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20 de April de 2016

Las exóticas precandidaturas de Donald Trump (conservador y racista desenfrenado) y Bernie Sanders (que se proclama socialista) son un indicio de la crisis de representatividad que atraviesa a los partidos tradicionales estadounidenses. 

Sanders y Trump: dos polos que expresan la crisis política y social de EEUU

En noviembre son las elecciones presidenciales

 
 Si bien estas dos figuras quedan comprendidas dentro de los marcos de los partidos Republicano y Demócrata, ambas están en los márgenes de esas estructuras y la adhesión que recogen se origina más en la conexión directa con sus respectivos electorados que en la influencia de sus aparatos.

 
 Si bien estas dos figuras quedan comprendidas dentro de los marcos de los partidos Republicano y Demócrata, ambas están en los márgenes de esas estructuras y la adhesión que recogen se origina más en la conexión directa con sus respectivos electorados que en la influencia de sus aparatos.
En la base de este fenómeno está la persistencia de la crisis económica y social en la primera potencia imperialista, que acrecentó las diferencias entre los más ricos y los más pobres. Desde el inicio de esa crisis, que coincidió con el final del período de Bush, hubo una ingente movilización popular contra sus efectos más devastadores, como el movimiento “Somos el 99 por ciento”. Las promesas electorales de Obama en el sentido de revertir esa situación social generaron expectativas en amplias franjas de la población e impulsaron una movilización, que culminó con grandes concentraciones históricas, como los centenares de miles que se congregaron en el cierre de su elección en Chicago.
 
El gobierno de Obama
Pero durante su administración, resumidamente, se acentuó la concentración social de la riqueza y las dos principales minorías étnicas (negros e hispanoamericanos) continuaron padeciendo la discriminación y el maltrato económico y social: nunca como en esos años hubo tantas deportaciones de ilegales y se repitieron los hechos de violencia racial, como los tristes episodios de Baltimore. Los puestos de trabajo destruidos en la agonía de Bush, por la relocalización de industrias en el exterior, principalmente China, fueron sustituidos por otros de escasa especialización y muy baja paga, que no alcanza para una cobertura de las necesidades más importantes. Fueron timoratas las reformas en salud y se encareció la educación superior, dejando fuertemente endeudados a centenares de miles de jóvenes de clases medias. En EEUU todas las universidades son pagas y los estudiantes y sus familias sacan créditos para pagarlas después de recibidos.
Impulsó el TPP (Tratado Transpacífico de cooperación económica), que entre otras cosas, le da autoridad a las compañías por encima del Estado. Que no podría, por ejemplo, fijar normas sanitarias de determinados productos sin riesgo de ser demandado por restricción al comercio. 
 El reverso de aquella movilización inicial, fue una oposición sistemática en el Congreso a toda iniciativa reformista y un recrudecimiento del racismo en los sectores más reaccionarios. Los republicanos, encarnación cabal de esta tendencia, contaron con una mayoría en el Senado que les permitió una labor obstruccionista.
 
Qué expresan Sanders y Trump
El hartazgo social ante el incumplimiento de uno y las resistencias y trabas de los otros tiene en estas dos figuras sus dos caras divergentes: Sanders recoge la frustración de los sectores más postergados que se ilusionaron con Obama, sobre todo jóvenes, que reclaman redistribución de la riqueza y parar el racismo. La desocupación en EEUU afecta especialmente a los más jóvenes. Trump capitaliza la reacción a ese movimiento, que no ha cesado. Si bien no es el único precandidato conservador con posiciones extremas, es quien las expresa con más contundencia y sin eufemismos.
Por ahora las adhesiones a uno y otros se registran dentro de los respectivos espacios partidarios, pero no es posible prever el comportamiento electoral en los comicios generales. 
Sanders además capta un sector de la población antibelicista, que se opone a la guerra no sólo por las víctimas que esta produce, sino también porque la industria armamentista es mucho más capital intensiva que otras y no genera muchos puestos de trabajo.
No fue sólo Obama quien incumplió las expectativas que despertó. Tampoco hubo respuestas del partido Demócrata, que responde a sus mandantes, las petroleras y Wall Street.
Sanders habla de igualdad económica, derecho a educación y salud gratuitas, no a la guerra: se podría definir como un socialdemócrata. Dice que hay que reindustrializar trayendo los puestos de trabajo a los Estados Unidos. Se opone al TPP, y por eso condicionó a Hillary, que empezó a ponerle reparos. 
Es un poco vago, y no puede pelear contra la especificidad de Hillary Clinton, que detalla sus propuestas. Sigue las reglas de juego del establishment. Máquina contra máquina: la de Hillary Clinton, más la del Partido Demócrata, Hillary va a terminar ganando. Sin impulsar una movilización a Sanders le será imposible ganar la interna, porque es una campaña contra la corriente. Estados Unidos se ha corrido tan a la derecha que un socialdemócrata ha devenido casi en un nuevo cuco comunista.
Trump expresa a las fuerzas más oscuras de la sociedad norteamericana. No es la sociedad en general, los que lo apoyan son los republicanos que votan (el voto no es obligatorio en EEUU, y se vota en días laborables). Representa a fuerzas no religiosas y las cuestiones religiosas han dejado de tener peso en la campaña. Ese es uno de los elementos por los que prevalece sobre los otros sectores conservadores del Partido Republicano. Dice más directamente lo que el público republicano quiere oír: “no a los musulmanes”, “vamos con más tortura”; aunque después se retrae, lo primero que le sale es lo más troglodita. Dijo que iba a ser neutral en el conflicto palestino-israelí, pero después fue a la Conferencia American Israeli Political Action Comitee, una especie de lobby proisraelí recalcitrante y dijo que “estoy con Israel todo el tiempo”.
Trump es una figura autoritaria. Hay aspectos que parecen contradictorios: critica la guerra de Irak: “¿para qué gastar tantos millones que se podrían haber usado en infraestructura?”. Es un gran oportunista y demagogo, va captando lo que va emergiendo de la gente. También recoge los temas que preocupan a los más pobres. Dice “yo voy a traer los trabajos de vuelta”, coincidiendo con Sanders, y manda fabricar cosas en China. Para hacer un edificio en Atlantic City, Trump trajo obreros polacos para pagarles salarios más bajos. Recoge el efecto en la población de las campañas contra los musulmanes y dice que les va a cerrar la frontera. 
En la campaña aparece la cuestión de Israel y Medio Oriente. Es sabido que el apoyo a Israel: es una política de estado en EEUU. En AIPAC (American Israel Public Affairs Committé, Comité de Asuntos públicos Estados Unidos Israel) fueron a hablar todos los precandidatos, menos Sanders, que es el único judío de todos ellos. Se abstuvo de ir a esa reunión. Adujo un conflicto de horario pero hizo declaraciones en el sentido de que es muy difícil un plan de paz si los palestinos no tienen voz.
América Latina aparece poco en la campaña. Sanders tiene una trayectoria muy clara: Hillary trató de amigo a Henry Kissinger y Sanders le dijo que no entendía como podía tener un amigo genocida. Sanders mencionó lo que hizo en Chile, en América Latina y el Plan Cóndor. Es el único con una posición de no intervención, de no aparecer como imperialista.