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22 de July de 2015

1919:La semana de enero (2)

Crónicas proletarias

 La inmensa pueblada desatada a partir del 7 de enero de 1919 en Buenos Aires, tras la represión a los metalúrgicos en huelga en los Talleres Vasena, estuvo precedida de una intensa oleada de luchas económicas y políticas. El 7 de noviembre de 1918, al cumplirse un año del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, más de 10 mil personas marcharon en la capital argentina. El nuevo año comenzaba, además de con la huelga en Vasena que venía desde principios de diciembre, con asambleas, paros y conflictos de obreros marmolistas; en las fábricas Bazzalla Hnos., Oliver Gelabert y Cía., Casa Thompson, la Sociedad Pintores Unidos, y la de Obreros en Mimbre.
Las clases dominantes agitaban el fantasma de una revolución “maximalista” en nuestras tierras, y se preparaba para una nueva y cruel represión. La Nación del 30–12–1918 fijaba su posición: “La hora que suena es, sin duda, de reforma y renovación para el mundo, y ni a los ciegos les es ya permitido dudar de que el viejo edificio social se desmorona, y que hace falta rehacerlo o, por lo menos, apuntalarlo, si no se quiere verlo desmoronarse y aplastar a cuantos abriga”.
La oligarquía, para esos años, tenía afilado el argumento de que las conmociones sociales eran obra de “ácratas extranjeros” -a los que sumó a los “bolsheviquis”- que venía practicando desde principios del siglo. Se formó la Liga Patriótica, cuyo primer nombre fue “Comisión pro defensores del orden”, que en nombre de la “argentinidad” atacó a las comunidades judías y “rusas” por comunistas, y a los inmigrantes catalanes por anarquistas.
Al desatarse los combates en toda la ciudad, el gobierno inventó un “complot maximalista” para instalar un “soviet del Río de la Plata”. Hasta encontró al “futuro presidente” de dicho soviet, el periodista de Der Avangard, periódico editado en idish por la comunidad judía de orientación socialista, Pinie Wald, y lo metió preso, junto a su novia Rosa Weinstein, trabajadora de la confección, y los supuestos “ministro de guerra” y “jefe de policía” del soviet. Fueron sometidos a tortura. El propio Wald, en una crónica de los sucesos titulada “Pesadilla”, cuenta: “En mi cabeza seguían resonando las frases: ‘Conjura maximalista’… ‘dictador’… ‘presidente’…‘bomba’… yo había bebido sangre… como señal del juramento que había prestado al hacerme cargo del liderazgo del levantamiento… De pronto sentí un dolor punzante, como de agujas, en la parte hinchada de mi rostro. Mi boca ensangrentada había reventado: ¡Estallé en risa!”. A los pocos días todos fueron liberados, pero pasaron a formar parte de los 45 mil prontuariados por participar en las luchas de enero de 1919.