Hace tres meses que están en huelga contra el aumento de de las matrículas universitarias (Ver hoy 25-4-2012). Manifestaron todas las noches durante casi 30 días. Ahora el blanco de su lucha es la reaccionaria Ley 78, una “ley antiterrorista” local aprobada por el parlamento de Quebec el 17 de mayo para aplastar la lucha estudiantil, convertida ya en un vasto movimiento de protesta que incluye un amplio espectro de demandas sociales y ambientales.
Hace tres meses que están en huelga contra el aumento de de las matrículas universitarias (Ver hoy 25-4-2012). Manifestaron todas las noches durante casi 30 días. Ahora el blanco de su lucha es la reaccionaria Ley 78, una “ley antiterrorista” local aprobada por el parlamento de Quebec el 17 de mayo para aplastar la lucha estudiantil, convertida ya en un vasto movimiento de protesta que incluye un amplio espectro de demandas sociales y ambientales.
Movilización masiva
Los estudiantes canadienses exigen la derogación del aumento en la matrícula, y desafían la nueva ley con manifestaciones y grandes marchas en Montreal y Quebec, así como en Rimouski, Gatineau y Sherbrooke.
El lunes 21 de mayo llevaron a cabo en la capital Montreal una de las mayores protestas en la historia de Canadá, ferozmente reprimida por la policía que detuvo a más de 200 personas. En los enfrentamientos también resultaron heridos policías. Pero al día siguiente, al celebrarse 100 días de la lucha, la movilización fue aún más multitudinaria; se estima que entre 300.000 y 400.000 personas salieron a las calles en varias ciudades. Los estudiantes quebequenses llevaban banderas con la flor de lis –la bandera de Québec–, y eran numerosas las banderas rojas que desde hace tres meses se enarbolan en la protesta estudiantil.
Con la ley 78 “de emergencia” aprobada la semana anterior por el gobierno de la provincia de Quebec –apodada “Ley porra” por los estudiantes– sacó la cabeza el fascismo canadiense: se impone la obligación de informar a la policía con ocho horas de anticipación la realización y el recorrido de cualquier manifestación en la que participen 50 o más personas; se prohíben los piquetes en las universidades y colegios; los sindicatos que organicen protestas pueden ser incautados de sus cuotas y hasta disueltos.
Envalentonados por la nueva legislación, escuadrones antimotines golpearon a la gente y dispararon gases lacrimógenos, atacaron a los periodistas, lanzaron gas pimienta dentro de los restaurantes y detuvieron a cientos de manifestantes, incluyendo más de 500 la noche del miércoles, con lo que en los últimos tres meses de protesta suman 2.500, cifra récord en Canadá. Muchos fueron sancionados con multas de 634 dólares.
Pero la nueva ley sólo realimentó al movimiento estudiantil, ya indignado porque la misma Ley 78 impone multas de hasta 35.000 dólares a los dirigentes de organizaciones que “instan a violar la ley”.
Por educación gratuita
La huelga estudiantil y las manifestaciones comenzaron a principios de marzo, cuando el gobierno de Jean Charest propuso un presupuesto que aumentaría el costo de la educación post-secundaria en Quebec en un 15% anual durante 5 años, llevando al doble el monto actual: de 2.400 a poco menos de 5.000 dólares canadienses. Una parte del movimiento reclama no sólo el no aumento de las matrículas sino la gratuidad de la enseñanza.
Al menos un tercio de los estudiantes –155 mil de 450 mil– siguen todavía en huelga, renovando su decisión en asambleas generales por facultad.
La lucha es respaldada por las tres grandes organizaciones estudiantiles: la Federación de Estudiantes de Colegios Universitarios, la Federación Estudiantil Universitaria y la amplia coalición de la Asociación de Solidaridad Obrero-Estudiantil. También tienen el apoyo de profesores e intelectuales, y de las tres principales confederaciones de trabajadores de Quebec. Todos repudian la nueva ley que mercantiliza la enseñanza. Las federaciones estudiantiles calificaron a la Ley 78 como “una declaración de guerra contra el movimiento estudiantil”.
Los estudiantes y jóvenes de Quebec, seguidos ahora por muchos otros, no se dejan engañar. En las asambleas y en las calles emerge la clara conciencia de que el gobierno, vocero de los intereses de los monopolios canadienses, enfila a descargar la crisis económica mundial sobre las espaldas del pueblo con impuestos y aumentos de matrículas, mientras los responsables son rescatados en lugar de rendir cuentas. Y ya no los intimidan los bastonazos ni los gases lacrimógenos.