El pasado 24 de junio nos dejó el camarada Máximo López. “El Chivo” como lo llamaban afectuosamente sus compañeros de playa de faena del frigorífico Swift. “Don López”, le decíamos los que éramos un poco más jóvenes.
El pasado 24 de junio nos dejó el camarada Máximo López. “El Chivo” como lo llamaban afectuosamente sus compañeros de playa de faena del frigorífico Swift. “Don López”, le decíamos los que éramos un poco más jóvenes.
Lo conocimos en el ’85, en la campaña de afiliación al PTP. Había venido del norte de Santa Fe, la zona rural de Avellaneda. No sabía leer, ni escribir; duro de lengua, como él decía. Hablaba poco, sólo si se le preguntaba, y sus respuestas no eran más de diez palabras, pero tenía un olfato y una sensibilidad de clase único. No se puede explicar con palabras. Tenía un sexto sentido; interpretaba detalles que a todos nos pasaban desapercibidos. Todos los que trabajamos políticamente a su lado, aprendimos mucho de él. Conocía a los más de 200 compañeros de la playa, tenía una caracterización política, de clase, de la inmensa mayoría de sus compañeros y no se equivocaba nunca. Fue un puntal en la recuperación sindical de la sección en los años del menemismo, en la lucha por premio a la producción, la formación de la Lista Naranja en el ’96, cuando estuvimos a menos de 80 votos de ganar el sindicato.
Por esos años, en una conferencia de la zona el compañero secretario expresó que nuestro camino era la revolución. Una compañera, ansiosa, pregunta “¿y para cuando?”. Don López, con la simpleza que lo caracterizaba y a boca de jarro disparó “¡Cuando seamos más muchos!”.
Ya jubilado siguió ayudando y colaborando con sus compañeros que continuaban en la producción. Estaba muy contento con el nuevo impulso de la lista naranja y participó activamente en esta nueva etapa, hasta que la muerte lo sorprendió.
El día que hagamos la revolución, estaremos juntos…
¡Hasta la victoria, hermano!
