El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, pidió formalmente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que Palestina sea admitida como Estado miembro pleno en esa organización internacional.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, pidió formalmente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que Palestina sea admitida como Estado miembro pleno en esa organización internacional.
El reclamo, enfrentado a las presiones en contra por parte de EEUU y varios países de la Unión Europea, encarna una aspiración hondamente sentida por las masas palestinas residentes tanto en Gaza y Cisjordania como en los territorios ocupados, así como por los cuatro millones de refugiados en campos de Cisjordania, Gaza, el Líbano, Siria y Jordania.
La ANP tiene apoyo principalmente en la región de Cisjordania, mientras que desde hace varios años la Franja de Gaza es gobernada por el islámico Hamas. Sin embargo no se conoce que para la actual iniciativa se haya consultado a la población de Gaza ni a su gobierno.
Un reclamo histórico
Abbas reclamó un territorio palestino independiente con Jerusalén como capital y con “las fronteras de 1967”, incluyendo Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza. Subrayó que “es apenas el 22% del territorio que ocupaba Palestina cuando todo esto empezó” (es decir cuando en 1947 la ONU dispuso la “partición” del territorio para la creación de los estados de Israel y de Palestina y cuando dos años después las tropas israelíes extendieron el 56% otorgado por la partición a un 78% del territorio originalmente palestino). El estado de Israel se fundó, pero la feroz rivalidad entre las potencias imperialistas y principalmente el apoyo de EEUU a la inmigración judía para expulsar a la debilitada Gran Bretaña impidieron la creación del Estado palestino.
Con tono conciliador, Abbas aseguró que “nuestros esfuerzos no van destinados a aislar a Israel ni a deslegitimarlo, sino a ganar legitimidad para el pueblo de Palestina. Solo queremos deslegitimar la acción de los colonos”. Pero igualmente recordó que “el Gobierno de Israel sigue confiscando la tierra de los palestinos a través de los asentamientos y acelerando la construcción del muro; y continúa con sus agresiones en la franja de Gaza”.
La membresía plena en la ONU sólo puede ser concedida por el Consejo de Seguridad, donde las históricas demandas palestinas serán al menos postergadas, ya sea por no alcanzar el apoyo necesario de 9 de los 15 miembros, o por el veto de Estados Unidos, del que dispone por ser miembro permanente del Consejo.
¿Por qué ahora?
El reclamo de la Autoridad Nacional Palestina desafía la ocupación de Israel y su recurrente negativa -en nombre de la lucha contra el “terrorismo”- a admitir la constitución de un Estado palestino independiente.
También complica a la diplomacia yanqui -histórica aliada de Israel-, consciente de que el veto a la creación del nuevo Estado haría peligrar toda su política de alianzas con los gobiernos árabes de Medio Oriente, ya muy deteriorada por la oleada de levantamientos democráticos y antiimperialistas que desde enero último acabaron con varias dictaduras proyanquis en la región.
Según el presidente Abbas, llegó para el pueblo palestino la hora de decir ¡“basta!”. ¿Por qué ahora?
Algunos dicen que, con su política de aceptación de las negociaciones arbitradas por Estados Unidos, Abbas estaba perdiendo terreno político ante Hamas, y que ahora parece haber ganado prestigio ante la población palestina por haber enfrentado a Estados Unidos e impuesto la antigua demanda nacional en el centro de la escena mundial.
Otros especulan que, al apelar al Consejo de Seguridad y no directamente a la Asamblea General, el gobierno de Abbas busca que el presidente norteamericano Obama presione a su aliado israelí para lograr el reinicio de las negociaciones, que Tel Aviv interrumpió en enero.
Nabil Shaath, el jefe del equipo negociador palestino, consideró que la petición de ingresar en la ONU como miembro de pleno derecho podría estancarse en el Consejo de Seguridad (donde EEUU puede recurrir a maniobras dilatorias) y que en ese caso se podría recurrir a la Asamblea General, donde como instancia intermedia Palestina podría ser admitida en condición de “Estado no miembro”.
Los temas de fondo
Las cuestiones de fondo acumuladas en más de seis décadas de guerra, fricciones e injerencia abierta de las potencias imperialistas, siguen irresueltas y vigentes, empezando por la propia conformación de un Estado palestino y siguiendo por su carácter, la situación de Jerusalén, las fronteras del nuevo país, el retorno de los refugiados, el control del agua, y los asentamientos judíos en los territorios ocupados por Israel.
La inviabilidad ya admitida de la alternativa de “un solo Estado binacional” llevó a israelíes y palestinos a respaldar la solución de “dos Estados”. Pero, mientras los palestinos exigen el cumplimiento de la resolución 242 de la ONU, que reclama la retirada de Israel de los territorios que ocupó en 1967 durante la Guerra de los Seis Días -Cisjordania, la Franja de Gaza y el este de Jerusalén-, los fascistas israelíes (empezando por el primer ministro Netanyahu) consideran innegociable regresar a aquellas fronteras y devolver los territorios que ocuparon entonces. Durante las cuatro décadas siguientes, con estímulo y apoyo del gobierno israelí, los asentamientos israelíes fueron ex- pandiéndose en los “territorios” con el fin de dejar una tierra palestina discontinua e imposibilitar la gestación de un Estado unificado.
La lucha por la creación de un Estado palestino se vio dificultada, además, por el hecho de que Gaza y Cisjordania están gobernadas por partidos rivales. Hamas, que ganó hace algunos años el gobierno de Gaza, no reconoce a Israel como estado y rechaza las negociaciones directas con ese país.
