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22 de December de 2010

Entrevistamos a delegados del asentamiento de Villa Soldati, que nos cuentan cómo sigue la lucha.

Salimos con la cabeza en alto

Hoy 1349 / Soldati luego del desalojo

“Salimos con la cabeza en alto”, decía una compañera, de las últimas que salió del asentamiento en Villa Soldati. Lo dijo en la charla que compartimos con varios delegados del asentamiento, y con el coordinador de la CCC de Soldati, Luciano “Tano” Nardulli. Lo dicho por la compañera refleja el estado de ánimo de quienes fueron los últimos en retirarse de la ocupación, el miércoles 15 bien entrada la madrugada.

“Salimos con la cabeza en alto”, decía una compañera, de las últimas que salió del asentamiento en Villa Soldati. Lo dijo en la charla que compartimos con varios delegados del asentamiento, y con el coordinador de la CCC de Soldati, Luciano “Tano” Nardulli. Lo dicho por la compañera refleja el estado de ánimo de quienes fueron los últimos en retirarse de la ocupación, el miércoles 15 bien entrada la madrugada.
Así describe el operativo un comunicado de la CCC de Capital Federal: “luego del censo realizado y con la gendarmería rodeando el parque, se puso en marcha el ‘operativo limpieza’ de las familias que ocupaban el Parque Indoamericano. Operativo que contó con las apretadas de los consulados boliviano y paraguayo, la operación del ‘Kaballo de Troya’ ‘Piti’ Salvatierra dentro del predio, las ocupaciones en varios lugares y la infernal campaña xenófoba y de instrumentación de los vecinos del lugar, con el accionar de patotas asesinas disparando a mansalva e instalando en los medios de comunicación el temor a la ‘ola de okupas’, todo esto le dio el ‘marco adecuado’ para la ‘operación limpieza’ en Villa Soldati”, dice la CCC porteña.

Salimos con bronca
El “Tano” cuenta cómo fue esa noche: “El último día hubo un cambio en el gobierno nacional. Aníbal Fernández, que aparecía de puntín contra Macri, acordó con Macri. El gobierno cambia el discurso. De hablar de reclamo legítimo, pasa a decir usurpación ilegal, coincidiendo con Macri. Ahí lo corren a Aníbal Fernández, y Cristina arma el Ministerio de Seguridad. Resulta que el gobierno nacional y popular se pone a hablar de seguridad, y a uno se le erizan los pelitos de la piel.
“Yo no estaba acá cuando empezó el desalojo, estaba en una marcha frente a la Jefatura de gobierno. Eso fue un error. Los compañeros sacan una asamblea, y empieza a caer gente que dice ‘yo no firmo’, porque el papel lo único que decía era que el que firmaba iba a tener la posibilidad de acceder a algún crédito de vivienda, pero todo en el aire. Fuimos a hablar con la gente, y había temor en muchos. Hay que tener en cuenta que veníamos de dos días cercados por la gendarmería, sin agua ni comida, sin poder entrar ni salir, con angustia por los chicos. Así como el primer día luego de la represión la gente tomó las tierras de nuevo, hubo un trabajo de desgaste permanente.
“Nosotros las reuniones las hacíamos con los compañeros nuestros, y con los que estaban alrededor. Habíamos tomado una franja muy larga y venían todos los de alrededor. La gente en la asamblea estaba muy enojada con Salvatierra, diciendo que traicionó. Planteamos que era una trampa abandonar el predio, porque nos iban a dispersar y así iba a ser difícil resistir. La gente escuchó.
“La gendarmería empezó a cercarnos. A medida que alguno se iba, la gendarmería avanzaba y quemaba los ranchos, las cosas que quedaban. Nos aglutinamos en un lugar donde teníamos el comedor. Ya habíamos decidido que íbamos a resistir hasta un punto, pero que no nos íbamos a hacer matar. A los compañeros que estaban, principalmente a los extranjeros, les dijimos que queríamos salir cantando el himno nacional argentino. Les conté de las estrofas censuradas, latinoamericanistas, porque la cuestión era darle coraje a los compañeros, frente a la angustia y la bronca que sentían.
“Tuvimos una discusión con los gendarmes ‘ustedes son todos morochos, tendrían que estar de este lado. La gendarmería fue creada para defender las fronteras, y la única frontera que están defendiendo es la que hay entre pobres y ricos’. Y nos replegamos en orden, cantando el Himno. Un ejército derrotado, pero no en desbandada. A medida que nos íbamos retirando confluían cientos y cientos de personas, éramos como 800 o 900 saliendo juntos. Éramos los que no habíamos firmado. Salieron con mucha bronca, con puteadas a la gendarmería y el gobierno. Hicimos un acto a la salida del asentamiento, junto a la viuda de Quispe, donde nos comprometimos a seguir la lucha”.
M, otro compañero que estuvo en este grupo, boliviano, cuenta su experiencia: “La gente tenía la esperanza de quedarse allí. Cuando llegó la Gendarmería, nos entró la duda de si íbamos a quedarnos o no. Luego vimos que la gendarmería no hacía nada, y renació la esperanza. Pero se entraron a dar vuelta delegados, con Salvatierra, a decir firmen, y firmen, y firmen, que después les van a dar viviendas. Nosotros no firmamos, y nos quedamos hasta lo último, nos iba corriendo la gendarmería quemando las casuchas. Hemos salido lagrimeando, por no haber cumplido el objetivo. El papel que te hacían firmar no sirve para nada. Teníamos horarios para entrar y salir, nos pusieron un precinto. Luego te dejaban salir, pero no volver a entrar. Al último no te dejaban ni salir ni entrar. No había comida, comíamos de los sobrantes”.
La ronda sigue con las preocupaciones de cómo seguir la lucha, “con la navidad encima”, dice una señora, y surge el reclamo de bolsones navideños. Se comenta sobre la represión, tanto la de la policía el martes 7, como las posteriores.
Varios cuentan anécdotas de cómo los consulados amenazaban con sacarle la ciudadanía, y expresan preocupación frente a la ola de xenofobia: “Hay temor en la comunidad, dice M. Conozco a gente que han bajando de un colectivo, por ser boliviana, y hasta les han pegado”. El Tano agrega “Hay una xenofobia feroz, que prende en algunos sectores”.

