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25 de November de 2010

Comité Central - Noviembre de 1974

Unirse para enfrentar al golpismo

Documentos del PCR / tomo 4

El país vive horas de tensión y de inquietud.
Es evidente para todos que utilizando la oleada terrorista se ha ido creando un caldeado clima golpista.
Hace apenas año y medio se acabó con una dictadura militar que durante siete años escribió algunas de las páginas más negras de la historia argentina.
Y ya se habla, de nuevo, de otro posible gobierno militar.

El país vive horas de tensión y de inquietud.
Es evidente para todos que utilizando la oleada terrorista se ha ido creando un caldeado clima golpista.
Hace apenas año y medio se acabó con una dictadura militar que durante siete años escribió algunas de las páginas más negras de la historia argentina.
Y ya se habla, de nuevo, de otro posible gobierno militar.
Generales encumbrados anuncian que “ha sonado nuestra hora” o afirman “el Ejército argentino habrá de jugar una vez más el papel protagónico que la Argentina libre y fuerte del mañana le tiene reservado”; y se proponen, públicamente, diversos tipos de gobierno militar.
Algunos quieren un gobierno militar que con­vierta a la Sra. Presidente en un títere en manos de un gabinete de las FF.AA. Sería un gobierno semejante al actual gobierno de Bordaberry en Uruguay, o al tristemente célebre “gobierno Guido”.
Entre los partidarios de esa salida hay quienes quieren un tal gobierno militar para aplicar una línea proyanqui y proterrateniente. Así lo declara el actual rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires que defiende un camino de represión antipopular basado primero, dice, “en el Estado de Sitio”, y luego en la “dictadura” y las “facultades extraordinarias”.
Otros quieren un gobierno semejante (con la Sra. Presidente prisionera de los militares) para aplicar una política “progresista y antiyanqui”. Este ha sido el sueño del Sr. Gelbard y los sectores prosoviéticos a los que representa.
También se trabaja, de fracasar estos planes, para un golpe abierto.
Los proyanquis preparan, para en tal caso, un golpe semejante al de Pinochet en Chile. El diario La Prensa, con no muchos tapujos, ha manifestado sus simpatías por un tal tipo de gobierno.
Y los prosoviéticos, aprovechando los sentimientos nacionalistas de una gran parte de la oficialidad de las FF.AA, apoyarían, de ser desplazada la Sra. Presidente, la instauración de un gobierno “peruanista” al que esperan transformar en una dictadura militar aliada a la URSS. Sectores de izquierda, como los dirigentes montoneros, defienden las conveniencias de un golpe de este tipo, porque estiman quo los grillos, cadenas y barrotes que el mismo colocaría al pueblo serán de oro, porque ese será un gobierno “antiimperialista”.
En la alta jerarquía sindical unos trabajan con los golpistas proyanquis y otros con los prorrusos Sus declaraciones de apoyo a Isabel son hipócritas. También durante la dictadura militar usaban la camiseta peronista. pero saboteaban la lucha obrera y popular y pactaron con Onganía, con Levingston y luego con Lanusse.
El pueblo, y especialmente la clase obrera y las grandes masas trabajadoras de la ciudad y el campo, que son en su inmensa mayoría peronistas, no quieren el golpe de Estado, se lo disfrace como se lo disfrace.
La voluntad antigolpista de la clase obrera y grandes sectores populares se manifiesta en todos lados y en toda ocasión. Existen para ello con­diciones favorables para impedir el golpe de Estado, o, en caso que el mismo se dé para que el pueblo tercie en la lucha e imponga su voluntad.

¿Por qué se ha llegado a esta situación?

