En este contexto, la lucha por la transformación de nuestra sociedad en una sociedad comunista requiere obligatoriamente etapas previas que abarcan la revolución democrática y la revolución socialista. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación existente entre ellas.
En la Argentina, país dependiente, oprimido por el imperialismo, aún hoy no se han realizado las tareas democráticas, agrarias y antiimperialistas, por no haberse destruido el Estado de los terratenientes, la gran burguesía intermediaria y el imperialismo. A pesar de las reformas efectuadas por el yrigoyenismo y las más avanzadas realizadas por el peronismo, quedó demostrada la incapacidad de la burguesía nacional para llevar adelante las transformaciones revolucionarias que nuestro país necesita. Sólo podrá hacerlas el proletariado sobre la base de la alianza obrero-campesina y dirigiendo al conjunto del pueblo en la lucha por instaurar una república de nueva democracia.
“Los múltiples sistemas de Estado en el mundo pueden reducirse a tres tipos fundamentales, si se clasifican según el carácter de clase de su poder: 1) república bajo la dictadura de la burguesía; 2) república bajo la dictadura del proletariado; y 3) república bajo la dictadura conjunta de las diversas clases revolucionarias” (Sobre la nueva democracia, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo II, página 365).
Para garantizar este último tipo de república y avanzar en el camino revolucionario, es imprescindible que el proletariado, fuerza principal de la revolución en la Argentina, no sólo encabece, sino también hegemonice la lucha por la destrucción del viejo Estado y la construcción de un Estado de nuevo tipo: el Estado de las clases revolucionarias, basado en la alianza obrero-campesina y dirigido por la clase obrera.
Las clases revolucionarias necesitan de este nuevo Estado para resolver las tareas agrarias y antiimperialistas, y para no quedar desarmadas ante las clases derrotadas que siempre intentarán recuperar el poder. Estas cuestiones estarán en profundo debate en el seno del pueblo. Del papel que juegue el proletariado y su partido, de cómo se resuelva la hegemonía del proletariado, dependerá que la revolución avance a la dictadura del proletariado, al socialismo, en forma ininterrumpida, como etapa de transición al comunismo, o que se restaure la dominación de las clases explotadoras.
A diferencia de algunos otros países coloniales, semicoloniales o dependientes, la Argentina ha sido y es un país disputado por varias potencias imperialistas. Disputa que en el marco de la actual situación internacional se agudiza. Argentina es parte de América Latina, que continúa siendo área de influencia tradicional del imperialismo yanqui. En nuestro país, en las últimas décadas, el socialimperialismo soviético ha hundido profundamente sus raíces; esto ha producido cambios profundos que convirtieron a la URSS en el imperialismo dominante en desmedro principalmente de ingleses y yanquis. En el periodo actual crece el peso e injerencia de monopolios europeos, italianos y alemanes en particular, y japoneses.
Para las potencias imperialistas la Argentina interesa especialmente por su posición estratégica en el Atlántico Sur, en relación a los preparativos para la Tercera Guerra Mundial.
El imperialismo inglés, luego del triunfo de su agresión colonialista en junio de 1982, ha instalado una base militar, que se integra en el dispositivo estratégico de la OTAN, en nuestras Islas Malvinas desde donde pueden desplegarse armas atómicas. Situación que se agravó con la política desmalvinizadora del alfonsinismo. A su vez, el acuerdo pesquero y las concesiones portuarias hechas por el alfonsinismo terminaron de abrir las puertas de nuestra Patagonia, es decir del Atlántico Sur, a la poderosa flota de guerra soviética, ya que su flota pesquera es una sección de la marina de guerra de la URSS. Las concesiones hechas por el gobierno del doctor Menem con la renegociación de los acuerdos pesqueros y sobre las Malvinas, mantienen la situación de “zona caliente” en nuestras aguas del Atlántico Sur. La Argentina sigue siendo peón en un tablero que manejan las superpotencias.
Sostenemos una política contra la guerra interimperialista de neutralismo activo (lo que significa luchar por impedir que la vida, el territorio y los mares sean usados por uno u otro bloque). Es lo se entrelaza con la lucha por la recuperación patriótica de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y con la lucha por la anulación de los acuerdos pesqueros y las concesiones en los puertos del Sur argentino hechas a los soviéticos. Esta es la única forma de ejercer nuestro pleno derecho soberano en el sector antártico argentino y sobre nuestra plataforma submarina.
La unidad de los pueblos de la Argentina y de todos los países latinoamericanos es clave para impedir que nuestros pueblos sean instrumentados en la lucha interimperialista por el dominio del mundo y para poder avanzar hacia el triunfo de la segunda revolución liberadora en América Latina.