La película Revolución, estrenada recientemente, pretende contar desde el relato de Manuel Esteban de Corvalán en 1880 cómo era la vida de José de San Martín. Corvalán, para ese entonces es el último sobreviviente que conoció a San Martín: en 1816, teniendo apenas 16 años y desafiando la voluntad de su padre, se sumó al ejército liberador de América, convirtiéndose en su secretario privado por ser el único que sabía leer y escribir.
La película Revolución, estrenada recientemente, pretende contar desde el relato de Manuel Esteban de Corvalán en 1880 cómo era la vida de José de San Martín. Corvalán, para ese entonces es el último sobreviviente que conoció a San Martín: en 1816, teniendo apenas 16 años y desafiando la voluntad de su padre, se sumó al ejército liberador de América, convirtiéndose en su secretario privado por ser el único que sabía leer y escribir.
El film comienza con unas impresiones de voz en off sobre un mapamundi, donde el relator cuenta que a partir de la invasión napoleónica en Europa, en las colonias comienzan a sucederse guerras, con una apreciación causaefectista de la historia, sin siquiera mostrar someramente las luchas internas por estas tierras. Así, es el arranque de Revolución, y en esa línea el relato pasará por una compactadora 95 minutos de film para terminar con el cruce de los Andes (con el objetivo de llegar a Lima, donde estaba el centro de operaciones español en América del Sur).
En el relato del film se suceden una serie de idas y vueltas en el tiempo que van de recuerdos de esa adolescencia de Corvalán junto San Martín, al relato en sus últimos años en una pensión de Buenos Aires en 1880, cuando están por repatriar los restos de San Martín.
La película del director Leonardo Ipiña, que fue coproducida por la Televisión Pública y Canal Encuentro, con el apoyo del INCAA, el gobierno de la provincia de San Juan, la Televisión Española (TVE) y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), claramente intenta no caer en el San Martín prócer construido desde el relato mitrista en los manuales de historia. Pero al pretender que “el espectador saque sus conclusiones”, relata una historia y unos personajes con un tipo de información que no se sabe a cuento de qué vienen. Pareciera que el destinatario del film fuera un espectador sobreinformado y con competencia en elementos de historia, y el resto se queda sin comprender. Vemos a San Martín tomando una poción de láudano pero no nos informa qué afección tiene, juega al ajedrez mientras mantiene diálogos con personajes secundarios que no aportan a la conformación de una curva dramática. El personaje de Remedios de Escalada, esposa de San Martín, tiene una única aparición sin aportar conflicto alguno.
Para muchos fue gran sorpresa encontrarnos con un San Martín rubio (Rodrigo de la Serna), manteniendo la imagen que nos impusieron durante años, cuando hay información que era descendiente de guaraní, fue retratado con rasgos mestizos, y su seudónimo más conocido era “El Indio”. También sorprende su acento español. Es sabido que él se formó en España y luchó en el ejército realista, pero ¿Por qué San Martín decide regresar? ¿Qué intereses tenía? En ningún momento, en ningún diálogo la película nos lo cuenta. Tampoco por qué razones ese joven Corvalán, que es hijo de una familia de godos defensores de la corona española, se le hace el “click” en la cabeza para pasarse al ejército del Libertador.
El San Martín del film es un militar hecho y derecho, lleva el control absoluto hasta de las tuercas, tiene un carácter fuerte, economiza los recursos que dispone, y es afectuoso y tiene una gran confianza en sus hombres. Esa caracterización le da un poco de frescura. El paso por la majestuosidad de Los Andes y la pelea en el campo de batalla, le dan instantes de ruptura a la monotonía del film.
Quizá demasiado pretencioso el título, quizá olvidó el director que la Revolución se inició varios años antes del cruce de los Andes. Una película que seguramente abrirá muchas discusiones, pero que despierta el interés por investigar nuestra historia.