René Salamanca o Pablo Rearte (tal su nombre en el PCR), estaba casado con Olga Cortés y tenía 2 hijos: José María y Paola Reneé. Cuenta Agustín Funes: “cuando nos reuníamos en su casa él podía estar horas en la reunión con la nena (Paola tenía 2 años cuando se lo llevaron a René) en brazos”, y que el Negro Luna: “siempre trataba de hacerse un tiempo para ir a pescar con José (que era un adolescente cuando secuestraron a su papá)”.
René Salamanca o Pablo Rearte (tal su nombre en el PCR), estaba casado con Olga Cortés y tenía 2 hijos: José María y Paola Reneé. Cuenta Agustín Funes: “cuando nos reuníamos en su casa él podía estar horas en la reunión con la nena (Paola tenía 2 años cuando se lo llevaron a René) en brazos”, y que el Negro Luna: “siempre trataba de hacerse un tiempo para ir a pescar con José (que era un adolescente cuando secuestraron a su papá)”.
Se puede escribir sobre Pablo desde su condición de hombre, padre, esposo, compañero, o desde su condición de dirigente de su clase, extraordinario dirigente de su clase como lo recuerda Otto Vargas. Es el mismo, no se puede pensar al uno sin el otro, no se puede pensar al comunista revolucionario, al clasista, al secretario gremial de la CGT de Córdoba, sin pensar al formidable ser humano que era René.
Se cuenta de René sus inicios en la metalúrgica Mira, cuando formó parte de la Agrupación de Metalúrgicos Felipe Vallese. También lo queremos recordar desde que, antes de entrar a trabajar en Mira, enseñaba inglés a estudiantes secundarios, porque venía en camino José María.
Saber de Salamanca desde su condición de hombre común, simple, padre y, al mismo tiempo dirigente obrero que nunca entregó sus principios y fue asesinado sin vender un solo secreto de su Partido y de su clase, hoy tiene mucha importancia.
Una juventud que hace política
No es el kirchnerismo, ni Néstor y Cristina K, ni La Cámpora, ni los autoproclamados progresistas, los que han logrado que hoy decenas de miles de jóvenes estén en política. Eso es un burdo contrabando ideológico en el mejor de los casos, cuando no una intencionada simplificación de la profundidad de las movilizaciones sociales que fue la vida de millones de argentinos en los últimos años, antes y después del Argentinazo del 2001.
Hay una generación que creció a la vera de las rutas acompañando a sus madres en los cortes exigiendo trabajo en la década menemista. Es la generación a la que le tocó hacer las tareas escolares en fábricas tomadas como Aurora (Renacer de Tierra del Fuego), en la Cervecería Córdoba, en el Ingenio La Esperanza, en Zanon, y centenares de empresas recuperadas. Son los hijos de los cacerolazos, cuando a De la Rúa se le ocurrió dictar “estado de sitio” en un país que todavía llora a sus 30.000 desaparecidos. Son los pibes que jugaban en las plazas con los otros chicos del barrio mientras sus padres discutían en las Asambleas Populares del verano del 2002. Los que vieron con mucho odio los balazos a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, y no se creen que Duhalde y Kirchner sean tan diferentes.
Esa fue la niñez de la generación que hoy “se volcó a la política”. Que exigió sin vueltas castigo a los culpables, y que los crímenes de la dictadura no prescribían ni prescriben. Aquellos niños hoy están en universidades, colegios y fábricas. Asqueados del sindicalismo empresarial se anotan para ser delegados en las empresas y quieren discutir todo: las paritarias, los convenios colectivos, todo. Ahí están, en el Subte, en el ferrocarril, en Terrabusi y en Arcor, en General Motors y en VW, en petroleros y en el Puerto, en los cortes de ruta de la pueblada agraria, en las tomas de los colegios secundarios y en cada lucha universitaria. Están haciendo un recorrido y sacando conclusiones.
