Nadie le compraría un auto usado a Boudou, menos aún una imprenta. Al procesamiento del vicepresidente por el juez Lijo, en la causa por la estafa con Ciccone, se le agregó el del juez Bonadio, por adulterar un auto modelo ‘92 para estafar a su ex mujer en el juicio de divorcio. Además, se investiga si en la campaña de Cristina K en el 2007, cuyos principales aportistas fueron droguerías vinculadas con el tráfico de efedrina, hubo lavado de dinero, como habrían demostrado peritos de la Corte Suprema. Capaccioli, el “recaudador” de Cristina, era el encargado de controlar a los laboratorios.
Cristina K, que ordenó a su fuerza que bancara a Boudou en la presidencia del Senado, no puede ignorar que a Boudou se “lo compró” a la derecha oligárquica de los Alvaro Alsogaray, una de las cabezas del golpe de Estado contra Perón en los 50, cómplice de los golpes de los 60 (Onganía a Lanusse), y los 70 (Videla, Viola y Bignone), y proveedora de cuadros en los 90 para la liquidación de las empresas estatales.
Por otra parte, la jueza Servini de Cubría, que identificó al nieto de Estela de Carlotto, procesó a la ex secretaria K de Medio Ambiente Romina Picolotti, por pagar viajes con plata del Estado, y al ex secretario de Drogadicción, Granero, por tráfico de efedrina. También allanó a la AFA, buscando pruebas sobre el negociado del dinero de Fútbol para Todos.