En su afán de reescribir la historia y acomodarla a sus intereses políticos, la presidenta Cristina Kirchner, en su reciente discurso ante el Comité de descolonización en la ONU, ha incurrido en contradicción con su propio discurso.
En su afán de reescribir la historia y acomodarla a sus intereses políticos, la presidenta Cristina Kirchner, en su reciente discurso ante el Comité de descolonización en la ONU, ha incurrido en contradicción con su propio discurso.
En uno de los pasajes de su mensaje, CK, refiriéndose a la decisión del primer ministro británico de izar la bandera kelper en el 30º aniversario del fin del conflicto bélico de Malvinas, afirmó “Sentí vergüenza ajena, porque las guerras no se festejan ni se conmemoran”.
Esta frase, dicha en general, es incorrecta. No se festejan ni conmemoran las guerras injustas, colonialistas, contra los pueblos. Pero los pueblos sí celebramos las guerras justas, de independencia, de liberación nacional. Eso hace el pueblo argentino cuando honra las batallas por la independencia americana como San Lorenzo, Tucumán, Maipú, Ayacucho, por nombrar algunas. Lo mismo hicieron los soviéticos -verdaderos vencedores de la bestia nazi a los que la presidenta no nombró- celebrando el 8 de mayo como día de la victoria en la segunda guerra mundial. La bandera roja sobre el Reichstag de Berlín es el símbolo de esa victoria, no la inglesa.
La misma presidenta, hace dos años, en conmemoración de la Vuelta de Obligado y de la batalla de Punta Quebracho, afirmó “hoy queremos rendir un claro homenaje a esas mujeres y a esos hombres que defendieron la Patria”. No sólo eso, se preguntó “por qué en la escuela siempre nos han enseñado con muchísimo detalles cada una de las batallas, cada una de las campañas en las que nos permitieron liberarnos del yugo español y sin embargo se ocultó deliberadamente durante dos siglos todas las luchas que se dieron contra otros colonialismos que aún subsisten como por ejemplo en nuestras Islas Malvinas”. Lo que ayer era homenaje, hoy es “vergüenza ajena”. Todo vale en el discurso K.