El desarrollo de nuestro país ha sido deformado y trabado históricamente por la dominación imperialista y la propiedad latifundista en el campo. Esta estructura y las políticas de las clases dominantes son la causa de la unilateralidad y la desarticulación del desarrollo productivo y en particular de la industria nacional; de la superexplotación, la desocupación, el hambre y la pobreza en general. Realidad que contrasta con las riquezas del país y las inmensas posibilidades para lograr un desarrollo integral independiente.