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11 de January de 2012

Los pobladores de Wukan lograron frenar el saqueo de sus tierras colectivas. Crecen las huelgas en fábricas chinas.

Triunfo popular en Wukan

Hoy 1401 / Tras la rebelión en una aldea china

Como informamos en nuestra edición anterior (Hoy 1400), en la localidad costera de Wukan, en China, se desató una rebelión popular, iniciada en setiembre “contra la infame y repetida práctica de los funcionarios locales de apropiarse de tierras colectivas para venderlas a través de promotores inmobiliarios que en general son sus socios y testaferros”. En el curso de esta revuelta, los aldeanos, principalmente pescadores y campesinos, a principios de diciembre del año pasado tomaron las calles en repudio a la muerte bajo tortura policial de uno de los 13 delegados de los pobladores, que estaba en negociaciones con las autoridades locales del Partido “Comunista”.Los pobladores de Wukan destruyeron autos y oficinas del gobierno, e hicieron huir a los funcionarios. Miles de personas se convocaron en asambleas. Las marchas continuaron varios días de diciembre, hasta lograr torcerle el brazo al gobierno.
De esto se hicieron eco varios medios: “el Gobierno provincial decidió el miércoles convocar al portavoz de las protestas, Lin Zuluan, para negociar una solución pacífica. Ante él se comprometieron a aceptar las exigencias más básicas de cuantas se han venido reclamando en los últimos meses. Según explicó el propio Lin al salir de la reunión, esto incluye la liberación de los detenidos, una nueva autopsia para el cadáver de Xue Jinbo (el cabecilla torturado), la destitución de al menos dos funcionarios locales y la revisión de las expropiaciones forzosas por las que comenzaron los problemas. Es cierto que la clave del descontento (las 165 hectáreas de tierra que les han sido arrebatadas a los campesinos a cambio de casi nada) no ha quedado totalmente zanjada y que no ha sido el Gobierno central, sino el provincial, el que se ha rebajado a escuchar las protestas”.
 
La punta de un iceberg
Esta rebelión es la verdadera punta de un iceberg que, más tarde o más temprano, conmoverá hasta los cimientos el régimen de la burguesía imperialista china. Wukan es uno de los 182.000 conflictos sociales contabilizados en el país asiático, y muestra un escalón superior. La decisión de lucha de los 20.000 pobladores pudo más que la represión y hostigamiento desatado tanto desde el gobierno central como desde el local.
Desde comienzos de diciembre, los efectivos de la policía paramilitar acordonaron el pueblo impidiendo la entrada de agua y alimentos, y el gobierno desató una ofensiva propagandística para detener o dividir el movimiento de masas. Hasta agencias internacionales como Reuters se hicieron eco de esta campaña, publicitando “reportajes” a campesinos que culpaban a las autoridades locales, y reclamaban la intervención de Pekín.
Tras el acuerdo, se mantiene el alerta en Wukan, donde muchos afirman que están dispuestos a levantarse nuevamente si el acuerdo no se cumple. Así lo expresó un aldeano: “Si otro incidente ocurre ahora, posiblemente se convertirá en algo grande. Todo el mundo está preparado mentalmente para esto. Si tenemos que marchar, marcharemos. Si tenemos que morir, moriremos”.La fuerza de la rebelión de Wukan se puede medir también en que hasta el propio Diario del Pueblo, órgano central de los revisionistas chinos, escribió un editorial titulado “Atender los intereses del pueblo debe ser la máxima prioridad”, afirmando que “el incidente de Wukan podría haber sido resuelto mucho antes y con más facilidad si los intereses y las demandas de los campesinos se hubieran tomado en serio antes”. Y en el mejor estilo de cualquier gobierno imperialista, dice el artículo que lo importante es “encontrar una manera inteligente de resolver los conflictos”, revelando el temor a que el polvorín de bronca popular se generalice. Razones no le faltan a la camarilla gobernante. Los medios en estos días han revelado que, tras las protestas en Wukan, se alzaron los habitantes de Haimen, otro pueblo cercano en el que se exige el cierre de una central térmica a la que se atribuye una tasa de cáncer muy por encima de lo normal. La intervención del gobierno ha frenado también el conflicto en Haimen, ya que ha anunciado que no ampliará la central térmica. La oleada de protestas en China ya es indisimulable para su gobierno, por más medidas fascistas que aplique contra su pueblo. En ella se mezclan reivindicaciones como las expresadas por los pobladores de Wukan o Haimen, reclamos de minorías nacionales –5 muertos por enfrentamientos entre la policía y la etnia Hui, mayoritariamente musulmana el 30 de diciembre–, y un creciente protagonismo de la clase obrera china, protagonista de muchos combates en fábricas de todo el país.