate político ideológico que se desarrollaba contra la política alfonsinista. Y allí donde fuimos a fondo con nuestra línea esto nos permitió avanzar en la organización de nuevos sindicatos, agrupaciones, así como en fuerzas de Partido. Esta fue la lucha más grande de las masas docentes y del gremio en toda su historia y creó condiciones para imponer el paro nacional de la CGT.
5. La interna peronista que se desarrolló en el mes de julio de 1988 se constituyó en un hecho político nacional. En ella triunfó Menem sobre Cafiero en casi todo el país. El resultado produjo un cambio brusco de la situación política nacional y abrió un período de grandes cambios y reagrupamientos de fuerzas. Se entró en un nuevo momento político.
Los resultados demostraron que en las complejas condiciones posteriores a la dictadura militar, las masas obreras y populares (en especial las influenciadas por el peronismo) buscaban un camino para terminar con la política antipopular y antinacional del alfonsinismo, reagrupar sus fuerzas y pasar a la contraofensiva. Castigaron el 6 de septiembre esa política en las urnas. Descontentos con la conciliación de Cafiero con Alfonsín, la mayoría se apartó de él en la interna del PJ. Un hecho que tuvo mucha importancia fue el enfrentamiento en ese momento de Cafiero con la corriente sindical y política liderada por Lorenzo Miguel. La clase obrera se unió mayoritariamente en el apoyo a Menem, y esto influenció a sectores muy vastos. Grandes sectores de masas, especialmente los más explotados por la política oficial, tuvieron confianza en que el triunfo de Menem iba a ser positivo para ellas. Y como señaló el Comité Central del 10/10/88:
“no sólo masas peronistas, un sector muy importante de mujeres, jóvenes y capas medias bajas (cuentapropistas y jubilados) que votaron por Alfonsín o al Partido Intransigente en 1983, 1985 e incluso 1987, tienen expectativas esperanzadas en un posible triunfo electoral menemista. Una esperanza con grandes interrogantes. Pero esperanza de que lograrán un alivio a su actual situación desesperante. Una esperanza que no mella su decisión de luchar por mejorar ya sus condiciones de vida y de trabajo”.
El resultado de la interna peronista trastocó los acuerdos de las clases dominantes. Agudizó la lucha interna en la UCR, dado que en agosto ya las encuestas daban ganador a Menem. Igualmente sucedió en todos los partidos y dejó sin posibilidades propias a las fuerzas socialcristianas y socialdemócratas. Los socialdemócratas europeos tuvieron mucha fuerza en el entorno de Alfonsín, y se esforzaron por tomar posiciones alrededor de Cafiero.
El socialcristianismo, a través de fundaciones como la Konrad Adenauer, apoyó financiera y políticamente a Cafiero. Pero no veía con desagrado ni consideraba malo para sus intereses el posible triunfo electoral de Angeloz. En el terreno sindical se produjo un reagrupamiento de fuerzas con nuevas alianzas y enfrentamientos. Se polarizó aun más el movimiento estudiantil en el que Franja Morada logró revertir la tendencia declinante que se manifestaba en 1987 y ganó numerosas elecciones de centros.
– El triunfo de Menem del 9 de julio contribuyó a terminar de hundir las variantes que pretendían recauchutar el Plan Austral, lucha en la que nuestro Partido jugó un papel muy destacado. Y el resultado de la interna peronista abrió también una nueva instancia en la crisis militar, por cuanto Caridi vio debilitarse en la dirección del peronismo a quienes en Semana Santa y en enero de 1988 habían respaldado sin retaceos a la cúpula del Ejército. Y de hecho se replanteo una cuestión: yanquis, rusos, y la mayoría de los europeos, vienen cabalgando desde 1971 predominantemente en la corriente liberal. Especialmente los prosoviéticos. Los apoyan porque son imperialistas y la corriente liberal es ideológicamente invertebrada, proimperialista y proterrateniente. La corriente nacionalista –como se demostró en abril/mayo de 1982– no les es confiable por cuanto puede transformarse fácilmente en antiimperialista. Para las superpotencias en el mundo actual no hay espacio para las fuerzas nacionalistas (Comité Central, noviembre de 1988). Estas, a partir sobre todo de julio, pasaron a ser constitucionalistas; porque consideraron que el posible triunfo peronista les podía permitir reconquistar posiciones.
– A partir del triunfo de Menem en la interna peronista los acontecimientos políticos se precipitaron. Estuvieron determinados en última instancia por la tremenda situación social de las masas y por la crisis económica. Pero, como señaló el Comité Central del 1º y 2 de octubre de 1988: “tienen su especificidad y deben ser analizadas en concreto, ya que los marxistas nos oponemos a todo análisis mecanicista de la realidad que niegue importancia a los hechos que suceden en la superestructura política. Para nosotros los marxistas sólo en última instancia la política puede ser explicada por el determinismo de las leyes económicas”. ¿Qué fue lo que cambió el 9 de Julio? La evidencia de que el candidato radical muy difícilmente podría llegar a ganar las elecciones de mayo de 1989, con todo lo que ello significaba para la estabilidad y continuidad del rumbo general que se venía aplicando en el país.
No obstante ello el gobierno, con el apoyo de lo fundamental de las clases dominantes, no cejó en sus maniobras tendientes a aislar, dividir y derrotar al peronismo. Y puso de manifiesto que estaban dispuestos a utilizar cualquier medio para revertir la situación y, en caso de fracasar, crear hechos que condicionaran al máximo al nuevo gobierno con vistas a retomar el control a corto plazo. La conciencia de esta situación por parte de nuestro Partido en esos momentos fue de gran importancia para el desarrollo de su acción.
Todas las fuerzas comenzaron a trabajar, como dijimos entonces, con dos boyas a la vista: las elecciones de 1989 y el posterior gobierno menemista. Fue evidente asimismo que, no obstante apoyar el rumbo general de Alfonsín-Angeloz-Caridi, numerosas fuerzas, –en particular los sectores prosoviéticos y del centro izquierda socialdemócrata y socialcristiano– se esforzaron por ubicar figuras y organizaciones para rodear y condicionar a Menem. Desde hombres como Cavalieri y Rodríguez, hasta sectores como Montoneros, etc. En esos meses trascendió la labor de un gabinete de crisis presidido por el General Chasseing en el Ministerio de Defensa, cuyo objetivo fue dirigir y coordinar junto con Alfonsín todo este operativo político, militar y económico.
Menem resistió esas presiones. Y designó a su vez lo que se dio en llamar los 12 Apóstoles, en los que tenían mayoría los sectores nacionalistas. Dijo el Comité Central en aquel entonces: “Siendo como es un dirigente reformista pragmático ha ido produciendo declaraciones que conforman a todos sus oyentes”. En cuanto a la tonalidad con que iba a teñir su campaña electoral, agregó: “Pero suavemente se ha ido colocando en posición de centroizquierda al plantear como eje de su línea: liberación o dependencia, no a la amnistía, salariazo, defensa del mercado interno, período de gracia en el pago de la deuda externa por cinco años para desarrollar la producción, defensa de la utilización de la violencia por organizaciones como la de Montoneros en épocas de la dictadura onganiana, mantener a la Argentina en No Alineados, etc.”.
El triunfo del menemismo, como hemos referido, trastocó bruscamente los planes de las clases dominantes, en especial del alfonsinismo; por lo que intensificaron su propaganda provocadora y gorila.
