Se retoma así la llamada “senda Boudou” –por el ex vicepresidente de la Nación–, que con gran entusiasmo prosiguió Kicillof, con las costosas negociaciones de pagos y sin cuestionamientos de legitimidad, como las realizadas con Repsol y el Club de París.
Se retoma así la llamada “senda Boudou” –por el ex vicepresidente de la Nación–, que con gran entusiasmo prosiguió Kicillof, con las costosas negociaciones de pagos y sin cuestionamientos de legitimidad, como las realizadas con Repsol y el Club de París.
En medio de un gran sigilo y poco antes de iniciar las negociaciones con los buitres propiamente dicho, Caputo ya había cerrado el fin de semana anterior un preacuerdo para resolver la deuda con 50 mil bonistas italianos a lo que, si el Congreso lo aprueba, se les ofreció pagar al contado el 150% del importe original del capital de 900 millones de dólares, un total de 1.350 millones de euros.
Con los que se discute ahora es con los buitres propiamente dicho, los bonistas favorecidos por la sentencia de Griesa en 2012 por un monto de 1.750 millones de dólares, pero también con los llamados “me too”, los acreedores que se sumaron en 2014 a la sentencia y que elevaron la cifra total de esa deuda a 9.000 millones de dólares: 4.000 millones por capital e intereses vencidos, más 5.000 de intereses punitorios. Lo que el gobierno de Macri les ofrece es pagarle 6.500 millones, es decir “negociar” por la mitad de los punitorios.
Además de los bonistas italianos y los que están en la sede del juez Griesa, hay otros bonos con contratos indepedientes, que tienen su propia fracción de holdouts, lo que en total hace una suma en torno a los 6.400 millones de dólares. Aplicando a ese total el criterio propuesto en las negociaciones en curso, el gobierno de Macri está aceptando pagar unos 15.775 millones de dólares en total.
Todo esto con el mismo argumento de volver a insertarnos en el mundo financiero internacional, como ya lo oímos con los acuerdos de Kicillof con Repsol, el Club de París y el Banco Mundial. Ahora esta promesa de pago viene condicionada por los adelantos de préstamos para sostener las reservas del Banco Central de China y los grandes bancos amigos de Prat-Gay, sin cuestionar de fondo la herencia kirchnerista, pues eso implicaría también cuestionar la usura de esos prestamistas.
Por este camino se seguirá profundizando la dependencia del país teniendo que pagar en lo inmediato otros 15.775 millones de dólares de deuda pública en esa moneda, que es el bien más escaso que dejó el kirchnerismo, a cambio de nada. Las promesas de inversiones con las que supuestamente “nos desarrollaremos” en el futuro, aparte de que tienen su propio costo en cesión de recursos y de soberanía, se dan también en un momento en el mundo en el que los usureros imperialistas tratan de sacar lo máximo de los llamados “países emergentes”. Con lo que el resultado será más “sangre, sudor y lágrimas” para el pueblo, mientras las cerealeras, mineras, petroleras y grandes bancos imperialistas se siguen llevando todo el fruto del trabajo argentino.