Un Lenin, apenas llegado a Petrogrado la noche anterior, un 17 de abril hace 100 años, manifiesta su posición, sucesivamente, ante sendos auditorios. El documento, publicado el 20 de abril en el diario del Partido, Pravda, bajo el título de Las tareas del proletariado en la presente revolución, pasó a la historia como las Tesis de Abril (en Cuadernos de difusión del marxismo-leninismo-maoísmo, N° 87 Lenin: Tesis de Abril).
Un Lenin, apenas llegado a Petrogrado la noche anterior, un 17 de abril hace 100 años, manifiesta su posición, sucesivamente, ante sendos auditorios. El documento, publicado el 20 de abril en el diario del Partido, Pravda, bajo el título de Las tareas del proletariado en la presente revolución, pasó a la historia como las Tesis de Abril (en Cuadernos de difusión del marxismo-leninismo-maoísmo, N° 87 Lenin: Tesis de Abril).
Leyendas en boga nos hablan de un Lenin en viaje, enclaustrado en su vagón sellado, y exprimiendo su imaginación. Las Tesis de Abril no fueron producto de la introspección. Tampoco un golpe de inspiración. Las ideas allí contenidas preexisten en los escritos cercanos. En las Cartas de lejos y en su Despedida de los obreros suizos despuntan prácticamente todas las ideas luego sistematizadas en las Tesis.
Lenin descreía de “milagros”. Por lo tanto, refuta a quienes se maravillan de que en tan solo siete días de comenzada la Revolución de Febrero hubieran derrocado al Zar. En ese simplismo aletean dos enormes omisiones. Primero: la ignorancia (o el desprecio) por lo que despertó en grandes masas la Revolución de 1905. Un tremendo salto en experiencia y conciencia. Tanto durante el período de alza como luego en el repliegue. Segundo: a quienes les resulta “natural” o deseable anexarse territorios ajenos les resulta incomprensible el odio de la plebe ante una guerra tan “necesaria”. Ese “milagro” se llamaba Hambre. Hambre de pan, de paz, de tierra, de libertad plena.
Las Tesis, hacia fuera y hacia adentro
Lenin lee su escrito y lo complementa con comentarios. Primero ante un plenario de bolcheviques (distintos órganos de dirección y diputados ante el Soviet). Luego en una amplia reunión conjunta de bolcheviques y mencheviques, a solicitud de estos últimos. El escenario es el Palacio Táurida, la sede del Soviet de Petrogrado. Si pensamos que a la sazón los bolcheviques eran un Partido minoritario (y por añadidura pequeño) resalta aún más semejante repercusión.
Ya en los primeros párrafos Lenin aclara que habla a título personal. Recién arribado tras 10 años de exilio no tuvo tiempo de conversarlo con la Dirección. Suena a inorgánico para quien escribiera el ¿Qué hacer? Pero lo cierto es que la situación apremia y no hay un minuto que perder. Todo indica que está en desacuerdo con ambigüedades del Partido respecto de la posición ante el Gobierno Provisional. Con una correlación de fuerzas en el Comité Central probablemente desfavorable a sus opiniones, Lenin las hace públicas. Entiende que no alcanza con que los bolcheviques sean los más combativos, sino que es imprescindible contar con una rigurosa caracterización de la situación para encaminar a buen puerto tanta bravura.
El viraje
Las Tesis de Abril probablemente sea el escrito más corto entre las obras fundamentales de Lenin. Unas pocas paginitas que produjeron un verdadero terremoto en la, de por si, agitada realidad política rusa. No sin esfuerzo un Lenin omnipresente en grandes y pequeñas reuniones va ganado al Partido para estas Tesis. Los bolcheviques ya venían creciendo. Se dice que al calor de la Revolución de Febrero, en ese primer mes, habían triplicado su militancia. Con buena inserción en las fábricas y cuarteles, las Tesis eran música para los oídos y respondían preguntas que el economicismo no podía resolver.