Un hecho que llevó confusión y que se reflejó en el Partido fue la intromisión gubernamental en la interna peronista tendiente a estimular la división del peronismo. Campaña que tenía por otra parte operadores en todas las tendencias del mismo. Más aun, a una semana de la realización de dicha elección se evidenciaron serios intentos rupturistas. Pero éstos fueron desbaratados y posteriormente sepultados por el resultado electoral del 9 de julio. Esta situación se generó en un proceso político muy complejo y en el que influyeron hechos como las posiciones conciliatorias de Menem y Duhalde en distintos momentos del gobierno de Alfonsín y la participación de abiertos colaboracionistas sindicales con la dictadura y el alfonsinismo en el frente sumamente heterogéneo con el que le enfrentó a Cafiero.
Los hechos pusieron de manifiesto que lo más oprimido y explotado de la masa peronista por encima de estructuras partidarias se había unido por abajo, rechazaba los intentos de división, y deseaba con la fórmula encabezada por Menem abrir un camino de cambios. De cambios por la vía electoral, pero de cambios profundos en la vida política nacional.
Si bien hubieron compañeros y organismos que señalaron correctamente el proceso que se estaba desarrollando, en general el Partido tardó en comprender los cambios operados antes y despues del 9 de julio. Eso se evidenció, por ejemplo, en las discusiones realizadas en torno a nuestra línea en el proceso electoral de la UOM. La comprensión acertada del mismo nos permitió ubicar con claridad el blanco y avanzar en distintas seccionales.
6. Ante el desborde inflacionario que sepultó el Plan Austral y sus posteriores variantes de ajuste, el gobierno alfonsinista, con el apoyo del FMI y los acreedores externos, lanzó un nuevo plan antiinflacionario: el llamado Plan Primavera. Su finalidad, como lo denunció nuestro Partido, era esencialmente electoral. El plan volvió a aplicar un nuevo y violento freno a la actividad económica y una vez más la variable de ajuste fueron los salarios. Por eso la suerte del Plan Primavera dependió de las luchas de masas obreras y populares, y de los sectores patrióticos de la burguesía nacional afectados por el mismo.
– El 9 de septiembre de 1988 se desarrolló un nuevo paro nacional convocado por la CGT. El paro fue impuesto por el descontento de las bases sindicales. Una tremenda presión de los elementos colaboracionistas con el alfonsinismo se desplegó para impedirlo, y de última imitarlo y condicionarlo. Venciendo muchos obstáculos el paro fue exitoso. La concentración: en Plaza de Mayo superó las 40.000 personas. La movilización fue mayor que la del acto en Matanza en diciembre de 1987 y el paro tuvo mayor acatamiento que el realizado el 13/4/88 en solidaridad con los docentes. Fue un paro político. El documento de la CGT, partidos políticos y organizaciones agrarias leído en la Plaza tuvo un contenido marcadamente opositor, en defensa de las grandes masas populares, del mercado interno, la industria nacional y las empresas estatales. En todas las grandes empresas se dio una lucha política intensa antes del paro. El Partido jugó un papel destacado, y en ocasiones decisivo, para lograr su éxito en muchas empresas de concentración. Planteamos como línea divisoria: con el paro y la movilización o con Alfonsín y su política.
La dirección política del peronismo, en especial sectores menemistas preocupados por llegar a mayo del 89 y temerosos de las provocaciones que ya se anunciaban (y que nosotros previamente, denunciamos públicamente en el HOY ) trataban de impedir o achicar el paro.
El MAS reiteró su línea rompehuelgas que había usado para el paro de diciembre del 87 y la huelga docente. Cuando el 9 de septiembre a la tarde el centro de la lucha de clases, la lucha nacional y democrática pasó por la Plaza de Mayo, el MAS no estaba allí.
La movilización del 9 volvió a demostrar la debilidad de las columnas de algunas grandes empresas. Debilidad ésta que, como analizamos en ese momento, “plantea una gran responsabilidad para el Partido en cada movilización futura para asegurar la participación de las columnas del proletariado industrial.”
Tuvo una enorme importancia que miles de manifestantes cercados por las fuerzas represivas enfrentaran a éstas combativamente obligándolas a retroceder. Como quedó claro a través de múltiples hechos, desde el Ministerio del Interior dirigido por Nosiglia, el alfonsinismo no sólo reprimió violentamente a la concentración, sino que montó una gran provocación con agentes que se dedicaron a incendiar y saquear comercios y edificios de la zona para luego intentar atribuírselos a los huelguistas y manifestantes.
Pero la provocación fracasó ante la decisión de la CGT de desenmascararlos y resolver un nuevo paro nacional de repudio.
– La decisión de la CGT de realizar un nuevo paro el día 12-9-88 fue correcta. Enfrentó una tremenda presión para que no se tomase esa decisión, y una vez tomada para que se la levantase. Un arco opositor muy amplio y heterogéneo apoyó el paro. Menem finalmente lo apoyó y denunció la provocación y la represión del día 9 como una manifestación autogolpista. La clase obrera se colocó en el centro y como abanderada y organizadora de la más amplia protesta democrática de ese período. El paro fue muy grande, especialmente en el proletariado industrial. Permitió a las fuerzas opositoras pasar a la contraofensiva luego de la campaña publicitaria del 9 a la noche y días posteriores; campaña ésta que agitando el espantajo del caos peronista ganó o afirmó muchos votos femeninos, juveniles y de las capas medias para la UCR. La contraofensiva del 12, al resultar exitoso el paro, permitió limitar los efectos de esa campaña.
Numerosas comisiones internas y cuerpos de delegados produjeron resoluciones muy importantes por su contenido político y exigieron, como lo hizo también el Congreso de CTERA, proseguir la lucha organizada.
– En todo este último período nuestro Partido avanzó. Ganó puestos de dirección en varias comisiones internas de grandes empresas de concentración del proletariado industrial, empresas en las que trabajan más de 20.000 obreros. Avanzamos en seccionales de ATE en varias provincias y en importantes comisiones internas de empresas estatales. El proceso preelectoral nos permitió avanzar en metalúrgicos, conformando listas clasistas en dos importantes seccionales y avanzando en Avellaneda y en Capital. Avanzamos en SUPA y marítimos. Luego de la huelga docente ganamos posiciones en CTERA, gremio en el que tenemos una fuerza nacional y dirigimos seccionales que desempeñaron un destacado papel en todo el proceso de lucha y organización del gremio. Fuimos los artífices de la unidad de la oposición en FATRE sobre la base de la unidad de clasistas-peronistas-comunistas revolucionarios.
Es importante también el papel del Partido en la organización de los Sindicatos de Empleadas Domésticas en varias provincias, en particular en Rosario y La Pampa.
Simultáneamente se evidenció, como lo analizamos autocríticamente en el Comité Central, nuestra debilidad en el SMATA y el error de no luchar por conformar una lista nacional en el gremio, asi como la necesidad de concentrar realmente nuestro trabajo en la Capital Federal, Avellaneda, Matanza, Caseros y San Martín en el gremio metalúrgico. Lo mismo en Villa Constitución, en donde emergió una amplia oposición al colaboracionismo de Piccinini. Así como también desarrollar mejores esfuerzos para avanzar en los centros de producción petrolera, en el carbón, en el aluminio, en Luz y Fuerza y en la Construcción.
– Estos avances fueron fruto de la línea de frente opositor. Esta línea se comprobó como una línea táctica justa porque partió de una correcta caracterización del gobierno de Alfonsín. Este fue el mayor acierto político del Partido desde el Cuarto Congreso en adelante. Debimos nadar contra la corriente mucho tiempo, pero como teníamos razón –y la teníamos porque caracterizamos acertadamente la estructura del país y la revolución que éste necesita, el significado del latifundio y el carácter socialimperialista de la URSS y su presencia en el país– pudimos resolver acertadamente la caracterización de Alfonsín y su gobierno.