Ellos tampoco vienen de un repollo. Recibieron las enseñanzas de los que desde los socavones del terror fascista resistieron y lucharon desde el mismo 24 de marzo de 1976. Recibieron las enseñanzas de todo un pueblo que generó las Madres de Plaza de Mayo, la oposición a la guerra con Chile y la defensa justa y apasionada de nuestras Malvinas, entre decenas de hechos que minaron al fascismo.
Y ahora, como todos los jóvenes buscan referentes, quieren saber de dónde vienen, qué pasó antes de que ellos nacieran. Puede pasar que no estén en alguna agrupación pero muchos no se pierden la marcha del 24 de marzo, y miles siguen por Internet las rebeliones en Túnez, Egipto o Libia y lo comentan con sus contactos por Facebook. Escuchan rock, cumbia y, en Córdoba, a la “Mona” Giménez, y te preguntan por Tosco, Atilio López y Salamanca. Preguntan porque intuyen que aquellos eran los jóvenes de entonces que no aceptaron lo “menos peor” y lucharon por lo necesario.
La verdadera historia
Salamanca fue secretario general del Smata Córdoba desde el 28 de abril de 1972, en que la Lista Marrón ganó las elecciones en el sindicato más importante de Córdoba, hasta su desaparición, el 24 de marzo de 1976.
La verdad es que aunque había sido elegido ese 28 de abril, “no se supo que ganamos hasta el otro día, 29 de abril a las 4 de la tarde… estuvimos 24 horas más frente al Sindicato, fueron horas muy tensas porque la Junta Electoral demoraba el escrutinio no daba los resultados, nadie se iba a su casa y nadie sabía lo que iba a pasar” cuenta Nicolás Hadad. Y después que tuvieron que publicar los resultados vinieron dos largos meses hasta que el Smata Nacional aceptó que debían entregar el Sindicato a los ganadores. “No le vamos a entregar el sindicato de Córdoba a los zurdos” decían y fue la movilización de las bases desde las plantas lo los obligó. Recién en julio asumió plenamente en el edificio de 27 de Abril el compañero René Salamanca al frente de los mecánicos.
La Lista Marrón había sido producto del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS), que fue un verdadero frente único en la masa. Esta era la diferencia con todos los demás sectores de izquierda: la lucha por unir todo lo posible de unir para enfrentar al enemigo principal: la dictadura de Lanusse, y ser profundamente respetuosos de los sentimientos y las opiniones de los compañeros, en un momento muy complejo de la política argentina.
René Salamanca tenía entonces 31 años. Era un joven como muchos de los nuestros que hoy se plantean luchar por lo necesario, recuperar las Comisiones Internas y los Sindicatos, exigir un país independiente y no un país dependiente de varios imperialismos. En un reportaje de Canal 10 de Córdoba se escucha a Salamanca caracterizar a la Lista Marrón como: “producto de un acuerdo de amplios sectores de oposición a la vieja Comisión Directiva, donde se refleja un término de unidad en los puntos programáticos que hemos expresado en la campaña electoral (…) democracia sindical plena donde participe el conjunto de los compañeros, sin coartársele las posturas que diferentes compañeros puedan tener (…) donde no hay hegemonía directa de una corriente o tendencia o sea que es expresión directa de las bases (..)”.
De las elecciones del Smata participaron 3 listas. La Marrón obtuvo 3.089 votos sobre 5.893. Como la elección duró 3 días los compañeros en las plantas se anotaban por decenas para ser fiscales y le hacían guardias a las urnas a la noche para evitar el fraude. Fue una elección de masas. Los mecánicos de entonces recuerdan algunos chistes cordobeses como: “Que votai ‘vo, vaarón?… la Maaarrón”.
Toda la campaña electoral de esa elección se hizo durante la dictadura de Lanusse y empapada del debate en el movimiento obrero y en el pueblo peronista del retorno al país de su líder, el general Perón. El retorno de Perón finalmente se produciría el 20 de junio de 1973, cuando promediaba el primer mandato de Salamanca al frente del Smata. Decenas de miles de obreros fueron a esperar a su líder a Ezeiza. Salamanca y el PCR saludaron el retorno de Perón.
