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29 de November de 2017

Conversamos con Emilio Mustafá, psicólogo y coordinador de grupos terapéuticos barriales especializados en adicciones, quien nos cuenta la batalla que dan en las villas contra el paco.

La lucha contra la droga en Tucumán

Trabajadores de la salud en adicciones

Tucumán es la segunda provincia del país con mayor tasa de suicidio tras el consumo de sustancias, en jóvenes de 15 a 25 años, según datos de Blake, director nacional de Salud Mental de la Nación. En una población de 1.600.000 habitantes, hay 28 suicidios cada 100 mil habitantes, es decir, aproximadamente 400 suicidios en un año. Ante estos números alarmantes, Emilio Mustafá explica “Nosotros trabajamos una modalidad que se llama abordajes comunitarios en adicciones. Es el único en Tucumán”. 
A continuación explica: “Hacemos grupos terapéuticos barriales, con la línea basada en la psicología social de Enrique Pichón Rivière, con la concepción filosófica del materialismo dialéctico, en el abordaje comunitario. Articulamos lo clínico, trabajamos lo individual, lo grupal y lo comunitario”. 
Según explica el especialista: “El fenómeno del paco ha roto toda capacidad de sostén, cambió hasta la clínica terapéutica para su abordaje. Primero, porque al ser un estimulante, de la basura de la cocaína, genera una adicción mucho más rápida. La adicción al paco se genera en tres meses, en cambio la adicción a la cocaína lleva año y medio, dos años. A la vez, al haberse afianzado el narcotráfico en el país, y el narcomenudeo en las provincias, ha generado que sea mucho más fácil el consumo de sustancias. Hay mayor inducción al consumo”. 
Para ilustrar la situación, cuenta que en el barrio La Costanera los transas “regalan las dosis los jueves y viernes, enganchan a los pibes todo el fin de semana, y una vez que los enganchan ya son unos soldaditos”. 
El psicólogo explica que muchas de las causas de las adicciones tienen que ver “con el momento histórico concreto del desarrollo del narcotráfico. “Nosotros decimos que el narcotráfico sin el capitalismo no se entiende, es un mecanismo de control social. Es por eso que el paco esté en los barrios pobres. Venimos de una verdadera década ganada del paco. Argentina desde el 2001 es productora de droga, con el gobierno de Duhalde y después con el kirchnerismo. Ellos dijeron hasta noviembre de 2015 que Argentina era solamente un país de paso, por eso, en salud, dicen que hay que trabajar la prevención y no la asistencia. Porque si no, tienen que reconocer el problema. Ahora, si están consumiendo, ¿de dónde sacan la droga? ¿Dónde se produce? El ministro de salud del gobierno anterior es nuestro actual gobernador, entonces hay una continuidad de invisibilizar el problema real de la droga. El norte argentino es la entrada de droga al país. Porque la pasta base de la cocaína viene de Bolivia y Perú principalmente, y se extiende a la región centro. Pero la producción de cocaína se va a Europa, y principalmente sale por los puertos. Está la complicidad del gobierno anterior pero también la del sistema financiero: los paraísos fiscales, los Panama papers, ahí está concentrada la verdadera causa de la droga”. 
 
El trabajo en las villas
El compañero explica que, cuando el equipo entra a trabajar a las villas hacen “todo un trabajo territorial comunitario”. Una vez que hacen contacto con la comunidad, de a poco se van acercando a las poblaciones de consumo. “Encontramos al chico desnutrido –el efecto del paco es que no comen por cuatro o cinco días- están lastimados, porque les baja las defensas, por el contacto con la bombilla tienen llagas en los labios y en los dedos. La primera vez que trabajé acá tuve que sacarle a un chico un gusano de la pierna, porque como ellos consumen en el basural, y como estaba anestesiado por el consumo, no veía que tenía la pierna podrida”. 
Emilio explica que ese contacto “crea un vínculo habilitante para hacer un vínculo terapéutico en lo clínico”. Y luego agrega: “lo acercás al chico al centro de salud, luego al hospital… Vos lo llevás, lo estabilizás orgánicamente, psicológicamente, pero el problema de fondo es cuando vuelve al barrio: en una casita donde viven 16 personas, no tiene agua potable, no tiene trabajo. El chico piensa: ‘si yo estoy así, yo me quiero seguir drogando’… Hoy decile a los changos que vayan a laburar… ¿Adónde? Los changos no conocen el centro, no conocen las calles del centro. No salen de sus cinco cuadras a la redonda. En el barrio no se festejan los cumpleaños, no se festejan reuniones familiares. Cada reunión es sinónimo de quilombo o cagarse a tiros. Para los psicólogos, eso se llama generar devastación subjetiva”. 
 