– La línea del frente opositor fue además una línea táctica correcta, porque el momento político concreto no es un momento de asalto al poder. Es un momento de preparación, de acumulación de fuerzas. Siempre la acumulación de fuerzas es una tarea revolucionaria, pero hay períodos y momentos en que es la tarea central. Y la táctica fue justa porque tuvo en cuenta la correlación de fuerzas real en la clase obrera, en donde el peronismo es predominante y en donde es imposible avanzar, reagrupar las fuerzas golpeadas desde el 76 y crear las condiciones para pasar a la contraofensiva, sin una justa política de frente único con esas grandes masas influenciadas por el nacionalismo reformista. El sectarismo respecto de esas masas, muy fuerte en el Partido por presión e influencia en el movimiento obrero de la pequeña burguesía, no tiene en cuenta que ellas sólo avanzarán hacia la revolución a partir principalmente de su propia experiencia. Y que para que esas masas hagan esa experiencia el Partido debe fundirse con ellas y dirigirlas a través de un complejo proceso, teniendo en cuenta que las masas van hacia la revolución luchando por sus problemas concretos, pan, paz, tierra, trabajo, libertad, etc. Esa ha sido la experiencia mundial. Nuestra línea de unidad con las masas peronistas es conocida y reconocida por grandes masas, porque se basa en la tradición de nuestra línea antigolpista de 1974-1976, y en la lucha antidictatorial. Una tradición que no han podido borrar todos los esfuerzos del enemigo. Esta línea de frente único no se contrapone con el rol de vanguardia del Partido, sin el cual no habrá revolución triunfante. Es la condición en las actuales circunstancias para que el Partido cumpla su rol de avanzada, que no es sólo pedagógico ni el de un mero instrumento más, una especie de apoyo logístico del movimiento de masas.
Otro hecho que evidenció el avance del Partido en este período fue la realización exitosa del Mes de la Prensa y la realización de un gran Picnic como culminación del mismo. En él participaron varios miles de personas, diversas delegaciones de partidos políticos y números artísticos que contribuyeron a que fuese un hecho político de significación nacional.
– El 7, 8 y 9 de octubre de 1988 se realizó el III Congreso de la JCR. El Congreso, que evidenció el avance de nuestra Juventud Comunista Revolucionaria y su desarrollo nacional, discutió la situación de la juventud ante la agudización de la crisis económica y social del país y centralmente la línea del frente opositor y la participación juvenil en las próximas elecciones. Un elemento importante del Tercer Congreso fue el esfuerzo por profundizar la elaboración marxista en temas que hacen a los problemas específicos de la juventud en la Argentina de hoy, como por ejemplo el de la droga. Así también la profunda lucha entablada en relación a la propaganda reaccionaria por ocultar la verdadera historia reciente del país, donde las luchas antiimperialistas de la juventud y del conjunto del pueblo son negadas y ocultadas.
El Tercer Congreso puso énfasis en la lucha contra el sectarismo en las relaciones de la JCR con las masas, en una política de cuadros basada en la solidaridad y franqueza comunista y en la necesidad de que las organizaciones del Partido contribuyan nacionalmente en mayor medida a su desarrollo y consolidación, particularmente en las empresas y centros agrarios del país.
7. Los sucesos militares del 1, 2, 3 y 4 de diciembre de 1988 fueron el resultado de una realidad muy compleja, que tuvo como trasfondo la peor crisis económico-social en lo que va del siglo y la tremenda agudización de la disputa interimperialista por el control de la Argentina. La causa inmediata de esos sucesos estuvo originada en la política alfonsinista hacia el aparato estatal y jurídico de la dictadura y en especial hacia las Fuerzas Armadas. Política que, como planteó el Quinto Congreso, pretendió dividir a los militares en “hijos y entenados” para reorganizar Fuerzas Armadas propias o afines a su propio proyecto. Proyecto este proterrateniente y proimperialista, que beneficiaba especialmente a los sectores prosoviéticos. Por otra parte, la posibilidad de un triunfo de Menem en mayo de 1989 puso al rojo vivo la cuestión de quién iba a comandar el Ejército antes y después de las elecciones. Todo esto en el marco de una situación latinoamericana tempestuosa.
– Nuestro Partido realizó un minucioso análisis de estos acontecimientos en un documento del Comité Central del 17 y 18 de diciembre de 1988, titulado: Informe sobre la Situación Política nacional.
Las clases dominantes en su conjunto tenían y tienen la necesidad de unificar al Ejército: columna principal del Estado oligárquico-imperialista. Desde ya, cada imperialismo quiere unificarlo a favor del predominio de sus fuerzas. Lo necesitaban por razones estratégicas y por razones coyunturales. Los prosoviéticos pretendían –y hasta el presente esta sigue siendo su línea principal– unificar de nuevo a liberales “aggiornados”, transformados en profesionalistas, con nacionalistas moderados. Pero el desarrollo de los acontecimientos fue mucho más complejo y tuvieron imprevistos que no pudieron impedir quienes se ilusionaron con hegemonizar ambas corrientes para resolver las profundas contradicciones que, desde entonces, vienen agudizándose y que han abarcado al conjunto de las Fuerzas Armadas. De arriba a abajo y sobre todo de abajo a arriba. Imponiendo un estado de deliberación que reconoce muy pocos antecedentes. Los acontecimientos de Villa Martelli demostraron la fuerza que había logrado la corriente nacionalista que lideran Rico y Seineldín luego de recuperarse del traspié de Monte Caseros. Nuestro Partido tuvo el mérito de haber alertado a la clase obrera y al pueblo sobre la gravedad de la situación, la posibilidad de autogolpes, golpes y de serios enfrentamientos militares. En el curso de los acontecimientos nos esforzamos por impulsar nuestra línea de terciar, dando batalla contra quienes entienden esta posición como un saludo a la bandera purista y doctrinario y con quienes la comprenden como una postura seguidista, que coloca al Partido a la cola del nacionalismo militar.
Tuvimos en este proceso algunas experiencias de nuestra línea de terciar de las que debemos aprender. Tal el caso de un barrio donde los compañeros discutieron nuestra posición, la llevaron al movimiento de masas y en vez de movilizar a Villa Martelli o ir al Congreso, decidieron organizar la movilización del barrio para cortar la ruta. Lo mismo sucedió en una empresa del Gran Buenos Aires, donde ante el llamado de la CGT al paro del lunes 6 los obreros decidieron llamar al Cuerpo de Delegados. Y decidieron que se iba a ocupar la planta y realizar una movilización activa, y no el paro pasivo al que llamaba la CGT. De esta manera, con estas pequeñas experiencias y en forme embrionaria, avanzamos sobre la base de clarificar el blanco, de practicar en esas circunstancias concretas la línea de masas y de frente único contra el enemigo común, y avanzamos en las posibilidades de aprovechar la división del Estado enemigo. Partiendo de apoyarnos en las masas, en el proletariado industrial y en los cuerpos de delegados para unir al pueblo; y así plantearnos la posibilidad de atraer a su causa a la base popular y a los sectores patrióticos de las Fuerzas Armadas.
Tuvimos también en el curso de esos días serios defectos, a los que dimos importancia por cuanto significan una gran enseñanza para el futuro. No funcionó el Plan de emergencia a nivel del Comité Central, ni el sistema de enlaces clandestinos, haciendo un uso liberal de los enlaces por vías legales sobre todo a través de los locales.
Carecimos de un sistema de impresiones para la emergencia y los frentes clandestinos actuaron, salvo excepciones, con mucha ineficiencia, sin utilizar toda la potencialidad que podría haber significado para el Partido haberse movilizado a pleno. El Comité Central de diciembre señaló, ante los problemas organizativos que emergieron en los días de crisis, que “ponemos de relieve el lado oscuro de nuestro trabajo porque el Partido tiene que dar un viraje ante la posibilidad de que vuelvan a producirse acontecimientos como los que acabamos de vivir.”
