"No aspiraré ni aceptaré el cargo de presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe… No me despido de ustedes. Deseo sólo combatir como un soldado de las ideas”.
Aunque esperado por todo el pueblo cubano, debido a sus 81 años y a su precario estado de salud, el anuncio del alejamiento de Fidel de los cargos militares y de gobierno no dejó de ser impactante.
En millones, especialmente en nuestra América Latina, perdura el recuerdo del Fidel que encabezó la lucha armada y la insurrección del pueblo cubano. De aquél que, tras la victoria de enero del ’59, impulsó las medidas revolucionarias que liquidaron el atraso latifundista y la opresión semicolonial que los yanquis habían impuesto en Cuba, derrotó la invasión mercenaria de Playa Girón, y junto con el Che guió los primeros pasos en la construcción del socialismo.
Cuba era la encarnación del anhelo y la lucha de millones de obreros y campesinos en nuestros países oprimidos: la revolución incubaba en la entraña de los pueblos latinoamericanos, la lucha armada era su carta de triunfo, el socialismo podía ser hablado en español.
Perdura también, Fidel, como símbolo del muro que desde hace casi medio siglo supo oponer la nación cubana a las maquinaciones siniestras y retrógradas del imperialismo yanqui. No se doblegó ante sus intrigas, atentados, bloqueos y provocaciones, incluso en los ’90, cuando la extrema dependencia de Cuba hacia la URSS hizo que la desintegración de ésta golpeara como un huracán la economía y la vida cotidiana de los cubanos.
Tras el anuncio de Fidel, los mascarones de proa del imperialismo norteamericano y de la gusanera contrarrevolucionaria de Miami volvieron a celebrar el sueño imperial del orden anexionista yanqui que ellos llaman “transición” hacia la “democracia”.
Figurones de las potencias europeas, interesados en hacer avanzar sus proyectos económicos y estratégicos en la isla, se atribuyeron el derecho de predicarle a Cuba que evolucione hacia la democracia fraudulenta que ellos practican. Otros poderosos ofrecieron también su interesada “asistencia” económica en la “transición” que dicen que vendrá.
La sucesión de Raúl Castro señala la continuidad esencial en la línea dirigente en la isla. Los destinos de ésta seguirán, por lo tanto, requiriendo la firmeza del pueblo cubano y la solidaridad de sus hermanos de nuestro subcontinente y del mundo contra viejas y nuevas agresiones y dependencias.
02 de October de 2010