De los lugares más devastados surgen los movimientos por la salud
Sin embargo, según el compañero, y parafraseando a Pichón Riviere, “nada es totalmente enfermo”. Cuando el 2001, con la problemática del hambre, “los vecinos se organizaban para hacer el comedor de la cuadra. Los padres estaban atentos a los chicos. Así se generaban vínculos saludables entre los vecinos, para la resolución de un problema, en este caso, la emergencia del hambre”. Si bien el paco ha destruido precisamente los vínculos, y ha generado fragmentación, “en algunos barrios surgieron los movimientos de resistencia, en el lugar más devastado: Las Madres del paco, Las Madres de la Esperanza, las Madres del Pañuelo Negro, el grupo Ganas de Vivir. En los barrios donde estamos, en las villas, se armó una organización que se llama La Hermandad de los barrios contra las adicciones, conformada por mamás de los chicos, vecinos, mamás de chicos que murieron, que se suicidaron, pidiendo políticas públicas en adicciones”. 
 
Recuperamos del paco a 13 chicos
El compañero explica que el consumo de paco pasó, en 2016, de jóvenes de 14-15 años, a niños de 9 y 10 años. “Un chico que empieza a consumir a los 10, la perspectiva de vida es hasta los 18 años. Nosotros trabajamos con adictos al paco de 16-17 años, que han nacido durante el gobierno de Miranda en el 99-2000. Tucumán es conocida en el mundo por la desnutrición. Han nacido desnutridos, en las peores de las devastaciones, y llegan a los 17-18 años, adictos al paco. En los dispositivos tenemos en total cuatro grupos terapéuticos, con noventa chicos. Desde el año 2012 hasta ahora, en el barrio Costanera, atendimos cerca de 160 chicos. Pudimos recuperar a 13 que dejaron de consumir paco. El resto está en mejores condiciones que antes. Y tenemos un 15% de chicos que murió, por suicidio o porque lo mataron. En Costanera, en el año 2016 se suicidaron 11 chicos y en total fallecieron 19. 
“En nuestro grupo terapéutico recuperamos del paco a 13 chicos. A un chango le cambió la vida cuando consiguió trabajo de ordenanza, en blanco. Ahí te das cuenta de que no es sólo un proceso individual de consumo”. 
 
Enfrentando una política silenciadora
“Tucumán no tiene comunidades terapéuticas para mujeres, en los hospitales hay un trato deshumanizado a los chicos que son de las villas”, explica Emilio. “En los equipos técnicos veníamos acompañando a los movimientos de las madres contra el paco. Al gobierno no le gustó un carajo porque les estábamos desnudando su política. Ellos no quieren que nosotros digamos que hay una alta tasa de suicidio. Desde la Secretaría de Adicciones, que depende de la provincia, empezaron a sacarnos los recursos.
“Directamente te dicen: ‘no hay presupuesto’, te van vaciando, te van desarmando. Yo por ejemplo, coordinaba a once psicólogos para cinco barrios. En el barrio los Vásquez, hicieron laburar diez meses gratis a los compañeros, con la promesa de que ya salían los contratos –a nosotros nos lleva por lo menos un año hacer un vínculo con los chicos, porque no cualquiera entra a un barrio–, pero empezaron a finalizar los contratos de tres meses. La situación de los compañeros, totalmente precarizados, sin obra social, porque te consideran un proveedor del Estado, con lo cual cobrás cada dos o tres meses… y para agosto ya dejaron a treinta personas afuera…
“Entonces nos empezamos a organizar, denunciando que el Estado está invisibilizando la problemática. Nos acusaron de que era un problema de un grupito de ultraizquierda, que no es tan así la situación en los barrios. Nosotros nos organizamos en asamblea, armamos la organización de los trabajadores, y empezamos a luchar: marchas, movilizaciones, un gran acompañamiento de los barrios. El gobierno empezó a dar los contratos a los punteros. Gente que piensa que trabajar en adicciones es trabajar en prevención, y con la idea simplista de que podés trabajar en adicciones con una pelota, un tallercito de guitarra…
“El problema de fondo es que no quieren que haya políticas de Estado, ni grupos terapéuticos barriales, ni que los barrios se organicen, porque está la complicidad policial que es la que te vende la droga. Nosotros peleamos por generar un movimiento de salud que salga de abajo hacia arriba, y que la población tome la salud en sus manos. Porque la única salida es una transformación radical, porque pensar que se va a enfrentar el narcotráfico con simples allanamientos, si no se toca el sistema financiero, es imposible. Y en este sistema, son más sagrados los bancos que las iglesias. No hay posibilidad de transformación si no se ataca al corazón que es el sistema”.