Como causa de fondo de nuestros errores podemos decir que hubo quienes subestimaron la posibilidad del enfrentamiento. Muchos lo veían para después de un posible triunfo peronista, debido a que no comprendieron la importancia de lo que sucedió el 9 de julio. Esta fue una experiencia a tener en cuenta, porque es cierto que a veces denunciando la maniobra se deja de ver la corriente. Pero a veces la esencia está en la maniobra, porque ésta es la que expresa la disputa interimperialista; es decir ésta es la que expresa quiénes se han montado en las corrientes nacionalistas, liberales, populistas, etc., para utilizarlas a favor de sus intereses imperialistas.
Otros camaradas subestimaron el grado de caos y anarquía que existe en las Fuerzas Armadas. Anarquía que continúa en la actualidad. Y conviene no engañarse ante los silencios y la falta de pronunciamientos dispersos de los diversos grupos que se oponen a su dirección. Porque ellos, contrariamente a lo que se supone, no significan ni unidad ni subordinación a los mandos superiores. En Villa Martelli los amotinados operaron a través de asambleas con centenares de oficiales y suboficiales que discutían y participaban en la toma de decisiones. Esto explicó el hecho de que el enfrentamiento militar tuviese varios momentos en su desarrollo, y que la corriente en determinadas circunstancias desbordara las maniobras y condicionara finalmente los acuerdos a que arribaron los diferentes sectores.
– En el Partido se evidenciaron tres desviaciones:
1. La seguidista de la burguesía liberal. Esta acusa al Partido de ir a la rastra de los militares nacionalistas. Estas posiciones concedieron a quienes hicieron pasar todo el análisis a partir de la contradicción democracia o golpe. Desde ya democracia significaba centralmente defender en esas circunstancias a Alfonsín.
2. La seguidista a la burguesía nacionalista. Esta quedó paralizada porque actuó a la expectativa de lo que hicieron o dejaron de hacer esos sectores, suponiendo que sus éxitos serían automáticamente beneficiosos para el pueblo.
Ambas desviaciones, teniendo en cuenta el peso del imperialismo hegemónico en la Argentina, terminan siempre a la rastra de los sectores prosoviéticos.
3. La purista, izquierdista de forma y derechista en los hechos, que responde a una estrategia no leninista de la revolución, paraliza al Partido y deja a la clase obrera a merced de cualquiera de las corrientes burguesas en pugna.
Estos temas fueron analizados por nuestro Partido a partir de la resolución del Comité Central de noviembre de 1988. En ella se puso énfasis en la necesidad de trabajar a fondo con la corriente nacionalista, especialmente entre la joven oficialidad. Y con la suboficialidad “que actualmente se encuentra logiada y organizada a escala nacional fundamentalmente en el Ejército pero también en las otras armas”. En ella se señaló que “hay un rechazo en gran parte de los camaradas del Partido a este trabajo. Se ponen tantas luces rojas que nunca se ponen verdes para facilitarlo. Está claro que vamos a cometer errores. Está claro que al trabajar con estos sectores estamos trabajando en ambientes insalubres. Lo mismo que cuando trabajamos entre dirigentes sindicales, o cuando trabajamos entre los dirigentes políticos de la burguesía. Pero sucede que aquí hay una resistencia particular, muy fuerte, antimilitarista. Algunos camaradas tienen una historia ingenua, esquemática, simplista, de lo que fue la Revolución Rusa y de lo que fue la Revolución China. Otra cuestión que pusieron de manifiesto los enfrentamientos militares de Villa Martelli fue la siguiente: Nosotros tenemos una estrategia insurreccional. Nos planteamos la posibilidad de una guerra civil, la posibilidad de una guerra prolongada, y la posibilidad de una guerra nacional. Trabajamos sobre la base de una perspectiva insurreccional con eje en las ciudades y con la línea de la ciudad al campo, desde el punto de vista nacional. Y sin dejar de lado que en muchas provincias el centro está en el trabajo agrario, el eje de nuestra línea es insurreccional y de la ciudad al campo.
Tomando en cuenta esto hay que tener presente que el ejercito insurreccional no se forma con anticipación a los acontecimientos insurreccionales. Que un Ejército político no es lo mismo que un Ejército militar, por cuanto el mando militar comienza la guerra con un Ejército. El Partido marxista insurrecional, construye el Ejército, como lo demostró la experiencia bolchevique, en el transcurso de la lucha misma a medida que las masas van comprendiendo la justeza de sus consignas y de sus políticas. Y es precisamente desde esta concepción marxista-leninista que debemos enfocar y actuar ante acontecimientos como los producidos en los últimos años en el país.
– A fines del año 1988 nuestro Partido, aprovechando experiencias anteriores, sobre todo previas al golpe de 1976, tomó medidas para comenzar a superar los errores y déficit señalados, y aprobó un plan de trabajo nacional que preparase al Partido ante la posibilidad de cambios bruscos en la situación. Este plan fue justo y oportuno, si bien no fue tomado homogéneamente por todos los regionales y organismos. Más aun: en algunos provinciales y zonales no se lo tomó, evidenciando que no sólo estaban en debate cuestiones de táctica política, sino también cuestiones estratégicas programáticas de fondo en la orientación de nuestro trabajo revolucionario.
8. El 15 de octubre de 1988 se firmó en La Rioja la Convocatoria a la Emancipación, en una reunión en la que participaron los partidos: Justicialista, Intransigente, Demócrata Cristiano, del Trabajo y del Pueblo, MID, Confederación Laborista, Partido de la Izquierda Nacional, Movimiento Patriótico de Liberación, Conservador Popular, Confederación Socialista y el Movimiento Democrático Popular. Con la Participación de los Presidentes de todos los Partidos, el 24 de febrero se proclamó formalmente la unidad del FREJUPO, en Mar del Plata, antes de un multitudinario acto. Con posterioridad a la realización del Congreso del Partido Justicialista.
Desde mediados de octubre hasta principios de marzo se discutió entre todos los partidos el Programa del Frente. Discusiones que tuvieron un punto álgido luego del Congreso Justicialista, porque éste aprobó un programa de contenido agroexportador a libro cerrado que tenía grandes contradicciones con el que se venía elaborando en la Comisión respectiva del Frente. Finalmente se acordó el programa conocido. Programa en el que tuvo nuestro Partido un protagonismo destacado, que fue condición para nuestra participación en el mismo y que propagandizó luego en todo el país.
Fue evidente que, como definimos en diciembre en el menemismo aparecen sectores proyanquis, prosoviéticos, proeuropeos y sectores de burguesía intermediaria y de terratenientes nacionales, y junto a éstos aparece un sector de burguesía nacional y sectores segundo y tercermundista que por ahora predominan en el menemismo, y se va conformando una amplia izquierda en el peronismo, desde muy distintos sectores, algunos se van aglutinando dentro de los renovadores, y otros se van conformando dentro de la corriente menemista; y una amplia corriente nacionalista enemiga de ambas superpotencias va creciendo dentro del menemismo. Por eso dijimos en el Comité Central de diciembre (pág. 18): “Nuestra política tiene que ser una política de apoyarnos en la izquierda, ganar el centro y aislar a la derecha”.
En la práctica el centro del trabajo del Partido fue impulsar la campaña electoral para derrotar al alfonsinismo Y lograr el triunfo del FREJUPO en todo el país.
– La constitución del FREJUPO planteó en lo electoral la política de frente opositor y muchos años de lucha de nuestro Partido por llevar adelante la línea de frente único, particularmente con las masas peronistas y el peronismo. La hegemonía en el FREJUPO estaba en manos de sectores nacionalistas burgueses, y junto a fuerzas de izquierda, tenían peso en él también diversos sectores prosoviéticos. El FREJUPO fue un gran instrumento electoral para desenmascarar y desbaratar las maniobras que realizó el gobierno, y para garantizar su derrota el 14 de mayo. Para garantizar una victoria aplastante que diese por tierra su intento final de burlar en el Colegio Electoral el triunfo en las urnas, en el caso de que este fuese muy ajustado.
