Antes de Brecht y su “Loa a la duda” los bolcheviques ya la practicaban. Dudaban de todo sin paralizarse. Y así encontraban respuesta para todo. Si se equivocaban volvían a dudar… y a recomenzar la larga batalla de la construcción del socialismo.
Antes de Brecht y su “Loa a la duda” los bolcheviques ya la practicaban. Dudaban de todo sin paralizarse. Y así encontraban respuesta para todo. Si se equivocaban volvían a dudar… y a recomenzar la larga batalla de la construcción del socialismo.
El choque de ideas era habitual. Y hacía avanzar la rueda. Los problemas eran complejos. Las simplificaciones ramplonas no resolvían nada. El doctrinarismo, alejado de la materialidad de las cosas, los condenaba al fracaso.
Trotsky construyó una doctrina cerrada a la que debía acomodarse la realidad. En este sentido, la Revolución en China fue una incómoda piedra en su zapato.
Trotsky en China
Dedica a la Revolución China unos cuantos artículos. El último de ellos, quizá el más ilustrativo es de 1938. Un largo prólogo a “La tragedia de la Revolución china” (de un periodista norteamericano). Este texto “confirma” las opiniones desgranadas en los anteriores. Ha transcurrido más de una década y Trotsky sigue aprisionado, detenido en el tiempo, en su polémica con la Internacional Comunista de 1925.
Lo que molesta se encubre o se minimiza. Trotsky critica la alianza entre el naciente Partido Comunista chino y el Kuomintang pero oculta que fue Lenin su promotor. Este sostenía una fluida relación con Sun Yat-sen. Ambos acordaron la presencia de delegados de la Internacional con fuerte predicamento en el propio Kuomintang y en su programática. A la muerte de Sun (1925), su sucesor Chiang Kai-shek rompe todos los acuerdos y durante 1927 provoca un baño de sangre con decenas de miles de comunistas asesinados.
Trotsky congela, detiene su análisis sobre China en los días de la masacre. Inculpa a la Internacional por tamaña derrota. Dice al respecto: “En China se confirmó una vez más la concepción de la revolución permanente, no con una victoria sino en una catástrofe”. Cuesta entender en que consiste tal confirmación. Y, sobre todo, suena a inexplicable el “desinterés” de Trotsky por aprehender lo que va sucediendo en China desde ese infausto 1927 hasta 1938 (fecha del escrito). Sobre este período, ¡cero!
Siendo que la Revolución será mundial (o no será) Trotsky no considera necesario estudiar exhaustivamente la estructura de clases de China. Su “universo” se limita a proletarios y burgueses. El océano campesino es sujeto pasivo de las decisiones y/o tironeos de unos u otros. Nada que ver con la política leninista en la materia. Peor aún, Trotsky contradice la práctica de Octubre y pasa a afirmar que la alianza obrero campesina era una política circunscripta a la revolución democrática e inviable para la socialista. Dice Trotsky: “Lenin consideraba que después de la realización de la transformación democrática el campesinado, como tal, no podría permanecer aliado al proletariado”. Obviamente, tamaña afirmación corre por cuenta de su autor.
En 1927 Chen Tu-siu, (secretario del PCCh, partícipe necesario del seguidismo a la burguesía) es desplazado y pasa a colaborar con Trotsky. Tras de un interregno putchista, (como fruto de una áspera lucha de líneas), emerge una nueva dirigencia en el PCCh. En el 38, Mao ya era uno de sus jefes. Quizá Trotsky no supiera de sus aportes teóricos, pero para un opinador serial sobre China era inaceptable no incorporar al análisis las zonas liberadas, la “República Soviética de China”, la Larga Marcha. El Trotsky que maldice al Kuomintang no tiene nada para decirnos del Ejército Rojo que derrota 4 campañas de aniquilamiento lanzadas por Chiang.
Tras enfrentar sucesivamente las líneas de derecha de Chen e “izquierdista” de Wang, el PCCh se ha vivificado. Con Mao se va integrando creativamente el marxismo leninismo a la compleja realidad china. Que Mao conociera o no las tesis de Trotsky es irrelevante. Pero está a las claras que no es su línea. Por lo tanto ¿porqué Trotsky habría de apoyar las políticas de Mao? Pero Trotsky puede observar un Partido Comunista que en la lucha por el Poder coordina con la Internacional sin subordinarse. Al acérrimo objetor del seguidismo a la Internacional Comunista esa demostración de independencia no lo inmuta.
Los trotskistas y China
Tras el triunfo chino un tercio de la Humanidad vivía socialismo. No era la revolución planetaria de Trotsky pero se empezaban a despejar las penurias del “socialismo en un solo país”. El proletariado, los pueblos asestábamos duros golpes al imperialismo. Para la mayoría de las centrales trotskistas europeas nada de esto importó. Para ellos China no ocurrió.
En cambio Nahuel Moreno aportó comentarios interesantes. Sostiene que la revolución china junto con la rusa son “los dos acontecimientos revolucionarios más trascendentes del siglo”. Para después retacearle sus atributos socialistas y atribuírsela a “un puñado de revolucionarios agrarios de pasado marxista y con concepciones ideológicas y organizativas estalinistas”.