El sábado 4 de noviembre de 1780 Túpac Amaru, cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana lanzó el grito de rebelión con ironía revolucionaria; era el día de cumpleaños del rey Carlos III de España, “el sentido era enervar y sorprender” señala Carlos Valcárcel, historiador peruano. En la localidad de Tinta apresó al corregidor Juan de Arriaga y el 10 de noviembre lo ejecutó en Tungasuca. El 16 de noviembre Túpac Amaru firmó su famoso Bando de Libertad de los esclavos, el primer documento antiesclavista de la historia del Perú que “precedió en el tiempo a otros próceres como Touisant Loverture, Bolívar, San Martin, Castilla y Lincoln”: El programa que levantó fue de justicia social y de ruptura con el dominio español, agrega Valcárcel que “también acabó con los repartos mercantiles, sistema expoliador de comercio que hacía obligatoria la compra de mercadería buena o mala, deteriorada o innecesaria (…) y contra la lacra de la época que eran los odiadísimos obrajes (…) establecimientos de penosa e indignante explotación, donde se desarrollaba la incipiente industria textil”.
El levantamiento de Túpac Amaru conmovió hasta los cimientos a la sociedad colonial y alumbró la esperanza de los indígenas, los negros y criollos pobres y hasta españoles sometidos por los españoles.
Tras cinco meses de combate el líder revolucionario es sorpresivamente capturado por un traidor, al igual que su esposa Micaela Bastida que también es delatada por otro traidor; no obstante siguen los combates en la región del Cusco y de La Paz. El 18 de mayo de 1781 Túpac Amaru es asesinado por descuartizamiento en la Plaza del Wacaypata en el Cusco, junto a su esposa, hijo mayor y algunos de sus capitanes. La crueldad de los españoles era propia de quienes vieron peligrar su poder en América. Tras el suplicio de Túpac Amaru el revanchismo español hizo más penosa la situación de las masas indígenas, negros y criollos pobres.
En este aniversario queremos rendir honor a su memoria y al mismo tiempo recordar que el levantamiento revolucionario llegó hasta Jujuy a los pocos días de su inicio.
Fueron los originarios de la zona de Ledesma los primeros en adherir a la rebelión. En una correspondencia realista del 19 de febrero de 1781 se dice: “no solo los indios son los indispuestos, sino hasta los mismos españoles según se reconoce” y que “los indios tobas ya dicen que el Rey de los españoles no gobierna sino un pariente suyo”. El 22 de marzo las tropas que había mandado el virrey Vértiz desde Buenos Aires, para reforzar a los españoles del Cusco, pasaron por Jujuy al mando del teniente coronel José Reseguin. En otra comunicación del 24 de abril se consigna que “los indios Tobas han tomado la reducción de San Ignacio, situada en Ledesma, y mataron al Teniente Comandante Francisco Rodríguez.”
Señala Miguel Ángel Vergara que centenares de originarios tobas y mestizos se levantaron en armas y que marcharon para tomar San Salvador de Jujuy. El entonces gobernador de Jujuy, coronel Gregorio de Zegada con fuerzas de Jujuy y Salta se anticipó y atacó el campamento rebelde que estaba en la localidad de Carahunco, a unos veinte kilómetros de la ciudad. El ejército realista tomó 60 prisioneros. En abril de 1781 ejecutaron a 14 de los sublevados. Señala Joaquín Carrillo que el gobernador Andrés Mestre sentenció a muerte a “los convocadores” de la sublevación, a los que llama “jente ordinaria”. Primero fusilaron por la espalda a Lorenzo Serrano, Juan de Dios Maldonado, Francisco Ranjel, Melchor Ardiles, Diego Abalos, Mariano Galarza, Francisco Ríos, Juan Almazán, Andrés López y Juan Ascencio Mendoza. Tras la ejecución se les cortó la cabeza y se las exhibió en distintos “cantones” del territorio.
De una lista de veintiún rebeldes prisioneros, por “conmiseración”, se eligió para fusilar a cuatro más y a los demás “se les pondrá una señal en el carrillo, que deberá ser de una R que indica rebelde o rebelado; la que se hará a fuego para que le sirva de memoria su delito i para otros se conozca su traición”.
Lograron huir los principales dirigentes, José Quiroga, Suarez y Erazo. En premio a la tarea cumplida por sus gobernantes para ahogar en sangre la rebelión de los seguidores de Túpac Amaru la ciudad de San Salvador de Jujuy fue “condecorada” por el rey con el título de “Mui Leal i Constante”.
Los nombres de estos mártires precursores de la Revolución de Mayo de 1810 y de la Independencia Argentina nunca figuraron en los registros de calles o lugares públicos de Jujuy y de la Argentina, cuando dejamos de ser colonia, hasta el día de hoy.