El FREJUPO, en todo este proceso, fue un instrumento decisivo para volcar al pueblo al apoyo de la fórmula Menem-Duhalde y barrer el continuismo de Angeloz-Casella. Continuismo que contó con el apoyo de todo el aparato estatal y la mayoría de los medios de comunicación masivos de todo el país.
– En este proceso se desarrollaron debates en relación a nuestra posición, particularmente contra las presiones alternativistas de izquierda de ir solos para las que era lo mismo Menem que Angeloz.
Erraban así en el blanco, con lo que ayudaban objetivamente a Alfonsín.
Esta polémica fue desarrollada en el Comité Central de diciembre de 1988. Allí se argumentó que al trazar la línea de frente opositor rechazamos la táctica de marchar solos electoralmente y de utilizar las elecciones como un mero instrumento propagandístico y para reforzar a cuentagotas nuestra influencia. Y seguimos el camino de acompañar la experiencia de las grandes masas populares, de fundirmos con ellas sin dejar de ser su vanguardia marxista-leninista y, junto a ellas, ir construyendo la vanguardia real de masas.
Rechazamos la táctica del frente de izquierda. La táctica de unir sólo a las fuerzas de izquierda. Llamadas de izquierda desde cierta perspectiva, lo que no implica que lo sean en la realidad de la lucha de clases de un país dependiente. Esta táctica del frente de izquierda la practicamos al inicio de nuestra ruptura con el P“C”, hasta el año 1974. La práctica nos demostró, claramente, que es una línea errónea. Es una táctica que se inscribe en una estrategia que parte de caracterizar la estructura económico-social argentina como capitalista dependiente; subrayando (lo que no está en discusión) el carácter predominantemente capitalista de las relaciones de producción en la Argentina. Pero menospreciando el carácter de país oprimido por el imperialismo, el carácter de país dependiente de la Argentina; y no dando importancia a la subsistencia de resabios precapitalistas en el campo (que son el subproducto del origen precapitalista del latifundio en la Argentina y el tributo que pagan el imperialismo y la gran burguesía intermediaria a los terratenientes por su alianza en el bloque de las clases dominantes).
La teoría del capitalismo dependiente, que ahora sustentan los P“C” prosoviéticos latinoamericanos, niega la validez de la definición leninista de la época, (época del imperialismo y la revolución proletaria) y consiguientemente niega las tesis leninistas sobre el imperialismo. Se niega que el mundo entero se divide en naciones opresoras y oprimidas; que éstas son la inmensa mayoría y que el proletariado mundial debe luchar al lado de ellas; y se reemplaza la tesis de la existencia de países opresores y de países coloniales, semicoloniales y dependientes por la de países desarrollados y medianamente desarrollados, aplicando aquí también la teoría revisionista de las fuerzas productivas. Además se desconoce el carácter imperialista de la URSS actual, a la que se considera socialista, y se parte de la posibilidad de apoyarse en ella para enfrentar a los imperialistas yanquis.
Los partidarios del frente de izquierda consideran, consiguientemente, que la revolución es socialista desde el inicio y golpean a toda la burguesía en bloque como enemigo. Se trata de una teoría pequeñoburguesa de la revolución, trotskizante, e instrumentada por el socialimperialismo.
Con el peronismo tuvimos alianzas del 74 al 76, y del 76 al 83. Con posterioridad en el peronismo se abrió un período de divisiones, de vacilaciones y de crecimiento de sectores conciliadores y, en ocasiones, colaboracionistas con el alfonsinismo. Algunos de esos sectores llegaron en algunos casos a ser predominantes o muy fuertes, Ahora, dijimos en diciembre de 1988, intentan resistir pero no dejarán de vacilar, como demostraron las propias discusiones en el Frente. La burguesía nacional se ha caracterizado y se seguirá caracterizando por su debilidad y su duplicidad. Por eso nuestra política es su neutralización como clase. Lo que exige una línea hacia sus diversos sectores, de izquierda, incluso revolucionarios, de centro, y de derecha, en relación a la lucha antiimperialista, democrática y social. Una política que golpee y aísle a los recalcitrantes y gane a sus sectores patrióticos y antiimperialistas.
El Partido tuvo también una rica experiencia unitaria con el peronismo en la época antigolpista. Entonces conocimos los tironeos de derecha y de izquierda. Y aprendimos de la necesidad de no unilateralizar la línea. De no contraponer la fuerza propia al frente único. De no anteponer los temores a los resultados de la unidad. Porque sin línea de frente único no crecerá la fuerza propia y sin ésta no habrá a la larga un verdadero frente único, ni podremos conquistar la hegemonía en él. Rechazamos la política de “sólo unidad” y de “sólo lucha” en el frente único, porque somos partidarios de la política de unidad y lucha y lucha por la unidad. La hegemonía la conquistará a través de una justa línea de unidad que permita hacer avanzar el frente. Claro que una de las claves, como señaló el Comité Central en diciembre de 1988, es que: para poder garantizar la unidad y la lucha es necesario que el Partido trabaje con los tres programas. Es decir, el FREJUPO tiene que permitirnos avanzar, acumular fuerzas en el camino de acumulación principal de fuerzas que definió nuestro Quinto Congreso, en su Estatuto, en su Programa y en su Resolución Política. Esto exige la lucha por estos tres programas separados (el del Partido, el que proponemos al FREJUPO y el del FREJUPO). La práctica del Partido en este período fue muy rica y volvió a comprobar la justeza de la línea del Quinto Congreso.
– A medida que la campaña electoral se fue desarrollando en todo el país, acosado a comienzos del año además por la crisis energética, y consciente de que crecientemente las grandes masas se volcaban en favor de la fórmula Menen-Duhalde, el gobierno desencadenó nuevas maniobras.
Claro que luego de varios años el pueblo fue haciendo su experiencia y calando la mentira alfonsinista. Especialista en campañas espectaculares como fue la denuncia del pacto sindical-militar en la elección de 1983, los atentados con bombas en las escuelas y cines de 1985, el robo de las manos de Perón o las fracasadas maniobras provocativas en el terreno militar en 1987 y 1988, el alfonsinismo impulsó el 23 de enero de 1989 el copamiento del Regimiento de La Tablada. Lo hizo con el objetivo de involucrar a Menem, Lorenzo Miguel, Seineldín y Rico en un “golpe de Estado”. Sobre esta base se ilusionaban con lograr la división del peronismo, creando así una situación que revirtiera el proceso político y militar que lo llevaba a una segura derrota el 14 de mayo. Pero su plan aventurero fracasó estrepitosamente. Surgieron pruebas irrefutables que involucraron a Alfonsín en el provocativo y aventurero operativo y que demostraron que para impulsarlo había contado con el apoyo y la complicidad de los servicios secretos soviéticos. Pudo saberse así que algunos de sus hombres, que habían coordinado su labor con altos funcionarios de la Presidencia y del Ministerio del Interior en los días previos, cayeron en los enfrentamientos. Con lo cual en vez de fortalecerse se debilitaron aun más las fuerzas y los planes de Alfonsín.