Israel boicoteó sistemáticamente toda tratativa de paz alentando la construcción de más y más asentamientos en territorios palestinos. En las 150 o más colonias instaladas desde la ocupación de Cisjordania y Gaza, consideradas ilegales por la ONU, residen actualmente 3,4 millones de palestinos, y casi medio millón de colonos israelíes que pasaron a reivindicar esas tierras robadas como propias apelando al Estado y al poderoso ejército israelí para que los “defienda” del “terrorismo” palestino.
La ampliación de las colonias fue especialmente impulsada por el actual gobierno de Netanyahu. Desde fines de 2010, Israel aprobó la construcción de cientos de nuevas viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este, a pesar de las protestas palestinas e internacionales.
En cuanto a la ciudad de Jerusalén, los palestinos reclaman la zona oriental de la ciudad como la capital del nuevo Estado. Netanyahu en cambio proclama que Jerusalén seguirá siendo la capital “indivisible y eterna” de Israel.
Otro conflicto largamente irresuelto es el de los cuatro millones de refugiados palestinos, cuyo forzado éxodo se inició en 1948, con la formación del Estado de Israel y sus políticas expulsivas, y se acentuó tras la Guerra de 1967. Israel siempre se negó a admitir la resolución 194 de las Naciones Unidas, que reconoce a los refugiados y sus descendientes el derecho a regresar a sus casas, ahora en territorio de Israel (y muchas de ellas derruidas o apropiadas).
La distribución del agua es otro tema acuciante y enconado en ese entorno desértico. Las autoridades israelíes controlan el 80% de los recursos hídricos, que racionan a voluntad utilizándolos como instrumento de subordinación y dominio de la población palestina.
Los fascistas israelíes, más aislados
El premier israelí Netanyahu pidió a la Asamblea de la ONU que no vote el proyecto. Aprobar la creación del Estado palestino sería avalar “una reedición de las políticas de limpieza étnica”, dijo el mismo jefe de estado israelí que llevó a cabo sistemáticas limpiezas étnicas contra la población palestina sitiándola, hambreándola y bombardeándola en Gaza, y expulsándola hacia Cisjordania.
Netanyahu describió a Israel como “un pequeño país, amante de la paz, que necesita ser protegido”. Será por eso que el gobierno yanqui, según una investigación de Newsweek, mientras de boca para afuera presionaba a Tel Aviv para hacer concesiones a los palestinos, autorizó secretamente la venta al ejército israelí de nuevo armamento incluyendo 55 bombas de penetración profunda conocidos como “revienta bunkers”…
Netanyahu aseguró que lo que corresponde no es la admisión del Estado palestino por la ONU sino el retorno a conversaciones directas entre las partes. Pero durante años “su parte” se opuso a detener la construcción de asentamientos, incluso durante los “diálogos”, y él mismo ratificó que Israel se quedará con el este de Jerusalén y territorios de Cisjordania. Allí, los casi 500.000 colonos israelíes tienen sus propios servicios de seguridad, armamento y protección militar. En las últimas semanas el gobierno israelí les proveyó de gases lacrimógenos y granadas de sonido contra hipotéticos asaltos de la población palestina. Pero como describió el diario español El País, hasta ahora las agresiones han procedido de los colonos, que en las últimas semanas incendiaron tres mezquitas en el norte de Cisjordania, y que el 9 de setiembre realizaron pintadas con frases como “Muerte a los árabes” y “Mahoma cerdo” en la universidad de Birzeit, cerca de Ramallah. También advierte que la Liga de Defensa Judía, organización francesa considerada terrorista en Estados Unidos y en Israel, prevé enviar a unos 50 miembros con formación militar a los territorios ocupados para “ayudar en la defensa si los árabes atacan”.
Sin embargo, la indoblegable lucha del propio pueblo palestino y las grandes movilizaciones de los pueblos árabes de todo el norte de Africa y el Oriente medio ha ido volcando a los gobiernos de muchos países de la región, antes aliados incondicionales de Washington y con pactos o alianzas con Israel, a adoptar políticas de mayor independencia frente a la superpotencia y su socio regional. Turquía expulsó al embajador israelí en Ankara por el asesinato de un colaborador turco en la asistencia a Gaza. El embajador israelí en Egipto tuvo que ser repatriado mientras decenas de manifestantes furiosos atacaban la embajada. El embajador israelí en Jordania fue también repatriado preventivamente por temor a que ocurriera en Ammán lo mismo que en El Cairo. Y la gran lucha del pueblo egipcio que derrocó al tirano Mubarak tuvo como una de sus máximas consignas la solidaridad con las aspiraciones nacionales del pueblo palestino.
El pueblo palestino tiene el derecho, reconocido por la ONU, de constituir su propio Estado independiente y soberano. Pero esa facultad no deviene del reconocimiento de la ONU, sino de su derecho a la autodeterminación nacional. Mediante la ocupación militar, la expansión de los asentamientos y la construcción del muro divisorio -y con el respaldo yanqui-, Israel trata desde hace casi medio siglo de impedirlo.
Si finalmente el anhelado Estado palestino se constituye sobre la base del reconocimiento mutuo, ello podría ser un paso extraordinario para que las intifadas palestinas y los “indignados” israelíes puedan confluir en el cauce común de la lucha por un nuevo Medio Oriente libre de toda dominación e injerencia imperialistas.