A pesar de su breve existencia, la Comuna logró varios decretos. Abolió el ejército permanente y armó a todo el pueblo. La Guardia Nacional republicana se organizó como una milicia popular por barriada: 384.000 hombres en 234 batallones, más un batallón de mujeres comandado por la coronel Adelaida Valentín. Separó la Iglesia del Estado y estableció que los salarios de todos los funcionarios administrativos y gubernamentales, independientemente de su rango, no podían exceder los salarios normales de un trabajador. Por decreto, todas las fábricas y talleres abandonados o cerrados por sus dueños debían entregarse a los trabajadores para continuar la producción.