¿Cuándo quedó claramente definida lo que era la línea de masas que empujaría Salamanca? En el primer Convenio Colectivo de 1972. Recuerda el Turco Hadad una conversación con Pablo donde le decía: “tenemos que demostrarle a la empresa que nosotros dirigimos, para eso vamos a convocar al cuerpo de delegados y vamos a encomendarle a cada uno, que en cada departamento consulte con sus representados cuáles son las reivindicaciones que entienden que debe incluirse en el nuevo convenio, con esto vamos a logar que cada compañero se interese por la discusión del Convenio, se involucre”. Fue surgiendo así una corriente de masas que independientemente de posiciones políticas pasaría a identificarse como “salamanquista”.
En abril de 1974, nuevas elecciones de la Comisión Directiva ratifican a la conducción de René Salamanca-Roque Romero al frente del Sindicato, con un margen superior. Ahí se profundizó la feroz persecución desde el Smata Nacional que dirigía José Rodríguez para intervenir el Smata Córdoba.
En 1974 se homologa el Convenio Colectivo de Trabajo entre el Smata Córdoba y el Ministerio de Trabajo, el más avanzado para el proletariado argentino. Los mecánicos participaron de su confección desde las secciones y al lado de las máquinas diciendo qué había que cambiar o qué poner. Una de las grandes conquistas de ese Convenio fue la recuperación del sábado inglés, por lo que los mecánicos empezaron el Cordobazo. Fue mientras a Salamanca ya se le había dictado la captura recomendada, cuando Atilio López ya había sido asesinado -el 16 de septiembre de 1974- y con Agustín Tosco muy enfermo, quien muere, a los 45 años, el 5 de noviembre de 1975.
La dictadura con odio de clase
René Salamanca publicó sus dos Cartas Abiertas a los Mecánicos denunciando “el golpe de estado pro yanqui o pro ruso que se avecina” en el transcurso de 1975 y eso marcó a fuego a los golpistas. Pero también marcó a fuego a los que apoyaron a los golpistas y a los que miraron para otro lado. René, tomando firmemente la línea del PCR, puso en debate entre los obreros mecánicos la política, confiaba en sus compañeros, y en las asambleas de Renault, de Transax, de GMD, de Perdriel se discutía si venía el golpe o no, las fuerzas que lo empujaban, como luchar por las reivindicaciones tratando de reagrupar todas las fuerzas en un frente antigolpista.
Eso permitió que los obreros mecánicos pararan en repudio al golpe el mismo 24 de marzo haciendo abandono de la planta. Y que una corriente importante del movimiento obrero de Córdoba no fuera llevada a la rastra por las fuerzas que apoyaban abierta y públicamente el golpe como el mal llamado Partido Comunista y la Agrupación Montoneros.
La unidad de tres grandes corrientes en la histórica CGT de Córdoba fue la mayor expresión de ese movimiento obrero en ascenso. Una corriente peronista muy de abajo que expresaba Atilio López, una corriente de izquierda que también estaba en el radicalismo y en sectores independientes que expresaba Tosco, y una corriente revolucionaria, clasista de masas, de izquierda no gorila, que expresaba René Salamanca.
Esa unidad venía a ser como una síntesis, compleja, muy heterogénea, con muchas contradicciones, pero síntesis finalmente, del enorme movimiento de masas que había producido el Cordobazo y que se sostenía y crecía desde las secciones, en las asambleas y en las calles. Y eso provocaba el odio más feroz de las clases dominantes, porque no se trataba de una élite sino de una profundidad y combatividad inasible por los dominantes. Se ratificaba correcta la línea que el PCR elaboró luego de la toma de Perdriel en debate con el terrorismo y el guerrillerismo urbano “mas vale un Perdriel que cien secuestros”. Y, lógicamente, a nada le temía tanto el bloque dominante como a esa unidad que posibilitaba el crecimiento de las corrientes revolucionarias en las bases obreras y se replicaba en las universidades. Y en esas corrientes no había homogeneidad, había debate y contradicciones con los que fogoneaban el golpe dentro del movimiento de masas.