Por otra parte, contrariamente a lo planeado, la firme denuncia de Menem, de nuestro Partido y otras fuerzas del FREJUPO, transformaron el hecho en una grave denuncia contra las provocaciones del gobierno, que no vacilaba en llevar al país al borde de la guerra civil, y contra sus verdaderos patrones nacionales e internacionales. Al mismo tiempo mostraron las uñas sectores prosoviéticos y también subordinados a la socialdemocracia, que dentro del peronismo obstruían deliberadamente la campaña electoral con vistas a impedir el triunfo del FREJUPO o lograr un resultado reñido en las elecciones. Esto con la finalidad de transformarse en árbitros en el Colegio Electoral, dado que la elección de la fórmula se haría por la vía indirecta del Colegio Electoral. De esta manera pensaban burlar, o condicionar al máximo, lo que se iba transformando día a día en un clamor nacional: derrotar al alfonsinismo en las urnas y lograr el triunfo del FREJUPO y sus candidatos. El fracaso de toda esta aventura criminal significó la pendiente final en la que entró el gobierno alfonsinista hacia el 14 de mayo. A la vez permitió superar el impasse en el que había entrado el FREJUPO y derrotar a los que se oponían abierta o solapadamente a su constitución y lanzamiento.
– Nuestro Partido tomó desde el primer momento una justa y firme posición frente a los acontecimientos de La Tablada, y se esforzó por llegar con su posición al pueblo; cuestión muy difícil porque detrás de la supuesta democracia el alfonsinismo ejercía, y en particular lo hizo en esta oportunidad, un férreo control de todos los medios masivos de difusión. La ocupación de La Tablada por Baños, Burgos, Gorriarán Merlo y miembros del MTP coincidió con el incendio de la cárcel donde estaba detenido López Rega. Todo hace pensar que este operativo no siguió adelante por el fracaso del copamiento del Regimiento.
Pero mucho más grave, aunque mucho más silenciado, fue el criminal atentado a Jorge Molinas, de trece años, hijo de la compañera Berta y del dirigente de nuestro Partido Luis Molinas, realizado horas antes del copamiento de La Tablada. Jorge Molinas salvó milagrosamente su vida dado que el agresor le efectuó un disparo desde escasos metros, hiriéndolo gravemente en el tórax. Este atentado clarificó adónde ubicaban al enemigo quienes idearon y articularon el operativo de la Tablada. Por otra parte, si se tiene en cuenta el parentesco de Jorge Molinas con el Fiscal de la República, cabe pensar que los autores intelectuales del atentado planearon además sacar un rédito adicional y macabro; pues el asesinato sería así presentado como parte de la “acción fascista” que enfrentaba Alfonsín en La Tablada, en la cárcel donde estaba López Rega y en Rosario…
Nuestro Partido denunció en Rosario y nacionalmente pública y valientemente esta provocación, recibiendo la solidaridad de los partidos aliados así como de numerosos sectores de la clase obrera y el pueblo. Quedó al desnudo la más absoluta falta de escrúpulos con la que actuaron y actúan los aparatos militares lanussistas y los operadores alfonsinistas. Este operativo criminal, tarde o temprano deberá esclarecerse totalmente, con el consiguiente castigo a los culpables. Así como el asesinato de Enriquito Imoff, de dos años de edad, que conmovió a la opinión pública y que también aconteció en Rosario hace muy pocos años.
La pendiente en la que crecientemente se deslizaba el gobierno se acentuó con el fracaso evidente y acelerado del Plan Primavera, que como había denunciado nuestro Partido era un plan económico electoral, que no iba a solucionar sino a agravar el conjunto de los problemas del país y de las masas populares. Emergió la bancarrota real a la que había llevado al país el alfonsinismo, con una situación económica caótica y una inflación galopante. Por otra parte la CGT, luego de las luchas de septiembre, en los hechos se llamó a silencio y practicó una política de tregua.
Nuestro Partido durante toda la campaña electoral se esforzó por ubicar la raíz de los males que padece nuestra economía, por realizar un correcto diagnóstico de la larga crisis que año tras año viene agravándose, y propuso un plan de seis medidas. Estas fueron lanzadas en la alocución que el camarada Otto Vargas pronunció por radio a todo el país, reafirmadas en la mesa Redonda realizada en la Feria del Libro con la participación de los dirigentes nacionales del partido Justicialista, del partido Intransigente y del partido Demócrata Cristiano, César Arias, Oscar Valdovinos y Esio Silveira, respectivamente, el 24 de abril de 1989 y popularizadas en toda la campaña electoral.
En primer lugar, señaló, “creemos que es necesaria una reforma monetaria profunda que saque el dinero de la especulación y lo vuelque a resolver las condiciones de vida, de trabajo, de estudio y de salud, y que permita también el aumento de la producción” (…) En segundo lugar, ésta debe ir “acompañada posteriormente de alguna medida como la nacionalización de la banca, o nacionalización de depósitos, o abolición del secreto bancario (…) junto a un estricto control de cambios que garantice que en Argentina haya una sola moneda que sea la moneda nacional (…) En tercer lugar… medidas en relación al campo. La única solución profunda se dará con una reforma agraria. Pero digamos por lo menos que habrá que implantar la 13246 de arrendamientos agrarios (…) y hay que resolver como está en el Programa del FREJUPO la inclusión de los trabajadores rurales en la Ley de Contrato de Trabajo (…) En cuarto lugar “en cuanto a la industria (…) entre otras cuestiones anular los convenios entreguistas que hizo el alfonsinismo y que antes hizo la dictadura… y garantizar que la producción petrolera, la explotación y la comercialización sea realizada por YPF, que es la empresa más eficiente de la Argentina. Esto puede permitir obtener de 3.000 a 4.000 millones de dólares y puede ser una poderosa palanca para el desarrollo industrial. (…) En quinto lugar el Dr. Menem tiene que cumplir su promesa de no pagar por cinco años los intereses de la deuda externa. Y eso debe ir acompañado de la investigación de la deuda legítima e ilegítima (…) e investigando la corrupción y el vaciamiento (…) Y en sexto lugar practicar una política de unidad latinoamericana”. La importancia de estas propuestas se fue acrecentando en los meses siguientes, ante la brutal agudización de la situación económico-social.
9. En los meses previos a mayo se fue produciendo un vuelco masivo de apoyo a la candidatura de Menem. Sus actos, concentraciones y caravanas que abarcaron a todo el país, convocaron multitudes que preanunciaban el triunfo del FREJUPO
El 14 de mayo de 1989 Menem arrasó y el FREJUPO obtuvo un histórico triunfo. Obtuvo 7.888.385 votos (el 47,39%) contra 5.401.788 (el 32,48%) de Angeloz-Casella; 1.092.327 (el 6,57%) de Alsogaray-Natale, 767.212 (el 4,62%) de Angeloz-Guzmán, 411.886 (el 2,48%) de Vicente-Zamora y 237.602 (el 1,43%) de Estevez Boero-Bravo.
En la noche del 14 de mayo el pueblo ganó las calles. Las maniobras montadas por el alfonsinismo basadas en el Colegio Electoral pusieron de relieve su gran derrota: del 51,82% de los votos de 1983 pasó al 32,53% de 1989, no obstante contar y utilizar descaradamente con todos los recursos del poder. Conservó sólo las gobernaciones de Córdoba y Río Negro. El triunfo del 14 de mayo colocó al peronismo en condiciones de tener mayoría en la Cámara de Senadores, convertirse en primera minoría en la Cámara de Diputados y cambiar favorablemente la situación en la mayoría de las legislaturas provinciales.
– A pocos días del gran triunfo del 14 de mayo nuestro Partido convocó a un acto en conmemoración del 20 Aniversario del Cordobazo en el que analizó, a través de la intervención del camarada Otto Vargas, los resultados electorales y las perspectivas políticas abiertas en el país. Colmado el Salón “Unione e Benevolenza” y ante la presencia de dirigentes del Partido Justicialista, del Partido Demócrata Cristiano, del Partido Intransigente, del Partido Socialista Auténtico, del Movimiento Democrático Popular, de delegados del partido hermano de Uruguay, así como de numerosos dirigentes sindicales, se puso de relieve el enorme significado que tenía el triunfo del 14 de mayo.
