No sorprende. Conociendo el oportunismo y el seguidismo que cinco décadas atrás llevó a la dirección del PC de la Argentina a renegar de su historia y tradiciones revolucionarias, a echar por la borda el marxismo-leninismo, a doblarse ante la restauración capitalista en la URSS y a transformarse en instrumento de la penetración de ese nuevo imperialismo en nuestro país, era esperable que más de tres décadas después de restaurado el capitalismo en China y convertida hoy ésta en una de las mayores potencias imperialistas de la tierra, la dirigencia del P“C” salude a los actuales sátrapas de esa potencia con un rastrerismo que evoca al de aquellos tiempos.
“La República Popular China… es un factor renovador de la política mundial frente a los persistentes intentos de ejercer viejos criterios de dominación global”, dice la carta del Comité Central del Partido Comunista Argentino firmada por Patricio Echegaray y Jorge Kreynes y enviada a principios de julio a Wang JiaRui, ministro del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista de China, saludando el 90º aniversario del PCCh.
“Los países del capital, potencias imperialistas -señalan los firmantes en referencia a Estados Unidos y a Europa-, están sumergidos en una grave crisis de senilidad, y allí cada día los trabajadores y los pueblos pierden conquistas y calidad de vida”. ¿Y no las pierden cada día en China? ¿No recuerdan estos señores que los nuevos dirigentes burgueses de China, no bien se encaramaron al poder en 1978, eliminaron el derecho de huelga de la Constitución nacional? ¿No oyeron hablar de los ritmos enloquecedores de trabajo que los monopolios imperialistas extranjeros y chinos imponen a los trabajadores, al punto de haber provocado ya centenares de suicidios? Y hablando de crisis ¿no se enteraron los firmantes de que hace un par de años la jefatura china debió inyectar 700.000 millones de dólares para aventar su propia crisis capitalista?
Los dirigentes del P“C” consideran que “los pueblos y naciones pacíficos dan pasos significativos en la búsqueda de un nuevo orden mundial sin moldes imperiales”. La China de hoy según ellos no responde a esos “moldes”. ¿Ignoran el papel de las gigantescas multinacionales chinas del petróleo, la minería, la construcción, las comunicaciones, la agricultura, etc. que saquean las riquezas naturales y explotan y castigan brutalmente a los trabajadores (a los locales y a otros miles que “exportan” desde China) en países de los cinco continentes?
Los saludadores concluyen: “Hoy, cuando se debaten los modos del socialismo en el siglo 21, la teoría y la práctica del PCCh son un insumo imprescindible para todos los revolucionarios y comunistas del mundo”. No sorprenden -aunque asombran- los “insumos imprescindibles” de esta gente, que llenándose la boca de “revolución” y “comunismo” invoca los 90 años del PCCh sin decir ni una sola palabra sobre Mao, su fundador y dirigente durante cuatro décadas, ni sobre las gloriosas guerras revolucionarias que durante 25 años millones de campesinos y obreros chinos libraron guiados por Mao y el PCCh hasta liberarse de los feudales y reaccionarios internos y de los imperialismos japonés y norteamericano con la victoria de 1949. Ni una palabra, tampoco, sobre los inmensos logros materiales y espirituales del pueblo chino bajo la dirección del PCCh y de Mao durante los 30 años en que obreros y campesinos fueron dueños de las fábricas, de las comunas rurales, de la política, hasta que la camarilla burguesa encabezada por Deng Xiaoping capturó la dirección del Partido y del Estado despojando del socialismo a los cientos de millones de trabajadores que habían sido sus protagonistas.
Penosa degeneración ideológica la de estos ex comunistas, que en nombre del “socialismo del siglo 21” se deslumbran con el poderío ascendente del capital financiero y de los monopolios chinos para terminar ofreciéndose como vulgares intermediarios locales de la penetración del nuevo imperialismo.