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28 de September de 2011

La semana pasada, los trabajadores de la línea 60 triunfaron tras mantener un paro por cinco días, reclamando por haberes mal liquidados y por el reconocimiento del Cuerpo de Delegados.

Ganaron los trabajadores de la 60

Hoy 1388 / Con paro total, marchas y cortes de ruta

Esta línea de colectivos, que une la Capital Federal y el norte del conurbano, emplea 1.500 trabajadores entre choferes, mecánicos y administrativos. La 60 transporta diariamente alrededor de 300 mil personas. A partir de que Dota comprara la línea, se vienen sucediendo una cantidad de conflictos por la actitud negrera de esta patronal, que además de incumplir con los derechos adquiridos de los trabajadores, pretende desconocer al Cuerpo de Delegados.

Esta línea de colectivos, que une la Capital Federal y el norte del conurbano, emplea 1.500 trabajadores entre choferes, mecánicos y administrativos. La 60 transporta diariamente alrededor de 300 mil personas. A partir de que Dota comprara la línea, se vienen sucediendo una cantidad de conflictos por la actitud negrera de esta patronal, que además de incumplir con los derechos adquiridos de los trabajadores, pretende desconocer al Cuerpo de Delegados.
La lucha se inició el lunes 19, y además de paralizar totalmente las unidades, se llevaron a cabo marchas, concentraciones, cortes de ruta y ollas populares en las cabeceras que tiene la empresa, y frente al Ministerio de Trabajo.
Entre los reclamos más importantes, los compañeros denunciaron las malas liquidaciones de haberes y vacaciones –reconocidas por el Ministerio de Trabajo-, y las pretensiones de la empresa de eliminar el descanso por media vuelta en las cabeceras, en recorridos que duran entre tres y cuatro horas.

 

Una semana agitada
Los trabajadores debieron enfrentar patoteadas, incluso con heridos de bala el día que arrancó el paro, por parte de matones armados. El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria, pero los trabajadores en asamblea ratificaron la medida de fuerza, ya que denunciaron el incumplimiento de un acta anterior, firmada por la empresa en el Ministerio.
Los delegados denunciaron que Dota es un monopolio que maneja 40 líneas de colectivos, y líneas y recibe un subsidio de 34 mil pesos “por mes y por unidad. Da lo mismo tenerlas en funcionamiento que paradas: con que esté habilitada y el coche no funcione, le dan 34 mil pesos”, señaló uno de los delegados.
La medida, pese a la campaña de los medios, contó con la solidaridad de la mayoría de los usuarios, y con el acompañamiento efectivo de choferes de otras líneas, así como de delegados, internas y agrupaciones combativas de distintos gremios.
El viernes 23, quinto día de paro total, los trabajadores reforzaron las medidas de fuerza, y simultáneamente cortaron el Puente Pueyrredón, acceso al sur del Gran Buenos Aires, mientras otro contingente marchaba por la Panamericana, a la altura de Escobar. Así se logró que la empresa aceptara un acta acuerdo, por el que la empresa depositó $ 800 a cada trabajador”, a cuenta de las liquidaciones mal realizadas, y la realización de una auditoría conjunta, con representantes de los trabajadores, para establecer el total de la deuda. También la empresa hizo la “promesa” del reconocimiento de los delegados.

 

Nueva provocación patronal
El sábado 24, al retomar las tareas, los trabajadores se encontraron con una medida que obliga a los choferes a “perder su descanso” cuando llega a las terminales del recorrido.
“El trabajador al llegar a cabecera pierde su descanso y sale nuevamente a buscar horario, sin levantar pasajeros hasta encontrar horario de planilla, y al regreso a cabecera se cierra la libreta de trabajo en el horario inicial dado en la cabecera principal”, denunció el Cuerpo de Delegados, anunciando que se encontraban “en estado de asambleas permanentes, con la pronta voluntad de solucionar este nuevo intento de la empresa de flexibilizar el trabajo demostrando que no quiere o está en su pensamiento, la tan mentada paz social”, añadió el comunicado.
Los trabajadores desnudaron con esta lucha las condiciones de superexplotación a las que los someten los monopolios del transporte que favorece este gobierno, cuya presidenta se jactó hace pocos días que su padre, colectivero, “nunca se quejó” por las condiciones de trabajo.