La conformación histórica del Estado nacional es anterior a la década de 1880, y con toda la importancia que esta década tiene, pensamos que es imposible entender qué pasó realmente, si no nos aproximamos a cómo se preparó en los planos políticos, militar e ideológico este gigantesco acople de nuestras clases dominantes con el naciente imperialismo.
La conformación histórica del Estado nacional es anterior a la década de 1880, y con toda la importancia que esta década tiene, pensamos que es imposible entender qué pasó realmente, si no nos aproximamos a cómo se preparó en los planos políticos, militar e ideológico este gigantesco acople de nuestras clases dominantes con el naciente imperialismo.
No es una línea recta, y el pensamiento político de esa etapa revela una profunda lucha de ideas reflejo en última instancia de la lucha de clases en la sociedad. La circunstancia de que la mayoría de los contendientes ideológicos hayan tenido una visión parecida de la sociedad que querían construir, junto a muchos ocultamientos, dificultó el estudio concreto de los distintos programas políticos que existieron, y facilitó una mirada unilateral de este fenómeno.
La generación de 1837, en el Dogma socialista escrito por Echeverría y leído públicamente por Alberdi, planteó una vuelta a Mayo de 1810, sin tener la visión revolucionaria jacobina que algunos de los hombres de Mayo habían tenido. Ergo se transformó en un programa político contra Rosas, donde el protagonismo lo tenían las elites intelectuales y los ejércitos que se levantaban en la guerra civil. Sarmiento en el Facundo repite en lo fundamental estas tesis, y como habían pasado casi 10 años, le agrega algunos conceptos centralizadores, como la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires. Pero toda su esperanza está puesta en los fusiles del general Paz, tal como lo dice expresamente en Facundo. Luego Echeverría, en el exilio, se pregunta sobre las razones políticas por las cuales Rosas se había ganado a un sector de las masas. Nace así Mirada retrospectiva, un texto muy poco difundido de Echeverría. Producido Caseros, Alberdi incorpora este aporte y escribe Las bases, se las entrega a Urquiza, y tiene una influencia muy grande en la Constitución de 1853, pero existen diferencias notables en temas muy gruesos, entre el pensamiento de Alberdi y el acuerdo político real que permitió San Nicolás. Alberdi confió en un sector de los terratenientes del interior, y pensó que podía construirse con ellos una república equilibrada, rumbo al progreso. En la realidad, estos terratenientes tenían intereses de clase en común con los separatistas porteños, y en pocos años, se reunificaron bajo la dirección de los vencedores de Pavón.
Cuando esta nueva hegemonía encara el genocidio del pueblo paraguayo y las matanzas de Cuyo, Alberdi, Guido Spano y otros intelectuales resisten con dignidad, se oponen a la guerra, y en forma tardía, pareciera que comprenden algo de las necesidades de las masas populares y de la Nación argentina. Pero fueron intelectuales sin masas, limitados por su propia condición de clase y su visión del mundo, que le tenía más miedo a las masas insurrectas que a los terratenientes genocidas. Alberdi planteó algunos conceptos federales, es cierto, pero no era el federalismo de Artigas o de Dorrego, ambos inspirados en las lecturas de Hamilton, pero con protagonismo de las masas campesinas y programas sobre la tierra. Este federalismo rioplatense tampoco era el de Rosas, como nos quieren hacer creer algunas escuelas del revisionismo oligárquico, porque en la derrota de Artigas, no sólo se derrota una idea federal, sino el protagonismo de las masas campesinas en la revolución.
La Constitución de 1860 escribe en el papel esta realidad. El interior pasó a ser “los trece ranchos”, como llamó al país despectivamente, Tejedor.