Porque el 14 de mayo, señaló Otto Vargas, “fue derrotado el continuismo de la política de hambre del alfonsinismo, el proyecto del sector dirigente de las clases dominantes de la Argentina. Ese proyecto que empujó el sector prosoviético del radicalismo, unido a la socialdemocracia europea de Willy Brandt, el Partido Laborista inglés, junto a los terratenientes y a los sectores más antipopulares de la Argentina”. Claro que “ha tenido el apoyo también de los usureros yanquis. Ellos son pragmáticos”. Les “interesa que se paguen los intereses de la deuda externa”. Y sobre todo que se “apliquen las políticas monetaristas y hambreadoras del FMI”. Esta derrota “ha sucedido porque ese proyecto alfonsinista se basó en tres presupuestos falsos. En primer lugar, pretendió desarrollar la producción agropecuaria sin acabar con el latifundio. En segundo lugar pretendió desarrollar y modernizar la industria sin acabar con la dependencia. Y en tercer lugar pretendió aliviar la presión del imperialismo de una superpotencia, apoyándose en la otra superpotencia.” Y luego de reafirmar la propuesta de las seis medidas que habíamos difundido antes del 14 de mayo, y de exigir la necesidad de castigar a los especuladores “como Bulgheroni, de quien Brodherson solía decir que debía 485 millones de dólares al fisco, sostuvo que éramos partidarios de empujar la lucha de masas. En primer lugar por el respeto a la voluntad popular. “Masas muy grandes buscan un camino pacífico. Han abierto un sendero en la maleza y tratan de avanzar”, señaló Otto Vargas.
“Nosotros que somos partidarios de la revolución, que creemos que sin la revolución no habrá democracia ni habrá conquistas estables para nuestro pueblo y que no habrá liberación de la patria sin ella, estamos dispuestos a acompañar a esas masas en esa experiencia. Porque sabemos que la revolución la hacen las masas, y sin esas masas no habrá revolución en la Argentina.
“Hay que decir que esas masas no se equivocaron el 14 de mayo el único camino que en las condiciones concretas de Argentina crea mejores condiciones para la lucha popular y permite, también, acumular fuerzas para la revolución que madura en la Argentina y que madura en el mundo.”
En el proceso electoral, la lucha por la construcción del FREJUPO abarcó a todo el país. La aprobación del programa, la constitución de las listas, la participación conjunta en actos y manifestaciones, y sobre todo la construcción de comités de apoyo por abajo, en particular en las grandes empresas, significó una gran lucha política y un triunfo de la línea del Quinto Congreso.
Una gran lucha por llevar adelante la política de frente único, particularmente con las masas peronistas y el peronismo. Labor en la que fue participando la gran mayoría de nuestros organismos y camaradas. Tuvo resultados muy positivos. Positivos Para la unidad y organización de las masas y del Partido. Claro que esto no fue parejo ni lineal en las diversas provincias y zonas, ni dentro de las mismas zonas y organismos; pero lo distintivo fue que la mayoría de los organismos y camaradas terminaron siendo protagonistas activos de nuestra línea, de su integración concreta y del avance del Partido.
Esto lo logramos en el marco del proceso de masas sobre la base de una gran discusión política en todo el Partido, general y particular, estudiando y generalizando nuestras mejores experiencias, y realizando una labor de ayuda y control sostenido en todos los organismos y afiliados. Este proceso tuvo un vuelco con la participación del Partido en la proclamación del FREJUPO y en el acto realizado luego del Congreso peronista de Mar del Plata.
– El PTP integró junto a otros diez partidos el FREJUPO a nivel nacional.
Esa integración se plasmó también en Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe, La Pampa, Jujuy, Río Negro, Tucumán, Córdoba, Chaco, Formosa, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Corrientes, Santiago del Estero y Tierra de Fuego. Participó igualmente el PTP en Chubut, Entre Ríos y Salta. Las únicas excepciones fueron Mendoza y Misiones, donde por las actitudes sectarias y divisionistas de algunos sectores dirigentes de los PJ provinciales, el PTP fue excluido del Frente.
La constitución de los FREJUPO femenino y juvenil a nivel nacional fueron hechos de relieve que expresaron el avance de nuestro trabajo unitario. Igualmente entre la intelectualidad, donde más de 700 firmas apoyaron el programa del FREJUPO relacionándolo con los problemas de la cultura.
La participación del PTP en el FREJUPO fue el resultado de un acuerdo programático, público y equitativo establecido por los once partidos a nivel nacional. Consecuentemente con ello el PTP integró la lista de candidatos a diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires, en la Capital Federal la de diputados y concejales en calidad de suplentes, de electores en Entre Ríos y San Juan, de diputados provinciales y de concejales en Jujuy y en Rosario, Santa Fe, Arteaga, y Almirante Brown.
En el proceso electoral el Partido organizó y participó en el FREJUPO de 19 provincias, en 47 municipios y algunas circunscripciones, y organizó y participó en 77 Comités de Apoyo, de los cuales 19 fueron Comités de Empresa y centros de concentración.
– En este proceso nuestro Partido se extendió nacionalmente y en profundidad en centros de concentraciones obreras, agrarias y populares. Abrimos trabajo en Chubut, Salta, Catamarca, y Tierra del Fuego, y se crearon condiciones para hacerlo en La Rioja y reforzar nuestra labor en Neuquén. Con lo cual pasamos a trabajar en todas las provincias del país, aunque en algunas aún muy débilmente.
El PTP tuvo reconocimiento jurídico nacional en la Capital Federal y en 16 provincias: Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, Misiones, Formosa, Jujuy, Santiago del Estero, San Luis, San Juan, Río Negro, Mendoza, Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Tucumán, Santa Cruz. Existen Juntas Promotoras y Trámites en Chubut, Salta, Neuquén y Tierra del Fuego. Con lo cual nos falta encarar el problema solamente en La Rioja.
Pero persisten las maniobras judiciales para trabar la acción del PTP y otros partidos. Entre ellas y principalmente la resolución de algunos jueces de exigir la presentación de fichas de afiliación. En Córdoba recientemente se ha fallado por este motivo contra el PTP, perdiéndose la personería; igual amenaza pende sobre otros regionales.
Esta situación exige la denuncia política de un Estatuto cuya sola existencia es un hecho reaccionario, e intensificar la lucha para derrotar dichas maniobras logrando miles de nuevas fichas de afiliación. En numerosas provincias se demostró que esto es posible. Claro que para concretar esto debemos batir la subestimación que existe en relación a este trabajo en varios organismos y camaradas.
El Partido realizó también un intenso trabajo de propaganda de masas. Participó en decenas de actos unitarios, organizó sus propios actos y pasó a ser un partido conocido en casi todo el país. Esto no obstante la discriminación y el ocultamiento al que fue sometido por los canales de televisión y radios, y por la política de silencio que practicaron los diarios nacionales salvo fugaces excepciones. Al mismo tiempo quedó claro también que en muchos lugares existe una gran subestimación para desarrollar una política sostenida hacia los medios de comunicación masivos, como parte de nuestra línea de masas, y organizar el trabajo específico haciendo de esta labor una tarea permanente.
Numerosos camaradas ocuparon tribunas en actos unitarios del FREJUPO, en particular en las provincias de La Pampa, Jujuy y Río Negro.
Al mismo tiempo los actos organizados por el PTP en Chabás, Arteaga y en La Plata, así como el trabajo realizado en muchos barrios del país, mostraron el grado de profundidad alcanzado en algunos lugares por la unidad de los partidos integrantes del FREJUPO y el papel de avanzada de nuestro Partido en el despliegue, extensión y organización del FREJUPO entre las masas. Una vez más volvió a comprobarse que sin lucha por la unidad es una ilusión doctrinaria el avance del Partido. Al mismo tiempo que el desarrollo y el fortalecimiento de la unidad depende de que el Partido avance y se consolide.
