Luego de las grandes represiones del Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, las principales corrientes obreras trataron de reorganizarse restañando sus heridas, supliendo a sus dirigentes presos o deportados, al calor de los combates de clase que se sucedían.
Luego de las grandes represiones del Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, las principales corrientes obreras trataron de reorganizarse restañando sus heridas, supliendo a sus dirigentes presos o deportados, al calor de los combates de clase que se sucedían.
Así transcurrían los “años dorados” de nuestra oligarquía, cuando Argentina –entre 1911y 1913- exportaba el 60,6% del trigo cosechado, y el 77% del maíz. En ese contexto, se dieron nuevos y frustrados intentos de reunificación de las principales centrales sindicales: la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), dirigida por los anarquistas, y la CORA (Confederación Obrera Regional Argentina), hegemonizada por la corriente sindicalista.
En 1912, los sindicalistas de la CORA, corriente en ascenso, vuelven a convocar a un “Congreso de fusión”, para el que se dan un trabajo de relaciones con la dirección de la FORA y sobre algunos sindicatos de esta central. Se constituye un Comité de Fusión y la FORA acuerda ir al Congreso, que se realiza del 30 de noviembre al 2 de diciembre de 1912. La FORA va a este congreso a reivindicar su central como la principal de la Argentina, negándose a cambiar el nombre y reivindicando su “Pacto de Solidaridad”. Al tiempo, concede y aconseja a los delegados “se deje sin efecto la resolución del V congreso de la FORA que recomendaba como finalidad el comunismo anárquico”. “La desconfianza sobre la sinceridad sindicalista no había desaparecido, aun cuando en parte también los sindicalistas habían sufrido persecuciones en el Centenario”, afirma el dirigente e historiador anarquista Diego Abad de Santillán.
Todo el Congreso transcurrió en un agitado debate sobre la fusión, para el que se presentó una Declaración de Principios que afirmaba “que esta sociedad lleva en su seno el germen de la destrucción en el desequilibrio perenne entre las necesidades creadas por el progreso mismo y los medios de satisfacerlas”, que existe “un conflicto económico entre el proletariado y la burguesía, dos clases contrarias e irreconciliables”, y “Que de las formas de agrupación el sindicato es el mejor instrumento, dado que es una agrupación de intereses que coliga a los explotados ante el enemigo común: el capitalismo y el Estado”. El Congreso terminó sin acuerdo, llamando a un “cuarto intermedio” que fue enterrado por los anarquistas el 25/12/1912: “En vista de que las bases presentadas para la unificación no son más amplias que el pacto de solidaridad de la FORA, aconséjase a las sociedades federadas que no concurran al congreso y mantengan a la FORA”.