Si hace poco más de un año, más de siete millones de votantes apoyaron la fórmula Perón-­Isabel de Perón ¿cómo ha podido prosperar tan fácilmente un clima golpista como el actual y có­mo han podido crecer amenazadoras fuerzas gol­pistas como las que cercan al gobierno?
Esta es una pregunta que se hacen millones de argentinos.
Hay que recordar que el gobierno peronista no tomó el gobierno como resultado de la destrucción revolucionaria de la dictadura militar y su aparato estatal. Ganó el gobierno gracias a elec­ciones que organizó esa dictadura, con un Esta­tuto y condiciones proscriptivas. Y subió al go­bierno habiendo previamente apoyado el acuerdo CGT-CGE (llamado luego Pacto Social) y el pacto de la Hora del Pueblo que, tanto al llama­do Encuentro de los Argentinos y a las coinciden­cias programáticas de los partidos reunidos en e1 Restaurant Nino, fueron el soporte político de las elecciones de la dictadura.
El país había sido conmovido sobre todo des­de 1969, por gigantescos estallidos de insurgencia popular como los Cordobazos, Rosariazos, Mendo­zazo, Tucumanazo, Rocazo, y por grandiosas lu­chas obreras y populares. Se fueron creando con­diciones para derribar por un Argentinazo insu­rreccional a la dictadura. Pero la dictadura, apoyándose en las fuerzas terratenientes, burguesas, y reformistas, acosada y debilitada, pudo pese a todo elegir el campo de su derrota. Eligió el campo electoral. Así cerró el camino a su derrota revolucionaria y sólo fue derrotada parcialmente.
Así subió Cámpora y así subió, luego, el Gral. Perón al gobierno. El Gral. Perón repitió insis­tentemente que su programa era reformista y no revolucionario.
Es ese programa reformista el que ha fracasado. Como fracasó antes de 1955, y como fracasó el programa reformista de Allende en Chile. Por­que los males de nuestra Patria y nuestro pueblo, originados en la dependencia al imperialismo, primero inglés y luego yanqui, y en la subsis­tencia del latifundio oligárquico, no se curan con los paños tibios de algunas reformas. Requieren medidas revolucionarias, que, como tales, sólo pueden ser aplicadas por un gobierno y un Es­tado revolucionarios.
Sin revolución no habrá solución a problemas tales coma la desocupación, los bajos salarios, la falta de vivienda, la falta de tierra y precios compensatorios para los campesinos pobres y me­dios, el acceso a la educación y la cultura para las grandes masas populares, la sanidad pública, etc.
El enemigo principal de nuestra Patria y nues­tro pueblo, el imperialismo yanqui, ha clavado profundamente sus garras en la vida económica, social y política del país. Es un enemigo pode­roso. Debe ser aniquilado internamente para po­der derrotar sus arremetidas. Y esto no se puede hacer pacíficamente. Como no fue posible en 1810 derrotar pacíficamente a los colonialistas españoles.
De no arrancarse de raíz la dominación yanqui, liquidando las bases de su poder y las de sus aliados internos, aprovechando las contradiccio­nes de una política reformista que los asusta pero no los aplasta, como enseña el reciente ejemplo chileno, y al amparo de la blandura de los refor­mistas para con los reaccionarios proyanquis, es­tos se reagrupan y en el momento favorable contragolpean.
Al imperialismo yanqui -debilitado internacio­nalmente- y a sus socios nacionales, era y es posible barrerlos para siempre de la Argentina.
Pero para ello es necesario seguir un camino revolucionario y no un camino reformista. Pero un camino revolucionario sólo lo puede encabezar el proletariado con un partido de vanguardia y no la burguesía.
Por eso hoy planea sobre la Argentina el fantasma de un nuevo 1955.
Por eso hoy crece la conjura golpista incubada en cuarteles, salones oligárquicos y algunas em­bajadas.
El incremento del clima golpista también tiene relación con la aguda lucha interimperialista que se libra a escala mundial. Especialmente entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo so­viético.
El enfrentamiento de ambas superpotencias es mundial.
El Gral. Perón acordó con los socialimperialis­tas soviéticos y sus testaferros -como. Gelbard- para retornar al gobierno.
Pero los imperialistas rusos, como ya han mos­trado en Checoslovaquia, Egipto, Cuba o la In­dia no quieren alianzas con gobiernos nacionalis­tas. Quieren subordinarlos y someterlos a sus pla­nes de hegemonía mundial. Más aun cuando, en el caso argentino, les interesa el valor político de nuestro país en América Latina y el posible con­trol del Atlántico Sur.
Los soviéticos, pese a haber infiltrado durante años al peronismo, al igual que hicieron con otros movimientos nacionalistas de Asia, África y América Latina, al ver que sus sueños de dominio se frustran por la resistencia de las masas y la ne­gativa a subordinarse a sus planes de Perón, y ahora de Isabel de Perón, han pasado a conspirar abiertamente. Así vemos a la camarilla dirigente del PC, reemplazar la bandera antigolpista por la de la propaganda del golpe portugués o la de las virtudes del “modelo” peruano. Y vemos a todo el periodismo prosoviético, como Crónica o Clarín, transformarse en agitadores del clima gol­pista.

Yanquis y rusos disputan la presa argentina.
En el marco de esa disputa los yanquis ame­nazan con encender una guerra del Pacifico en­tre Chile, Perú y Bolivia que incendiaría a todo el Cono Sur de América Latina; y los rusos no descartan la posibilidad de desencadenar un con­flicto entre estos países que distraiga a los yan­quis de la disputa por Europa y el Medio Oriente.
Y, así como los yanquis estimulan el terrorismo de derecha, los soviéticos instrumentan el terro­rismo de “izquierda” aprovechando para sus pla­nes expansionistas el heroísmo de miles de comba­tientes revolucionarios; y se montan en los senti­mientos antiyanquis de sectores de la oficialidad y la suboficialidad (que admiran el rumbo anti­imperialista del gobierno peruano) para sus ma­quinaciones golpistas.

