Bajo un contexto mundial de enorme tensión tras la crisis de los misiles en octubre de 1962, entre Moscú y Washington y el retiro de los técnicos soviéticos de China Popular en el verano de 1960; en enero de 1964 la polémica desatada entre el PC de la URSS y China alcanza su punto culminante. La dirección de Marcha en Montevideo y la revista Monthly Review de New York creen oportuno enviar a Eduardo Galeano con la misión de lograr una entrevista al hombre más poderoso de China después de Mao, el Primer Ministro Chou Enlai.
Eduardo tiene 23 años y se propone recorrer todo el territorio de China Popular en cinco meses, para luego entrar a la Unión Soviética y así encontrar las razones profundas que han alimentado la discordia.
Por aquellos días era difícil escapar a la propaganda internacional impuesta por el PC de la URSS contra China, a quienes acusaban de fanáticos belicistas. A partir del 20 congreso del PCUS en febrero del 56 cuando Nikita Jrushchov desata la leyenda negra de Stalin, las relaciones con el PCCh comienzan un deterioro que alcanza su punto culminante cuando Rusia retira las ojivas nucleares de Cuba en 1962, y Mao acusa a la URSS de capitulacionista.
Es con esa información y preconcepto que Galeano llega a China en febrero de 1964.
Junto a un intérprete que habla un correcto español, Eduardo recorre miles de kilómetros entre pueblos y ciudades, y mantiene conversaciones con cientos de ciudadanos elegidos al azar, campesinos, obreros industriales, amas de casa y jerarcas de distinto rango.
La primera sorpresa de Galeano al iniciar su aleatorio derrotero, fue comprobar la libertad con la que pudo trabajar y elegir a sus entrevistados sin ninguna restricción. Pero ante todo también pudo corroborar que la imagen de miseria tejida tanto por el imperialismo y su prensa burguesa como por las autoridades de la URSS son falsas.
“No hay derroches ni riquezas, pero encontré una vida digna en todos los rincones que se me ocurrió visitar,…son un pueblo culto y pulcro, amables y curiosos con los extranjeros,…tienen un sentido superior del trabajo y el estudio y resulta reconfortante charlar con los campesinos, pues tienen todos una acabada información de política internacional, algo difícil de encontrar aún en Europa.”
En Crónica de un desafío, Galeano llega a ciertas conclusiones que podrían resumirse en tres puntos.
1) La ausencia casi completa de analfabetos, sumada a una exhaustiva educación política y técnica, en todos los ámbitos. En 1948 menos del 20% de la población estaba alfabetizada.
2) El explosivo desarrollo industrial y técnico ha permitido establecer una vida digna para 700 millones de ciudadanos.” Hoy (1964), China es ya una de las grandes potencias asiáticas, y eso ha sido posible en poco más de 10 años de revolución…”
3) La absoluta falsedad respecto a que la población china está siendo preparada para una tercera guerra mundial. La casi totalidad de sus entrevistados si bien considera necesario que China tenga armas nucleares como disuasión a una inminente invasión a su territorio, todos, incluidos los funcionarios de alto rango, creen que una guerra de este tipo sería catastrófica para la humanidad.
Cuando Galeano pregunta sobre Stalin, la respuesta es unánime: “Fue un gran revolucionario que defendió el socialismo en tiempos de guerra, él fue el artífice de la destrucción del fascismo”. “Tuvo, como todo estratega, errores tácticos, pero sus méritos son gigantes”. “Bajo su conducción la URSS se convirtió en una superpotencia industrial y militar sin renunciar a la construcción del socialismo”.
Ante la pregunta sobre Nikita Jrushchov los chinos también tienen respuestas unánimes: “Un oportunista de derecha”. “Por temor al liderazgo chino en el movimiento comunista internacional, Nikita Jrushchov ordenó la instalación de misiles en territorio cubano, un aventurerista, y luego sin importar el atropello a la dignidad del pueblo cubano y ante la presión de los imperialistas, retira las ojivas, un capitulacionista.” “Su versión sobre Stalin es funcional al revisionismo de derecha, un camino sin retorno hacia la re-instalación del capitalismo“. En la URSS, Galeano confirma que Stalin ha pasado de ser el héroe de la Gran Guerra Patria a un dictador tiránico.
