Compañeros, camaradas, vengo de una provincia pobre y de una provincia rica. Ni una afirmación ni la otra dejan de ser ciertas, por contrario que se parezca. Vengo de una provincia pobre donde las últimas décadas y especialmente desde la del 60 ha crecido enormemente el índice de pobreza. Pobreza que no sólo se refleja en camaradas desocupados sino en personas que nunca han tenido un trabajo, indigentes, en niños de la calle, en jóvenes sin futuro ni esperanza.
Compañeros, camaradas, vengo de una provincia pobre y de una provincia rica. Ni una afirmación ni la otra dejan de ser ciertas, por contrario que se parezca. Vengo de una provincia pobre donde las últimas décadas y especialmente desde la del 60 ha crecido enormemente el índice de pobreza. Pobreza que no sólo se refleja en camaradas desocupados sino en personas que nunca han tenido un trabajo, indigentes, en niños de la calle, en jóvenes sin futuro ni esperanza.
Pero vengo también de una provincia rica, una provincia donde durante décadas desde el siglo 19 quien ha administrado la provincia ha sido una clase social, una oligarquía azucarera que ha creado a su alrededor, en su periferia los índices de pobreza más tremendos que se han visto en este país.
En la década del 60, como les decía, comenzó la decadencia nuestra. En esa época éramos con Normita –no nos conocíamos pero faltaba poco para serlo- apenas unos adolescentes. Veíamos cómo se cerraban de la noche a la mañana once ingenios tucumanos y quedaban 200 mil tucumanos sin trabajo, entre obreros, esposas e hijos. 200 mil tucumanos que decidieron luchar, rodear esos Ingenios, sus fuentes de trabajo y resistir. Pero pudo más la fuerza del enemigo, y tuvieron que emigrar, y dejaron una población indemne, una población sin futuro, sin esperanza que vino a poblar estos lugares.
En aquella época, siendo muy jóvenes con Normita, empezamos la lucha. Apenas estábamos terminando el colegio secundario. Ella iba a la Escuela Normal, yo iba al Colegio Nacional. Nos conocimos en el 70 cuando entrábamos en la Facultad. Ahí empezamos a organizar los Centros de Estudiantes en la lucha estudiantil. Yo personalmente provenía de otra agrupación, una agrupación independiente que había adherido al socialismo revolucionario, que poco tiempo después en el año 73-74, con la llegada del peronismo al poder va a sumarse a las fuerzas del peronismo. Y un grupo minúsculo, no más de diez o doce compañeros, nos unía una gran amistad en la lucha fraterna, codo a codo, decidimos agruparnos y sumarnos en una fuerza en alianza con el Faudi, que en aquella época, en Medicina de Tucumán acaudillaba Normita Nassif. Desde entonces comienza nuestra lucha conjunta que no fueron más que tres o cuatro años. Hasta que, luego de ganar el Centro de Estudiantes vimos frustrado nuestro sueño de conducir a nuestros compañeros, porque el terrorismo ya había comenzado en el 75-76… Nos detuvieron, nos llevaron a la cárcel, y ahí nos separamos con Norma, por lo menos seis o siete años.
Nos volvimos a encontrar después de seis o siete años de una larga permanencia en la cárcel, donde como decía el camarada recién hicimos de esa cárcel un puesto de lucha más. No nos fuimos del país. Nos quedamos al lado de todos aquellos compañeros que sufrían las mismas penurias que nosotros y decidimos encontrarnos acá, a principio de los 80, para volver a conversar.
Norma me señaló el camino. No obstante haber sido unos meses mayor que yo, me enseñó el camino de la lucha, me enseñó los primeros principios de las luchas, de allí mi agradecimiento para con ella.
Los primeros años de la vida de las personas, la niñez y la juventud, operan tremendamente en nuestro futuro: Recuerdo yo por ejemplo, anécdotas que vivíamos con Norma en la Universidad y nos han señalado y nos han dejado una huella profunda y que Norma solía decir: Hay dos tipos de jóvenes universitarios, aquellos que pasan por la Universidad un tiempo de sus vidas, pero están aquellos que dejan que la Universidad pase por ellos. Norma era una de esas personas, que dejó que la Universidad, sus conocimientos, su escenario de lucha, pasara por ella y la marcara como una huella indeleble.
Nos volvimos a encontrar en los 80, ya cambiados. La cárcel nos había cambiado bastante, pero había fortificado nuestros principios, había galvanizado nuestras ideas. Y volvimos a encontrarnos, ya ella vivía en Buenos Aires, durante mucho tiempo viajaba a Tucumán, y cada vez que llegaba, apenas tocaba nuestra provincia me llamaba, nos encontrábamos y pasábamos una jornada entera conversando.
Parece ayer, pero ya pasaron nueve años que le hicimos el primer homenaje por su partida. El primer homenaje, al cumplirse en el 2005, en nuestra Universidad de Tucumán, por haberse cumplido 12 meses de su partida. Y en esa ocasión, yo les recordaba a los allí presentes, los primeros años que habíamos recordado juntos con Norma: sus enseñanzas, su ejemplo, y cómo habían marcado en mi persona todos esos avatares. Yo quiero decirles a todos ustedes que no me voy a olvidar lo que hemos hablado, está presente en cada momento, presente cuando trabajamos, presente cuando estudiamos, presente cuando luchamos. Hoy mismo está presente seguramente acá, rodeada de nosotros que hoy la estamos recordando. Y también quiero despedirme de ustedes diciéndoles las mismas palabras que voy a repetirlas, y esto es una promesa, cada año que me inviten a recordarla en un nuevo homenaje, las palabras que una vez me dijo Norma, que yo recuerdo siempre y que guardo en lo profundo de mi alma. Me decía en aquellos momentos de lucha, cuando parecía que todo estaba perdido, cuando parecía que nuestras fuerzas empezaban a flaquear, me miraba y me decía “Sergio, no te olvides: el pasado ha sido de ellos, de los enemigos; el presente, siempre es lucha; pero no te olvides de que el futuro será nuestro”. Muchas gracias.