Al cierre de esta edición de hoy llevaba más de dos semanas la protesta popular en Puerto Aysén, en el sur chileno, a 1.700 kilómetros al sur de Santiago, a la altura en que está Comodoro Rivadavia en nuestra provincia de Chubut. Movilizaciones, cortes de ruta en las principales municipalidades de la provincia, barricadas de fuego contra la represión brutal de los carabineros y grandes asambleas enmarcan el reclamo de los pobladores bajo el rótulo “Aysén, tu problema es mi problema”.
Al cierre de esta edición de hoy llevaba más de dos semanas la protesta popular en Puerto Aysén, en el sur chileno, a 1.700 kilómetros al sur de Santiago, a la altura en que está Comodoro Rivadavia en nuestra provincia de Chubut. Movilizaciones, cortes de ruta en las principales municipalidades de la provincia, barricadas de fuego contra la represión brutal de los carabineros y grandes asambleas enmarcan el reclamo de los pobladores bajo el rótulo “Aysén, tu problema es mi problema”.
El viernes 24 de febrero tuvo lugar una verdadera batalla popular por el control del puente “Presidente Ibáñez”, que conecta a Puerto Aysén y la capital regional Coyhaique con el resto de Chile. Los carabineros –fuerzas policiales traídas de otros lugares del país- reprimieron en forma violenta, con palos, gases, camiones hidrantes y balas de goma.
Tras una noche entera de combate, los manifestantes doblegaron a los carabineros, que tuvieron que retirarse hacia la comisaría en la Plaza de Armas, al ser rodeados por cerca de 500 manifestantes –en su mayoría pescadores y camioneros que trabajan para las empresas locales– que tomaron las calles que van al centro de la ciudad. Mientras tanto, en los barrios de Coyhaique se levantaban cientos de fogatas y barricadas.
Los pobladores del centro de Puerto Aysén debieron tapiar con tablas las ventanas de sus casas para defenderse de los balines y bombas lacrimógenas que arrojaron los carabineros.
El gobierno piñerista llegó a evaluar la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado, con la que podría acusar de “terroristas” los reclamos de los ayseninos como ya lo hizo con los de los mapuches.
22 páginas de abandono y miseria
Los ayseninos se rebelaron contra la carestía y contra el abandono del sur chileno por el gobierno de Sebastián Piñera, y de fondo contra el sesgo privatizador y centralista del “modelo” piñerista, continuidad en lo esencial de 20 años de Concertación socialdemócrata-democristiana. Igual que la Argentina con los monopolios de la megaminería, del petróleo y otros desde el menemismo, Chile –y en particular la región de Aysén– fue transformado desde la dictadura pinochetista en el paraíso de grandes empresas mineras, pesqueras y turísticas que se apropian de la tierra y los recursos naturales a costa de los pobladores, que en Aysén son en su mayoría pescadores artesanales.
En un petitorio de 22 páginas, los ayseninos rebelados detallaron los 10 reclamos que le plantean al gobierno nacional, entre ellos: eliminar el impuesto a los combustibles para la región, fijación de un sueldo mínimo regional, asegurar las cuotas de pesca y el manejo de parcelas familiares para que puedan ser explotadas por los 3.000 pescadores de la zona, reducción del costo de electricidad, agua, leña y gas, y desde luego, el cese inmediato de la represión de carabineros.
Mientras la prensa proimperialista entretenía a la opinión pública con el festival de Viña del Mar y la conmemoración del terremoto de 2010, Piñera atribuyó los hechos de Aysén a “una pequeña minoría”. Pero el movimiento se reveló masivo, reuniendo a la Central Unica de Trabajadores, los pescadores artesanales, la junta de vecinos, estudiantes, profesores y campesinos; hasta el Concejo municipal adhirió a las manifestaciones en demanda de los 11 puntos del petitorio. La única que no adhirió fue la intendenta.
Solidaridad y nuevos reclamos
El mismo 24, trabajadores y estudiantes protagonizaron actos de apoyo a los patagones de Aysén en otras ciudades chilenas como Arica, Ancud, Concepción, Osorno, Talca y Viña del Mar. También se llevó a cabo una concentración en Santiago y un cacerolazo en Chillán.
Paralelamente la Asamblea Ciudadana de Calama –en el extremo norte de Chile, bordeando el desierto de Atacama– declaró su paso “del estado de alerta a un estado de movilización”. También allí los pobladores exigen que los recursos del cobre reviertan en fondos permanentes para la ciudad y no sólo en beneficio de las corporaciones mineras.