– Una de las características de la labor de nuestro Partido fue que su trabajo se asentó en la línea de masas. Su propaganda, sus finanzas, su organización, estuvieron basados en la fuerza y en el aporte de los que nada tienen, apelando siempre a las inagotables energías que residen en la conciencia y en la combatividad del pueblo.
El trabajo en el FREJUPO elevó la experiencia política de los afiliados y organizaciones de nuestro Partido, y contribuyó al surgimiento de nuevos y valiosos cuadros. Se desarrolló también la JCR. Fue este un período de avance para el Partido y el PTP.
En todo este proceso de desarrolló una lucha por practicar una política que desarrolle la asimilación de los nuevos compañeros. Una lucha contra una política de cuadros que los suplanta y que no confía ni se apoya en ellos. Con lo cual en vez de organizar las células y hacer funcionar los organismos, practica la política de actuar a través “del malón”. O sea con grupos de compañeros
desorganizados, con falta de planes políticos discutidos colectivamente, sin responsabilidades individuales, sin privilegiar el trabajo con el HOY y en los que los balances políticos y orgánicos quedan por lo general “para después”. Con lo cual es difícil que los nuevos vuelvan a trabajar con quienes dirigen así y desprecian de esa manera la potencialidad política revolucionaria de las masas y de los nuevos compañeros.
Es necesario señalar también que no logramos un avance significativo en la difusión y el cobro del HOY, y que el reclutamiento al PTP y sobre todo al PCR, fue débil. No logramos cosechar orgánicamente, de acuerdo a las posibilidades abiertas, la influencia y el avance político logrado por el Partido en este período. Y si bien tuvimos experiencias muy valiosas realizadas por células y comités de Partido, fue éste el costado débil de nuestro desarrollo a nivel general.
Las razones de este déficit fueron diversas. En algunos lugares estuvieron originadas por la resistencia a practicar nuestra táctica política y su integración concreta al lugar. En otros porque se lo hizo tardíamente por falta de funcionamiento político. Al mismo tiempo estas razones empalmaron en muchos casos con concepciones que vienen desde antes. Concepciones doctrinarias, sectarias y concepciones espontaneístas, sindicalistas, de esencia reformista, que consideran que el crecimiento del Partido será un producto espontáneo de la lucha y del movimiento de masas. O consideran la teoría de la autoliberación de las masas independiente de la existencia de una organización de vanguardia marxista-leninista, negando el papel dirigente del Partido. Por lo que nuestro avance organizativo, el reclutamiento y la asimilación de los nuevos afiliados, estuvo por detrás del proceso espontáneo de las masas y del requerimiento del conjunto del propio Partido.
– Una vez más quedó claro la verdad de que lo de abajo ayuda a lo de arriba pero también lo de arriba ayuda a lo de abajo. El antagonismo esquemático de ambos aspectos al margen del contenido de nuestra línea y del proceso de desarrollo de la lucha por la unidad no sólo fue refutado una vez más, sino que también quedó demostrado que en determinadas situaciones concretas lo decisivo es el acuerdo por arriba, pues como se evidenció con el FREJUPO el acuerdo nacional se constituyó en un instrumento decisivo para impulsar los FREJUPO por abajo y principalmente en las empresas, barrios y concentraciones agrarias y populares. Un ejemplo importante de esto lo constituyó el FREJUPO en UATRE a nivel nacional. Fue decisivo para enfrentar el continuismo alfonsinista en el gremio y a su vez influyó internamente para dar impulso a la tarea de organizar los comités de apoyo en el movimiento obrero.
– Una cuestión fundamental en todo este proceso fue la organización de los comités de apoyo del FREJUPO por abajo, en particular en las grandes empresas, que impulsó nuestro Partido.
En la organización de los comités de apoyo en las empresas existieron experiencias como las de Astilleros, Siderca y otras, que demostraron que tomar a fondo esta tarea requería partir de lo político para enfocar lo sindical y no al revés. Y en estas circunstancias, más concretamente, partir de lo político electoral, por cuanto sin ello era imposible ubicar con corrección el blanco y practicar una correcta línea de frente único. Se demostró que sólo obrando así era posible avanzar también en una correcta política sindical y en la lucha reivindicativa. Claro que esto exigió a su vez, como se demostró en esas experiencias, resolver acertadamente la relación orgánica entre el papel del frente de partidos con los cuerpos de delegados y el sindicato, y con las propias agrupaciones. Pues si bien nuestra acción estaba presidida por una línea política común, nuestra participación en cada una de dichas organizaciones requería respetar sus funciones, grados de unidad y normas de organización.
Estas experiencias demostraron también que la preocupación central por la construcción de los comités de apoyo en las empresas (experiencias que han sido desarrolladas en artículos recientes y muy importantes en el HOY y en Política y Teoría) no fue simplemente una preocupación organizativa. Sino que requirió comprender que dichos comités eran una exigencia de la coyuntura política y apuntaban a su vez a avanzar en el cambio de la correlación de fuerzas en los organismos de masas de las empresas, o sea en nuestro camino central de acumulación revolucionaria de fuerzas de acuerdo a nuestros objetivos programáticos. Porque como lo demostró la experiencia histórica, particularmente en nuestro país los años del Cordobazo y demás rebeliones populares acontecidas a fines de la década del 60, fueron las organizaciones obreras de fábrica el corazón del vasto ascenso obrero y popular que conmovió a las clases dominantes y a sus sirvientes de turno.
Por eso es que allí donde fue comprendida y tomada a fondo esta iniciativa de nuestro Partido, se avanzó en la unidad con las masas peronistas, en la política de frente único político y sindical y se ganaron posiciones en los cuerpos de delegados y comisiones internas de las grandes empresas. Y sus consecuencias serán no sólo inmediatas, pues dicho paso ha sido una experiencia que caló muy hondo en la conciencia y el corazón de esas masas. Sobre todo, como muestran algunos ejemplos, en muchos delegados de fábrica en los que bulle una intensa preocupación por el presente y el futuro de su clase y de la patria. Un hecho positivo en tal dirección fue también el acto del FREJUPO en el Puerto de Buenos Aires.
Por eso, fue el Comité de Apoyo con esta orientación lo que permitió asimismo acrecentar las fuerzas de nuestras agrupaciones y el Partido, allí donde hicimos de esta tarea una tarea integrada al conjunto de la labor partidaria. Que las consecuencias de esta gran iniciativa de nuestro Partido no se agotaron el 14 de mayo, lo muestra el significativo papel que desempeñaron en la lucha contra el hambre, en el complejo proceso desarrollado posteriormente en el gremio telefónico, etc.
Estas experiencias positivas no pueden ocultarnos a su vez que en muchos lugares, ni política ni orgánicamente, la organización de estos comités de apoyo fue la preocupación central, Ni que en otros se los tomó formalmente o desde una política meramente electoralista. Política que si bien nos dio resultados positivos, fue estrecha en cuanto al enfoque de los mismos. No obstante ello abrió un camino que debemos profundizar, generalizando nuestras mejores experiencias. Y practicando el método que nos enseña el maoísmo de que no hasta lanzar llamamientos generales. Es necesario comprobar, practicar en un punto concentrado el contenido de dicho llamamiento a fin de analizar su práctica, sus lados fuertes y oscuros, para así sacar conclusiones correctas, llevarlas nuevamente a las masas, para a través de esta relación permanente entre dirigir y aprender, entre el pensar y el hacer del Partido y la masa y sus organizaciones, avanzar en la acción revolucionaria.