En 1919, los cerca de 10 mil empleados mercantiles y obreros de las grandes tiendas Gath y Chaves entablaron una prolongada lucha por la jornada de 8 horas, entre otros reclamos. Gath y Chaves, cuya casa central estaba en el centro porteño, tenía sucursales en varias ciudades del país y en Santiago de Chile, era el equivalente a lo que hoy son los shoppings. En esos años pasó a manos inglesas y luego se fusionó con las tiendas Harrod’s. En mayo, el conflicto entró en una nueva etapa al acudir los trabajadores a la FORA, ante la intransigencia de la patronal.
La central sindicalista acordó auxiliar a los empleados de comercio y a las obreras de la confección que trabajaban para la gran tienda, y establecieron el “boycott” a la firma, porque además la patronal se negaba a reconocer el naciente sindicato mercantil. El boicot se manifestó, particularmente, a través de la Federación Obrera Marítima (FOM), que se negó a cargar y descargar mercadería de Gath y Chaves, y por parte de la Federación Gráfica Bonaerense, que estableció que no se harían folletos de propaganda de la firma, ni se armarían los avisos de la tienda que salían habitualmente en los grandes matutinos porteños.
La patronal de los grandes medios de prensa (La Nación, La Prensa y La Razón, entre otros) en ese momento se separaron de la entidad que los agremiaba junto a los patrones de distintas imprentas, y formaron la Asociación Gráfica, a la que afilian a la tristemente célebre Asociación Nacional del Trabajo, que las proveía de “crumiros”, rompehuelgas, de la ciudad e incluso traídos desde Montevideo. Frente al boicot de los gráficos, los dueños de los diarios declararon el locaut y se negaron a editar los matutinos sin las páginas de publicidad.
El argumento de Ezequiel Paz y Jorge Mitre (de La Prensa y La Nación) informado al ministro del Interior del gobierno de Hipólito Yrigoyen fue que “No hay, señor ministro, ningún interés económico en discusión; las empresas gráficas aspiran a defender dentro de ellas el criterio de su propia dirección y las empresas periodísticas tienen el firme propósito de velar por que la exclusión absoluta de la censura previa -tal como lo prescribe la Constitución Nacional- sea una verdad de derecho y de hecho”. Disfrazaban así la importancia que tenían los avisos para el sostenimiento comercial de los diarios. En los debates que llegaron a la Cámara de Diputados, uno de los diputados socialistas, Enrique Dickmann, denunciaba que: “El verdadero motivo del conflicto era la resistencia de los empresarios gráficos a renunciar a la publicidad de Gath & Chaves, que entrega a los diarios avisos muy bien pagados, porque cada página de avisos se paga tres mil pesos”.