El viernes 7/12 decidieron en asamblea acatar la conciliación obligatoria decretada por la Secretaría de Trabajo provincial; y el lunes 10 se reunieron nuevamente con la empresa en una mesa de negociación para analizar el cumplimiento de la medida dictada por el organismo oficial.
El paro de los obreros de GAFA durante la última semana, es sólo un ejemplo de lo que está pasando en las fábricas; ya que, además de la reincorporación de todos los despedidos, piden $ 2.000 de sueldo básico y $ 100 de ticket.
Antecedentes
Los 400 obreros de la fábrica de heladeras y freezers (entre ellos 40 contratados) tienen jornadas de trabajo insalubre de diez horas diarias obligatorias; y un sueldo neto de $ 1.100, regido por un convenio de antes del 2001.
A pesar de esos salarios de hambre y del maltrato que sufren permanentemente, fabrican 45 máquinas por hora; y ahora les piden 60, pagándoles lo mismo. Cada trabajador recibe $ 0,01 por cada máquina producida (nada por las de segunda) y en contraposición, se sabe que en el mercado un equipo cuesta alrededor de $ 1.800.
En septiembre, la empresa facturó 28 millones de dólares y festejó su record de ventas. El reconocimiento que recibieron los empleados fue un almuerzo miserable para el día del metalúrgico.
La explotación del hombre por el hombre se refleja en cada relato, en cada palabra y la rebelión brota en la voz ronca de los obreros.
Despidos
La semana pasada hubo 7 despidos sin causa. Cuando los trabajadores quisieron ingresar, el personal de seguridad no los dejó entrar. “Ya les va a llegar el telegrama”, fue la única explicación.
Según la patronal de capitales chilenos llamada Sigdo Koppers, es por reestructuración de la empresa. Pero los empleados saben que es un manejo habitual echar y tomar gente con total impunidad. En los últimos dos meses, hubo más de 30 despidos y una cifra similar de ingresos por contrato. También saben que cesantearon a aquellos que venían hablando, solicitando sobre la posibilidad de aumentos de sueldos.
Además, los trabajadores expresaron que son presionados constantemente por los jefes de turnos y por los supervisores. Cuando van a reclamar algo, lo primero que les dicen es: “Andate, si no te gusta andate. Acá no servís”. También contaron que los maltratan psicológicamente y que la frase de los supervisores es: “Laburá, si no te vamos a meter una patada en el ojete”.
No es difícil entender qué llevó a los obreros a parar la producción y a resistir a los despidos.
Lucha
La bronca y el hartazgo los encontró el jueves 29 de noviembre dentro del parque que circunda a la planta de Batle y Ordoñez y Ovidio Lagos. Estaban reunidos en asamblea bajo el intenso calor del mediodía, discutiendo sobre los compañeros despedidos injustamente, sobre recomposiciones salariales, recategorizaciones y mejores condiciones laborales.
Tras las rejas del predio se comunicaban con la prensa y con los amigos y familiares que se acercaban a llevarles agua, porque el calor era insoportable; y sobre todo, mucha solidaridad.
La escena se repitió también en la planta de la fábrica nacional de heladeras Briket que se unió a la lucha, cortando la ruta y quemando cubiertas. Los obreros de Gafa soportaron aquel primer día, sin agua y sin comida, ya que la empresa les cortó el agua en la planta, le clausuró los baños y no les entregó el “combo” del almuerzo, que es un sándwich que ya les había descontado del sueldo.
Desde que el primer turno en su totalidad, decidió no entrar a trabajar y quedarse allí por tiempo indeterminado, “hasta que los escuchen”, al igual que los desocupados que se quedaron dentro de la Anses desde el miércoles 5 de diciembre para ser atendidos por Tomada, todos los trabajadores –tanto los efectivos como contratados– se unieron a la medida de fuerza.
Además, la bronca se hizo más grande porque los trabajadores son traicionados sistemáticamente por el sindicato entreguista de la UOM que les descuenta el 2% del salario pero no los representa sindicalmente.
Al igual que en muchos otros casos, hay connivencia entre el gremio y la patronal. Y aquel trabajador que osa ir al sindicato para pedir ayuda y reclamar por las malas condiciones laborales y por el maltrato sufrido en la fábrica, al día siguiente no entra a trabajar, directamente lo echan. Aquellos que deberían defender a los trabajadores, en realidad los venden cuando quieren pedir delegados u organizar una comisión interna. Los sindicalistas traicionan a su clase a cambio de una cuota mensual o una heladera que reciben de la empresa.
Sumado a las pésimas condiciones de trabajo, está descarnadamente instalado el desprecio que viene de los de arriba, especialmente del gerente general de la Planta, Gabriel Griñafini que les dijo: “Yo con los negros no hablo”, y les cerró las puertas al diálogo.
También les quitaron los 15 minutos de desayuno y no se los devuelven en el horario del almuerzo. Si toman un mate durante la mañana, se los tiran porque pierden tiempo para la producción. “Tenés que ser un robot”, denuncian.
Desde la opresión, los pibes –porque en su mayoría son jóvenes de entre 20 y 25 años– lograron organizarse y luchar. Sin delegados, ni comisión interna, ni sindicato, están firmes y unidos. Discutieron en las asambleas y pelearon por los compañeros despedidos y por lograr un salario que alcance la canasta básica. Con la lucha lograron que la empresa al menos los escuche, que el gremio concurra a cumplir su función y a la Secretaría de Trabajo a mediar en el conflicto.
Ellos, los jóvenes obreros son un ejemplo a seguir. Y demostraron que frente a los despidos, los topes salariales y el pacto hambreador de Kirchner y CK, la lucha es el camino.