Ante el cuestionamiento de sectores internos del kirchnerismo por la decisión de Cristina Fernández de nominar a Daniel Scioli como su sucesor, la línea bajada por la Presidencia de la Nación es que lo que se vota no es el candidato, sino el “modelo kirchnerista”. ¿Y, porqué pueden ser candidatos de este “modelo” tanto Randazzo como Scioli, o Urribarri, Gildo Insfrán o el propio Menem? Porque todos ellos coinciden en la esencia del “modelo”, que es el latifundismo en el campo y la dependencia a los imperialismos del país, con el “rumbo” impuesto por el kirchnerismo de privilegiar las relaciones con los imperialismos de China y de Rusia.
Si los candidatos acuerdan en preservar y profundizar este “modelo” regido por el kirchnerismo y lo principal de su “rumbo”, no importa su curriculum, se los postula igual. Siempre que defiendan el “desarrollo” basado en el latifundio y la dependencia al imperialismo, cualquiera de los candidatos es bienvenido para Cristina Fernández y sus adláteres. Como dirían sus maestros restauradores del capitalismo en Rusia y en China: “no importa el color del gato con tal que cace ratones”.
En todo caso unos candidatos pueden estar más caídos hacia la dependencia del imperialismo de China y otros al de Rusia, e incluso a alianzas con sectores de los imperialismos de Estados Unidos, Europa o Japón, pero lo que importa es que acepten y continúen el “modelo” en el “rumbo” que ha impuesto el sector hegemónico de la clases dominantes con el gobierno kirchnerista: privilegiar la “alianza estratégica integral”, tanto con el imperialismo de China como con el de Rusia.
En cuanto a la disputa con los sectores de la oposición burguesa que refleja la disputa por la hegemonía en el bloque dominante, al menos en el macrismo y en el massismo, ninguno de ellos cuestiona la esencia del “modelo”: el latifundio y la dependencia a los imperialismos. Cuanto más proponen un replanteo del “rumbo” o de aspectos del “rumbo”: hacia cuál de los imperialismos recostarse más. La cúpula del macrismo es más tibia en este sentido: sólo ha hablado de rediscutir algunos aspectos de los acuerdos con China y con Rusia, y de “mejorar” las relaciones con los imperialismos “occidentales”, en particular con los de Estados Unidos, Alemania y Francia. En cuanto a la cúpula del massismo ha sido más agresiva con los convenios con el imperialismo de China, no así con los convenios con Rusia, e insinúa un mayor acercamiento con los “occidentales”, sobre todo con los imperialistas de los Estados Unidos.
En definitiva, lo que está en discusión entre el gobierno y esa oposición es qué sector de la gran burguesía intermediaria de los imperialismos va a hegemonizar el bloque dominante: si va a continuar el sector kirchnerista con sus matices –hoy representados principalmente por Scioli, en un lado, y por Zannini, en el otro– o los sectores que, con sus diferencias, pretenden hacerse representar por Macri o por Masa, para obtener un mejor lugar en la disputa por el control del país de los distintos imperialismos.
Por eso, ninguno de ellos ni sus economistas hablan del latifundio y la dependencia, cuyos males ha agravado la política kirchnerista. Atribuyen esto solo a una mala praxis, como lo que Cristina en campaña les enrostró la semana pasada: “No se gobierna el país con chamuyo y globitos, sino con números y gestión”. Como el gobierno kirchnerista ha adulterado todos los números y su gestión es desastrosa por donde se la mire, Macri y Massa se ofrecen como “mejores administradores” para las clases dominantes. Y frente a la “heterodoxia” del ajuste inflacionario, con el que el kirchnerismo descarga las crisis sobre los trabajadores y la producción nacional para preservar la estructura latifundista y dependiente, en función del mismo objetivo ellos proponen una mayor “ortodoxia”: una mayor devaluación del peso (menos o más “gradualmente”, según sean los economistas de Macri, Masa o Scioli) y una mayor o menor “apertura” a los capitales imperialistas “occidentales” (aunque cambiando el orden: Masa, Macri y Scioli).
En definitiva, todos ellos se proponen continuar haciendo pagar la crisis al pueblo y la producción nacional, reforzando la estructura latifundista y dependiente, siendo la principal variable de ajuste el ingreso de los trabajadores y de la mayoría de los pequeños y medianos empresarios nacionales.
Tras el “chamuyo” de “la continuidad”, “el cambio”, o “el cambio justo” (del kiosquero que no tiene monedas) y los distintos colores de los “globitos”, todos coinciden en el ajuste devaluatorio, hambreador y entreguista.
Frente a esto, el Frente Popular, con sus candidatos y su programa, plantea que es necesario romper la falsa polarización entre los Scioli, Macri o Massa. Que es falsa para el pueblo y todos los verdaderos patriotas y demócratas, pues la pelea entre ellos es por quién administra dentro del bloque dominante un sistema cuyas bases de poder están en el latifundio y la dependencia a los distintos imperialismos.