El gobierno frente al golpe

El gobierno de Isabel de Perón (al igual que hizo antes el gobierno de Perón) enfrenta al peligro de golpe realizando reformas (algunas rela­tivamente importantes como la nacionalización de las bocas de expendio de combustibles, o la “argentinización” de la Standard Electric, la Siemens y la Italo de electricidad); concediendo, alternativamente, a uno u otro sector proimperialista y golpista; y dirigiendo una política represiva que inevitablemente cae sobre las masas obreras y populares, al tiempo que escapa al control del go­bierno que pretende instrumentarla.
Así como la política de apoyarse en los soviéticos para golpear a los yanquis (política repre­sentada por el equipo Gelbard), no resolvió los grandes problemas nacionales ni permitió avanzar a fondo en la lucha liberadora, y fue impotente para impedir que los yanquis se reagruparan para contragolpear, tampoco la política de apoyarse en proyanquis como Ivanissevich, o reaccionarios co­mo Lacabanne, le servirá a la Sra. Presidente para evitar la conspiración prosoviética o proyanqui, que crece en los cuarteles.
Esa política es la del abrazo de la muerte. Es creer que se arrastra a otro y ser en realidad arrastrado por el otro.
Esa política desune y confunde al pueblo. Me­didas destinadas a reprimir fundamentalmente a la clase obrera y el pueblo, como el Estado de Sitio, o la ley antisubersiva (aunque esta haya si­do prácticamente consentida por la oposición burguesa y reformista), contribuyen a ir aislando al gobierno convirtiéndolo en fácil presa de los golpistas.

 

Cómo evitar el golpe de Estado y derrotar a los golpistas

Es posible evitar el golpe de Estado, cualquiera sea su firma y sus protagonistas.
Se puede evitar porque la mayoría de la clase obrera y el pueblo están dispuestos a luchar -co­mo lo vienen haciendo desde años- contra los yanquis y los gorilas que los apoyan, y tampoco quieren, como decían los patriotas de Mayo “cam­biar el amo viejo por el nuevo”, es decir: cam­biar al amo yanqui por el amo ruso.
Se puede evitar porque la Argentina tiene re­cursos humanos y materiales como para construir una patria independiente sin necesidad de entre­garse a ningún imperialismo.
Se puede evitar porque los pueblos del Tercer Mundo se alzan cada día más como una enorme fuerza revolucionaria del mundo actual, fortale­cidos por la consolidación y los avances de la Revolución China, y los triunfos de los pueblos opri­midos por el imperialismo en todo el mundo, y porque crecen las fuerzas del movimiento obrero revolucionario en Europa y EE.UU.
Se puede evitar porque hoy existe en la Argen­tina un partido auténticamente comunista, auténticamente marxista-leninista, dispuesto a luchar hasta el fin contra el imperialismo yanqui y contra el golpe gorila, proyanqui o prosoviético, a dife­rencia de 1955, cuando el P“C” concilió con los gol­pistas gorilas.
Pero para evitar el golpe de Estado, o para de­rrotar a los golpistas si éstos se atreven a operar, es necesario que el pueblo, especialmente el pue­blo peronista, no espere que otros hagan por él lo que sólo él puede hacer. El pueblo con la clase obrera al frente debe encabezar la lucha antigol­pista, luchando, al mismo tiempo, por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas, espe­cialmente por las libertades democráticas y el libre accionar del movimiento popular, y debe unirse, organizarse y armarse para derrotar la conspiración golpista. Para todo esto es fundamental que se re­cuperen los cuerpos de delegados de fábrica y los sindicatos de manos de los jerarcas al servicio de la patronal y del golpismo de uno u otro origen, po­niendo al frente de las organizaciones obreras a dirigentes honestos que sólo respondan a los inte­reses de los trabajadores y se basen en una profun­da democracia sindical.
El camino para aplastar el golpe es el de unirse y organizar las brigadas de autodefensa armada de masas. Este es también el camino para que los oficiales y suboficiales antiimperialistas y amigos del pueblo puedan enfrentar, tanto las pro­vocaciones golpistas como el golpe abierto.
Al calor de la lucha antigolpista se puede forjar un auténtico frente único antiyanqui, basado en la unidad obrero-campesina y dirigido por la clase obrera, que sea el apoyo firme de un gobierno re­volucionario de unidad antiyanqui, que acabe para siempre con la dependencia al imperialismo yanqui, expropiando las palancas económicas que ellos y sus socios nacionales controlan, y abra el cauce libe­rador de la revolución democrático-popular, agra­ria, antiimperialista y antimonopolista en marcha al socialismo.
Para ello la clave está en la unidad de la clase obrera y, especialmente, de los obreros peronistas con los comunistas revolucionarios.
El PCR hará todo lo posible para que esta uni­dad se forje y sea indestructible. Si ello se hace el futuro del pueblo y de la Patria será lumino­so, cualquiera sea la gravedad de las horas que se aproximan.

¡No a otro 1955!
¡Unirse y armarse para aplastar al golpe!