Galeano pasea por las calles de Moscú y ve que las modas de Londres o Roma ya las disfrutan las mujeres rusas, el overol ha dado paso al traje de alpaca y el calzado de punta. En Moscú se producen los mismos atascones de tránsito que en Viena y la conquista del comunismo fue reemplazada por el consumismo. La misma ideología pequeñoburguesa del occidente europeo ya está plenamente instalada en Rusia durante el otoño de 1964. Dice Eduardo lamentándose:” Stalingrado es ahora el nombre de una de las estaciones del subte de París, pero ha dejado de ser una ciudad soviética”. Los soviéticos han olvidado que en Stalingrado se desarrolló la batalla más importante de la civilización humana contra la barbarie. Al entrevistar al vicepremier chino sobre el retiro de la ayuda técnica, este responde: “El retiro de la ayuda fue una ayuda. (…) Nos vendían chatarra a precio de oro, ahora nuestros ingenieros y científicos han desarrollado tecnología propia, y no nos va nada mal, nuestras máquinas son mejores que las de ellos, incluso mejores que las de los imperialistas. “Hemos quedado solos en ese aspecto, y eso nos ha hecho más fuertes”. Eduardo logra encontrar al último emperador de China y mantiene una entrevista. Se ha transformado en un marxista convencido, admira a Mao y confía plenamente en el camino de austeridad por el que deben transitar los ciudadanos. Cuando Galeano le informa que el Gral. Montgomery dice que lo han obligado a ser jardinero se ríe: “No…no, soy un investigador histórico, y trabajo para la Universidad de Shangai,… dígale a Montgomery que puede venir a visitarme cuando quiera. (…) Fui rehén de un modo de vida que mantenía al pueblo en la ignorancia y la miseria, hoy soy un hombre libre, me he casado con una mujer trabajadora y vivo para mis hijos y mis nietos”, dice mientras obliga a Eduardo a beber la cuarta taza de té de jazmín.
Al llegar a territorio chino, Galeano realiza de inmediato las gestiones para lograr un reportaje al primer ministro y vicepresidente del Partido Comunista, camarada Chou-En-Lai, pero sin mayores esperanzas. Eduardo sabía que Chou no concedía entrevistas desde hacía años, de tal modo que cuando recibe una carta del Comité Central aceptando un encuentro de inmediato se pone en contacto con Montevideo. Se trata de un gran triunfo personal.
Sobreviviente de la Larga Guerra de Resistencia contra Japón y de la cruenta Guerra Civil contra el fascismo de Chiang Kai-shek, pero también sobreviviente de innumerables atentados, Chou lo primero que manifiesta a Galeano es: “No espere ninguna revelación sensacional, usted leyó los documentos de la polémica, su periódico los publicó, también me han dicho que conversó con nuestro pueblo,… ¿Qué puedo yo agregar?“
Chou es partidario de coordinar las luchas de liberación nacional en América Latina, Asia y África y de unificar las luchas del campo socialista contra la intervención agresiva del imperialismo.” Esa es la manera correcta de luchar por la paz sin renunciar a la construcción del socialismo. Es decir, hacer lo contrario a mendigar la paz frente a la prepotencia nuclear de los imperialistas (…) Nosotros abogamos por la prohibición completa de las armas nucleares, y su total destrucción, esa sería la única garantía de que no habrá guerra atómica. Pero el imperialismo se opone a esa solución de tal modo que nos obligan a tener un arsenal termonuclear propio. Ahora esa será la forma en que China pueda desarrollarse en paz”.
“Nuestro Partido no desea una Quinta Internacional, creemos en la unidad del Movimiento Comunista Internacional, y trabajaremos para pulir nuestras diferencias. La división solo acumula fuerzas para el imperialismo”.
Y al finalizar el encuentro con el estadista: “Quiero aprovechar su buena voluntad para expresar mi fraternal saludo al pueblo uruguayo”.
Galeano saldrá de China cinco días más tarde, un país de 10 millones de kilómetros cuadrados, donde habita la cuarta parte de la humanidad. Moscú será su próximo destino.
Alberto