Las tomas van a seguir
El Tano retoma el hilo: “Nosotros queríamos abrir una mesa de negociación entre las organizaciones sociales, los delegados y los dos gobiernos. Dijimos, dennos las tierras, que las viviendas las hacemos nosotros. Tenemos las experiencias de La Matanza, del Chaco. Tenemos los compañeros de la cátedra libre de Arquitectura, la estructura legal, todo.
“Tenemos que hacer un balance nosotros, primero. Lo digo autocríticamente, porque si uno agarra un manual de cómo tienen que ser las cosas, habría que haberse reunido más, pero estuvimos y estamos a las corridas. Nos movimos tratando de sacar asambleas, pero teníamos que resolver cosas todo el tiempo.
“Hubo un primer debate sobre a qué íbamos a ir a la Casa de Gobierno. Lo discutimos en asamblea, y eso nos fortaleció. Porque dijimos claro que no representábamos a todos, pero que el interés común era la vivienda. A la salida de la primera reunión en la Rosada planteamos que viniera uno de cada organización, y más delegados, para que fuera más representativo. En esa segunda reunión es que el gobierno mete a Salvatierra. Él dijo, acá nada de política, y el desalojo se hizo con política. Levantaba las reivindicaciones de la gente y nos disputaba a la CCC”.
“Nosotros vamos a impulsar que haya una mesa de negociación para que entreguen las tierras que dijo Aníbal Fernández que estaban, y hacer una propuesta de autoconstrucción. No queremos que nos regalen nada. Queremos que la gente vaya resolviendo el problema de su vivienda con su trabajo.
“Ahora tenemos planteado cómo unir a los que no firmaron, que no tienen nada, con los que firmaron, y que tampoco tienen nada. Estamos impulsando jornadas y una multisectorial con el lema: ‘la tierra para el que quiera trabajarla y para el que quiera habitarla’, para unir el tema de la tierra en el campo y la ciudad. Las tomas van a seguir. Si no se resuelve el tema de la vivienda, van a seguir”.