El 24 de septiembre de 1917 estalló una huelga ferroviaria que paralizó completamente, por más de tres semanas, todo el servicio ferroviario del país, incluyendo transporte de cargas, pasajeros, oficinas y talleres. Esta huelga, declarada por los gremios La Fraternidad, la Federación Obrera Ferrocarrilera, y los telegrafistas, estuvo precedida de violentas huelgas parciales en los Talleres Ferroviarios de Pérez y en Rosario. Los trabajadores reclamaban por un aumento de salarios, contra los despidos y exigiendo el cese de algunos jefes antiobreros. La Vanguardia del 4 de agosto de 1917 denunciaba a un tal Mr. Crouch que “no habla una palabra de castellano, pero que ha sabido manifestar que en dos años hará desaparecer las organizaciones ferroviarias, domando al personal como lo ha sabido domar en África. No debe extrañar esas manifestaciones de un hombre recién llegado al país, que no posee aún nuestro idioma, que desconoce nuestro ambiente y que posiblemente con toda sinceridad cree que aún somos indios y que necesitamos métodos civilizadores que él ha puesto en práctica en tierra africana”. Queda claro tanto la brutalidad del míster, como el reformismo del PS.
Durante la huelga ferroviaria hubo gran cantidad actos públicos, asambleas, marchas y enfrentamientos con la policía y el ejército, que se cobró varias víctimas, entre trabajadores y familiares.
El 25 de septiembre, al otro día de declarada la huelga, caía muerto un mecánico español en la represión a una demostración de familias ferroviarias en Villa Mercedes, San Luís. El mismo día, escuadrones de infantería dispersaron columnas de manifestantes en la Capital Federal. El Diario La Tarde del 26/9/17 titulaba “Triste hazaña del Ejército, hace fuego contra el pueblo”, y detallaba que cargó contra “un grupo de huelguistas (que) se paseaba en actitud pacífica… Querían patentizar su solidaridad y su firme propósito de vencer y significar ante los ojos de todos, que los reclamos que hacían estaban íntimamente ligados a la vida de sus modestos hogares… de pronto la voz airada de un oficial del ejército les ordenó hacer alto y sin que mediase mayores intimaciones sonaron varios disparos de máuser que se fueron repitiendo al extremo de poder afirmarse que fue un verdadero tiroteo…”. Al frente iban dos mujeres, una con una bandera argentina y la otra con una roja. Se llamaban Josefina Biandini de Gómez y Adela Montaña. Ambas fueron baleadas. Más de 20.000 personas pasaron por su sepelio, y varios gremios: comercio, panaderos, lecheros, conductores de vehículos, motormans y guardas realizaron un paro de medio día en señal de duelo.