Ya cerrando esta edición de hoy (lunes 22-8) el régimen de Muammar Gadafy parecía derrumbarse en la capital Trípoli ante el avance de las fuerzas de un heterogéneo frente opositor respaldado por acciones militares de la OTAN. Se desconocía el paradero del líder libio.
Ya cerrando esta edición de hoy (lunes 22-8) el régimen de Muammar Gadafy parecía derrumbarse en la capital Trípoli ante el avance de las fuerzas de un heterogéneo frente opositor respaldado por acciones militares de la OTAN. Se desconocía el paradero del líder libio.
Su caída pone fin al régimen que Gadafy encabezó durante más de 40 años a partir del golpe de Estado que lo llevó al poder en 1969. Y se produce tras seis meses de guerra civil iniciada en febrero con una gran rebelión popular, parte de la oleada de levantamientos antidictatoriales y democráticos en casi todos los países árabes del norte de África y el Medio Oriente, y en medio de una brutal intervención armada de la OTAN.
Cae un régimen tiránico que, muy lejos de los objetivos nacionalistas y antiimperialistas que lo inspiraron en sus inicios, terminó subordinado al socialimperialismo soviético en los ’70 y a diversos monopolios y gobiernos europeos y de China en las décadas que siguieron.
El pueblo libio, profundamente dividido por líneas políticas, sociales y tribales, emerge de la lucha con el desafío de reconstruir no sólo su golpeada economía, sino la necesaria unidad popular erosionada por la injerencia imperialista y por la probable resistencia que podrían iniciar los sectores del pueblo que apoyan a Gadafy.
Y la gran tarea popular será impedir que el nuevo gobierno sea convertido en tributario de los imperialistas yanquis, ingleses, franceses y otros que tratan de poner el pie sobre el petróleo libio y compensar las históricas posiciones estratégicas perdidas o debilitadas por rebeliones populares como las de Egipto y Túnez.