¿Qué dicen las Tesis?
Ratifican el Programa inmediato de Paz, Tierra, Pan, Libertad.
Ya en las Cartas de Lejos (escritas tras las primeras noticias de Febrero), Lenin hablaba de “la primera etapa de la primera revolución”. Primera revolución, la rusa, que rápidamente sería seguida de otras. Y primera etapa en Rusia con la asunción del Poder por la burguesía. Un mes más tarde, en las Tesis, ya define el momento como una transición. Que ese Poder burgués dará paso a otro en manos de proletarios y campesinos pobres. A poco de enunciar las Tesis, Lenin elabora el Proyecto de nuevo programa para el Partido. En él avanza aún más en la idea y ya dice “la revolución democrática-burguesa está terminada”. ¡Cómo ha ido afinando la caracterización en tiempos tan breves! Está a las claras ese gran motor para el análisis cual es la realidad en movimiento acelerado.
Por lo tanto, se ha abierto la lucha por pasar a la segunda etapa. Proa a la Revolución Socialista. Ni a tontas ni a locas en las Tesis se asume la necesidad de cambiar la correlación de fuerzas en general y en los Soviet en particular. Un Lenin conciente de lo inevitable de la violencia revolucionaria para tomar el Poder no plantea aún la consigna de la insurrección. Por el contrario, valora las libertades conquistadas y la ausencia de violencia estatal contra las masas. Y sobre todo entiende que en el propio proletariado y campesinado pobre que será la base de sustentación del nuevo Poder son multitudes los que aún conservan expectativas en el Gobierno Provisional.
Dualidad de poderes
Para que no quedasen dudas: “ningún apoyo al Gobierno Provisional”. Dos razones fundamentan esta tesis. Por un lado, la imposibilidad (de clase) de la burguesía y los terratenientes de satisfacer las urgencias mínimas de los de abajo. Por el contrario, la situación no dejaba de agravarse. Pero, y lo principal, frente al Gobierno “legal” había otro Gobierno de hecho. Los Soviet resurgidos en los inicios de Febrero representaban no solo otro Poder, sino que prefiguraban el modelo de un Estado de nuevo tipo basado en la democracia directa de las masas. Las Tesis se pronuncian por una República de los Soviet de Diputados obreros, braceros y campesinos.
En Lenin es notable la confianza en las masas y en los procesos virtuosos. En las propias Tesis llama a “reconocer que, en la mayor parte de los soviets de diputados obreros, nuestro Partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida”. Los partidos mayoritarios en el Soviet de Petrogrado contemporizaban con el Gobierno Provisional y, en la mayoría de las situaciones, iban a la cola de la burguesía gobernante. Y aún así Lenin hablaba de dualidad de poderes. Un mecanicista jamás podría comprenderlo. Ese Poder original estaba preñado de contradicciones. Por una parte, tenía en su haber decretos mayúsculos. Quizá el principal, la conformación de milicias armadas. Además, estaban compuestos por obreros y soldados de fila. No por burócratas partidarios. Los diputados se contaban por miles. Ello convertía las mayorías eseristas o mencheviques en inestables. Menudo problema para dichos partidos, acostumbrados a afirmar una cosa y hacer la contraria. En esas condiciones los bolcheviques tenían todas para ganar. Si nos apurase la impaciencia y nos salteáramos algunos meses comprobaríamos que allá por septiembre de 1917 los bolcheviques ya eran mayoría en el Soviet de Petrogrado.
Una situación excepcional
Nadie suponía que esa dualidad de poderes fuera la condición estable para un Estado normal. Era sí una originalidad transitoria que inevitablemente se resolvería a favor de uno u otro. En 1905 la definición fue a costa de los Soviet. El zarismo recuperó la ofensiva y el terror estatal se descargó sobre los alzados. La línea que levantaban Las Tesis de Abril tenía presente esa derrota. Y, como se vio, estaba plena de razones para que esta vez hiciéramos Historia.