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06 de November de 2013

El 7 de noviembre de 1917 triunfó en Rusia la insurrección armada obrera y popular. Todo el poder pasó a manos de los soviets (consejos de delegados).

La Revolución Rusa

7 de noviembre de 1917

Las clases do-minantes rusas y las potencias imperialistas en general creyeron que la Revolución Socialista, el poder de los obreros y los campesinos pobres, iba a ser efímero. ¿Dónde se había visto que una masa de harapientos y analfabetos pudiese tomar en sus manos las decisiones y dirigir un país, máxime uno que abarcaba la sexta parte de la superficie mundial? Según ellos, ese “disparate” solo podía caber en la cabeza “delirante” de unos pocos “utopistas” como Lenin y su Partido Comunista.
La prensa “seria”, los sabios burgueses, los analistas más informados y los traidores revisionistas, día a día y semana tras semana, pronosticaban la “inminente caída” del nuevo régimen. Estaban tan seguros de ello como poseídos de un odio salvaje que no alcanzaban a disimular ni su “refinamiento” ni su “cultura”.
En cambio, para los obreros y campesinos, para la intelectualidad avanzada, para los pueblos oprimidos por el imperialismo, para las grandes mayorías juveniles a quienes el sistema niega el derecho a la vida y a la esperanza, se encendió una luz en medio de las tinieblas.
Tan es así que en nuestro país, distante más de 20.000 Km. de Rusia, el triunfo de la revolución socialista impactó profundamente.
En sus pronósticos, los sabios burgueses y revisionistas hacían gala de una pedantería y de una erudición que hasta haría empalidecer de envidia a los pontífices actuales del “post-marxismo”. Como diría Mao Tsetung; ellos tenían más erudición, pero las masas explotadas e ignorantes tenían más verdad.
En medio de la ruina y del hambre provocados por tres años de la sangrienta primera guerra imperialista mundial, los obreros y campesinos pobres, dirigidos por su Partido Comunista liderado por Lenin, pusieron en marcha un nuevo Estado. Confiscaron la tierra de los terratenientes y la entregaron a los campesinos. Expropiaron a los grandes capitalistas. Establecieron el control obrero de la producción. Las clases dominantes derrotadas desataron una guerra civil que duró tres años, empleando a la alta oficialidad zarista, inmensos recursos financieros y abundante material bélico. En su apoyo intervinieron 14 potencias extranjeras. A mediados de 1919, el dirigente conservador Churchill, se jactó ante el parlamento británico de que se había organizado una cruzada de 14 naciones y que para el año nuevo no habría más poder soviético.
Pero fueron derrotados. Derrochando coraje, millones de obreros y campesinos, héroes anónimos, forjaron sus propias fuerzas armadas con la dirección de los comunistas y basándose en los soviets de obreros, campesinos y soldados repelieron y derrotaron a las sucesivas oleadas de ejércitos llamados “blancos”. El nuevo Ejército Rojo integró a sus operaciones globales el incesante accionar de las guerrillas en las zonas ocupadas por el enemigo. Las fuerzas armadas soviéticas se forjaron en el fragor de esos combates y formaron a miles de nuevos oficiales, surgidos de las filas obreras y campesinas; también ganaron a un considerable número de especialistas militares de las viejas fuerzas armadas.
Luego tuvieron que afrontar la durísima tarea de reconstruir un inmenso país en ruinas, en el que reinaban el hambre y la desocupación. Las masas estaban agotadas y muchos de sus mejores hijos, militantes del Partido Comunista, habían muerto en la lucha.
Pese a esas fatigas y a sus fuerzas debilitadas, con la dirección del Partido liderado por Stalin, la clase obrera y el campesinado trabajador, reconstruyeron la economía y pusieron de pie a su país, Rusia. En los años 30, la transformaron mediante la colectivización en el campo, la industrialización y una revolución cultural. Comenzó a cambiar radicalmente la situación social de los explotados y oprimidos. Comenzaron a tomar en sus manos la dirección de la producción, así como el gobierno y el Estado. Decenas de millones de personas pasaron del trabajo basado en la mísera pequeña producción privada, al trabajo en una gran economía socializada. Cambió así la vida real del pueblo. Desapareció el capitalista privado que se apropiaba del trabajo de los productores directos. Quedó atrás la eterna dependencia de las deudas de los pobres del campo. Se eliminó la miseria y la polarización social. Quedó atrás la inseguridad en el mañana y para 1930 terminaron con el flagelo de la desocupación.
La juventud conquistó el derecho a un futuro mejor. Las mujeres comenzaron a avanzar por el camino de su emancipación social. Empezó a crearse una nueva vida y una nueva conciencia.
Bajo el socialismo en la Unión Soviética, se desarrolló desde el comienzo junto con la industrialización, el seguro social. Y se produjo un cambio enorme en la cantidad y calidad de la atención a la salud.
En los años 30 terminaron con el analfabetismo, que era del 75% antes de la revolución. Aseguraron la escuela primaria para todos. La escuela media fue poblada por una mayoría de jóvenes obreros y campesinos. La Universidad y los institutos de enseñanza superior, se abrieron para millones. El salto más notable fue en el campo: el sistema koljosiano (cooperativa agrícola) que aseguró y veló por que todos los niños, hijos de campesinos, concurriesen a la escuela. Sus padres ya no tenían necesidad de sacarlos para hacerlos trabajar junto a ellos.
Mientras la Unión Soviética fue socialista, lo más importante es que con la dictadura del proletariado, por primera vez en la historia, las mayorías populares, las que producen las riquezas, empezaron a decidir sobre la política, la economía, la defensa y la cultura. Esto no ocurre ni puede ocurrir en ninguna república burguesa, ni en la más democrática. Porque el control de los resortes del Estado y de la economía, el poder de decisión, está en manos de un puñado de todopoderosos capitalistas monopolistas, lo que no se modifica ni puede modificarse mediante las elecciones y el Parlamento.
Las realizaciones que transformaron a la vieja y atrasada Rusia en 10 años en la segunda potencia industrial del mundo, asombraron porque en la historia nunca se había visto un adelanto tan gigantesco en tan poco tiempo, y, lo que es más importante, no existían precedentes de un despliegue tan masivo y profundo de fervor, creación e iniciativa. La segunda guerra mundial fue una prueba de fuego para 20 años de Revolución y construcción socialista.
La Alemania de Hitler se había lanzado ensoberbecida contra la Unión Soviética, después de haber ocupado a Francia y casi toda Europa. El imperialismo nazi fue derrotado, principalmente, por la Unión Soviética. No por azar fue la bandera roja la que se izó en Berlín al capitular los jerarcas nazis.
Mientras fue socialista la Unión Soviética concitó la esperanza, la simpatía y la adhesión de los explotados y oprimidos en todo el mundo, y también de los exponentes más avanzados y progresistas, de la ciencia, el arte y la cultura en Occidente, en Oriente y en América.